La controversia generada luego de la inauguración de la Copa América de fútbol es el ejemplo más evidente de que vivimos en un mundo que en el que los valores humanos más auténticos e importantes son vistos como algo que puede “ofender” y, por tanto, hay que tener cuidado de expresar algo relacionado con eso por más verdadero y bueno que sea.
Lo que vemos en este tiempo, no solo en nuestra sociedad paraguaya, sino en el mundo, es que la verdad dejó de ser la “piedra fundamental” sobre la cual se construyen dichos valores dando paso al relativismo absoluto, donde lo que prevalece es la verdad de cada uno, el interés particular por sobre el general.
Para entender mejor lo que está pasando, debemos reconocer que la bendición del pastor Emilio Agüero Esgaib (y su colega que lo hizo en inglés), pudo haber sorprendido sobre todo por el contexto en el que se dio, aunque no fue para nada extraño para los miles de espectadores que respondieron con un estruendoso ¡Amén! a dicha plegaria.
Es que si nos ponemos a pensar, la gran nación norteamericana nació y tiene los valores cristianos muy arraigados, al igual que todo el continente americano. La propia leyenda “In God we trust” (En Dios confiamos) que se lee en los billetes y monedas estadounidenses tiene una razón de ser y evoca el espíritu religioso que predomina en la población.
Por tanto, hay que dejar de lado la hipocresía, sobre todo de algunos medios de comunicación, periodistas y “opinólogos” en general que se han rasgado las vestiduras por el gesto de bendecir, que no es otra cosa que desear el bien a alguien, independientemente de sus creencias religiosas. Algunos colegas recordaban que cuando se llevó a cabo la inauguración del Mundial de Qatar, religiosos musulmanes recitaron pasajes del Corán, pero aquella vez, ninguno de los que hoy se escandalizan lo cuestionaron.
Lo irónico es que muchos de esos medios de comunicación y sus periodistas (incluidos algunos políticos pescadores de río revuelto) son los mismos que se expresan a favor de una supuesta inclusión y tolerancia, siempre y cuando sea para defender causas como el aborto o las uniones homosexuales, pero donde no hay lugar para mensajes de fe y esperanza.
Definitivamente, vivimos en una sociedad que tiene los valores trastocados, así que no nos queda otra que levantar la voz y bendecir, es decir, desear el bien, aunque el mundo entero se ofenda. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.