El 46.° presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, cumplirá 82 años el 20 de noviembre, apenas 15 días después de las elecciones presidenciales en las que pretende su reelección; sin embargo, esa posibilidad resulta altamente peligrosa, según opiniones diversas.

Y es que el escándalo de la salud mental del octogenario fue catalogado como un asunto de “seguridad nacional” por el exmédico de la Casa Blanca Ronny Jackson, quien –según el medio Prensa Latina– ya envió al menos cinco cartas al Gobierno explicando que el mandatario “no estaba en capacidad de ser el comandante en jefe del país y necesitaba con urgencia un chequeo a su sistema cognitivo”. Pero no obtuvo respuesta alguna.

Otro medio, negocios.com, también advirtió que el periódico Wall Street Journal publicó un informe en el que se expresan “preocupaciones” sobre la salud mental de Biden. El documento está basado en entrevistas con más de 45 fuentes que trabajaron con el presidente en los últimos siete meses. La noticia revela que el gobernante “muestra signos de decaimiento, alternando entre ataques de energía y momentos de confusión”.

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La intranquilidad se vuelve nerviosismo en los votantes del país del norte que ven dos posibilidades como el próximo mandatario: o Biden y su cuestionada salud mental o Trump, quien recientemente quedó en la historia como el primer presidente de EE. UU. en ser oficialmente declarado culpable por mentir y acomodar las leyes a su antojo.

El análisis no revestiría de interés si los problemas se circunscribieran solo a nivel doméstico, pero no es así. En estos momentos EE. UU. debe cuidar cuatro frentes de batalla al mismo tiempo: el primero, Israel y su guerra con Hamás, al que ahora se intensifica con el Hezbolá; el segundo, la amenaza cada vez más descarada de China sobre Taiwán, al que prometió ayuda en caso de invasión; el tercero, una posible guerra entre Venezuela y Guayana, que se disputan el territorio del Esequibo, y el cuarto flanco es Ucrania/Rusia.

Esta guerra, que comenzó como casi todas haciendo demostración de fuerzas, en este momento está fuera de control. Europa hace alarde de su poderío, sin embargo, no tiene suficientes armas ni soldados para enfrentar a Rusia, en tanto que Putin les advierte que no tienen con qué defenderse, menos aquellos países “pequeños y superpoblados”.

Mientras que el ejército ruso sigue aplastando las fuerzas ucranianas y Zelenski ordena el repliegue de civiles, Rusia despliega sus armas nucleares tácticas. Su presidente Putin advirtió que ya pasaron la “línea roja” al autorizar el uso de armas de Occidente en territorio ruso. El término “hostil”, utilizado para designar a los países que enfrentan los intereses rusos, ahora fue cambiado oficialmente y por primera vez por “enemigo” al referirse a EE. UU.

Putin preguntó a los medios si la OTAN y EE. UU. pueden enviar armas a otro país para atacar a Rusia, ¿por qué Rusia no tendría el mismo derecho? Y anunció el despliegue de sus armas a países amigos, desde donde tendrán a su alcance blancos estratégicos. Y aunque dicen, por ejemplo, que el convoy naval que enviará a Cuba –que incluye un submarino nuclear– no lleva armas nucleares, el conflicto se extiende también hacia más debajo de América del Norte, recordando el episodio de “La crisis de los misiles de Cuba”, cuando en octubre de 1962 EE. UU. y la Unión Soviética estuvieron a punto de iniciar la tercera guerra mundial al descubrirse la intención de instalar bases de misiles nucleares en la isla caribeña.

¿Qué les pasa por la cabeza a estos líderes que prefieren la guerra a la prosperidad de sus ciudadanos? Mientras que en esta parte del mundo los países establecen alianzas buscando el progreso, en otras pretenden destruirse unos a otros. Lastimosamente, ese afán de alguna manera tendrá consecuencias en estas latitudes.

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