El pasado fin de semana estuvo cargado de eventos que movieron el tablero internacional. Joe Biden renunció a su candidatura presidencial, cuando la opinión pública mundial recién comenzaba a olvidar el criminal ataque a Donald Trump, el candidato del Partido Republicano en los Estados Unidos. Apenas comenzaba el fin de semana, cuando se informó de una explosión en un edificio en la costa de Tel Aviv (Israel), ocasionado por un dron lanzado desde Yemen, un país controlado por uno de los grupos satélites iraníes, los hutíes.

El fallo de todos los sistemas de alerta de Israel, junto a su escudo que le ha permitido sobrevivir por años a los ataques aéreos que lanzan sus enemigos, ha generado lógica preocupación en un país que, desde el 7 de octubre pasado, no ha tenido un solo día sin recibir ataques aéreos ya sea desde la Franja de Gaza, desde el sur del Líbano, desde Siria e Irak y también en una ocasión desde Irán.

Entre estos grupos terroristas que se sumaron al conglomerado de facciones que decidieron atacar a Israel a partir del 7 de octubre, se encuentran los hutíes, un grupo radical chiita patrocinado por Irán y asentado en Yemen, distante a 2.000 km de Israel.

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Yemen es como uno de esos países parias de la península arábiga y el Golfo Pérsico. Fue bombardeado intensamente hace pocos años por el Reino de Arabia Saudita. Los mismos hutíes lanzaron un ataque sobre el puerto de Abu Dhabi en los Emiratos Árabes Unidos y desde octubre del año pasado lanzaron 50 misiles balísticos y 150 drones de ataque a la ciudad de Eilat en Israel, a orillas del Mar Rojo. Pero el fin de semana algo cambió.

Uno de sus drones impactó de pleno y sin molestia en un edificio de Tel Aviv, matando a una persona e hiriendo a 10 más.

Para los hutíes, el juego llegó a su fin. La Fuerza Aérea de Israel, en una arriesgada maniobra, lanzó un fuerte ataque sobre Al Hudayda, el principal puerto en el Mar Rojo y la más grande refinería de Yemen. La explosión documentada en decenas de imágenes y videos fue apocalíptica. No se conoce oficialmente la cantidad de víctimas, pero lo concreto es que sus capacidades como país, que ya eran precarias, ahora se ahondarán más aún, pues Yemen depende exclusivamente de una producción de petróleo muy inferior a la de sus vecinos árabes.

Israel tiene el derecho a defenderse y en el caso de Yemen se puede decir que fue más que tolerante, quizás por no querer abrir un frente de conflicto más, pero ya no les quedó otro remedio que responder a los constantes ataques de un país alineado con los intereses de Irán.

De hecho, la respuesta de Israel llevaba un mensaje claro: “Hemos destruido el principal puerto de Yemen, distante a 2.000 km, en una sola pasada de unas cuantas naves de nuestra fuerza aérea y Teherán, capital de Irán, está a solo 1.600 km”.

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