Políticamente hablando, ya está demostrado que vivir en la indignación (por la indignación en sí misma) no funciona. Es verdad que el pesimismo, el desgano, el pirevai y otras emociones negativas pueden llegar a movilizar en algún grado, pero nunca logran hacerlo en mayor medida que las emociones que los estudiosos etiquetan como positivas.

Con los medios pasa lo mismo. Algunos apuestan todas sus fichas y casi de manera integral a las noticias negativas. Si surge alguna positiva hacen un denodado esfuerzo para buscarle puntos negativos. Tan solo por citar dos ejemplos: el concurso de méritos para que jóvenes ocupen cincuenta puestos de trabajo en la Cámara de Diputados o la postulación y posterior elección del reconocido abogado Diego Moreno como miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y en todos los casos los periodistas encuentran a gente que descarga su bilis en redes sociales, con énfasis en X, para seleccionar a su próximo entrevistado. No importa si para eso se hace famoso a algún mentecato.

Otros medios lo que hacen, hasta ahora dudo si es igual o incluso peor que los primeros, es quitarle prioridad a los contenidos periodísticos y políticos y han virado el foco hacia los llamados “creadores”, alientan formatos supuestamente más atractivos para mantener la atención dentro de sus plataformas. Predomina la perimida idea de que por ser política es aburrida. Cuando que lo que importa (y hay suficientes muestras de ello en otros países) son las formas de contar la política. Una misma noticia política se muestra en todos los medios, lo que la gente busca es el valor agregado de los contextos, el análisis, el enfoque y el pienso.

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Luego, y por las razones recién expuestas, si a la población lo único que le llega sobre la política es mala onda, más vale que se va a concluir es que la política efectivamente es pura mala onda. Si aquellos medios que deben balancear la cuestión apuestan a degradar su calidad, le están regalando un hermoso campo de crecimiento a los que solo apuestan al pesimismo. Es simple y llano sentido común. Si en unos años más la población termina optando por opciones electorales que manipulen la indignación no habrá nada por lo cual quejarse.

Los paraguayos estamos pasando por un período que podría considerarse positivo. Hay elementos para desarrollar una narrativa potente, desafiante, con líneas editoriales que den un espacio relevante al optimismo sin que eso implique sacrificar la calidad. Los consumidores se lo merecen, las marcas y aunque les cueste creerlo también la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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