DESDE MI MINDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Me lo crucé sin querer en un semáforo. Intercambiamos unas palabras cuando se acercó a la ventanilla en busca de unas monedas con las cuales retribuir su arte. Me dijo que se llamaba Juan.

Su traje de payaso, pulcro, pero derruido, me bastó para saber que no solo pide monedas. No, lo toma como un trabajo con el cual lleva algo de comer a su casa en el infinito transcurrir de las horas. Es arte lo que hace, aunque no todos lo entiendan así.

Estamos en otoño, pero hace un calor casi doloroso, pero él está allí, ajeno a las estadísticas oficiales y discursos vacíos. No tiene tiempo. Ganarse la vida le consume el día. A veces tiene que aguantar burlas e insultos, pero sonríe.

Un hombre toca la bocina desesperado y cortamos la charla. Sabe que es parte de su cotidiana rutina.

Las luces cambiaron, y por arte de magia también cambio su sonrisa. Una mueca de preocupación oscureció su rostro cuando se sentó en el cordón de la vereda a descansar, hasta el próximo cambio de luces.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en términos absolutos, más de 157.000 paraguayos salieron de la pobreza total y más de 65.000 personas abandonaron la pobreza extrema, lo que significa una mejor calidad de vida en términos de alimentación y acceso a diferentes servicios. Pero no a Juan.

Esta lejos de los programas y planes para el común de la gente. Y pienso: ¿Tendrá hijos? Si los tiene, hay una probabilidad de que estén en riesgo. En nuestro país uno de cada cinco niños de entre 0 y 5 años corre riesgo de desnutrición.

La radio me vuelve a la realidad. Y como muchos ciudadanos vuelvo a culpar a la corrupción. Ese cáncer imparable que corroe todo.

Casi inmunes a la justicia, decenas de políticos que nos robaron durante la pandemia nos siguen hablando de moral y apuntan al crimen organizado como responsable de todos nuestros males, olvidando incluso que dos ministros del Ejecutivo fueron expulsados, en su momento, por sus sospechosos contactos con grandes capos del narcotráfico.

Son cosas de políticos, pienso. Pero la política cleptómana y corrupta nos tiene en este callejón sin salida.

Vuelvo a pensar en Juan, no tiene muchas posibilidades de dejar la calle. Menos de 300.000 trabajadores perciben el salario mínimo y otros tantos ni siquiera lo alcanzan. Casi un millón ochocientos mil trabajadores están en la misma situación que Juan.

Mañana vamos a volver a cruzarnos. No creo que me recuerde, pero yo no lo olvido. Es el reflejo de todos nosotros, actuando en un circo sin público, pero con muchos payasos. Pero esa… esa es otra historia.

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