Mucho se ha hablado durante la última campaña presidencial sobre la necesidad de que nuestra gente vuelva a tener plata en su bolsillo.

Las tradicionales despensas de barrio constituyen un modelo de negocio que perdura en el tiempo, más allá de la gran variedad de cadenas de supermercados y tiendas de conveniencia que fueron ampliando la gama de ofertas de productos.

Si bien no poseen el tamaño de estas, se constituyen en uno de los segmentos de negocios tradicionales de mayor arraigo en los distintos barrios de Asunción y Gran Asunción, y también en todo el interior de nuestro país, donde seguimos recibiendo de parte de sus propietarios una atención personalizada para la adquisición de los productos de consumo que precisamos, sin necesidad de acudir a los súper y así estamos apoyando a nuestros emprendedores.

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Mucha gente sigue prefiriendo a las viejas despensas de barrio, donde cuando preguntamos por tal o cual producto de inmediato tenemos la respuesta de su dueño, con quien de paso aprovechamos muchas veces para charlar unos minutos, lo cual la estructura y las “frías estanterías” de los supermercados no lo permiten.

Al no contar estos establecimientos con la misma infraestructura que los de mayor porte, los ingresos masivos de productos de contrabando golpean fuerte a su gestión económico-financiera, pues en algún momento ante la negligencia y falta de control “se dieron el lujo” de instalarse en plena vía pública pequeños “negocios” con productos ilegales, haciendo dumping en precios a los que se rompen el lomo día y noche por ser emprendedores formales.

Los niveles de desocupación a nivel país siguen siendo preocupantes. Tenemos a personas mayor a 40 años quienes son las que muestran mayores dificultades para acceder a fuentes de trabajo y que bien podrían lograr su independencia económica a través del emprendedurismo.

Nuestras emblemáticas despensas de barrio no deberán desaparecer, ya que forman parte de nuestra rica historia y de nuestro folclore ciudadano, muchas de ellas atendidas hoy día por la tercera generación.

Si bien su tamaño reducido no les permiten competir en precios con los grandes supermercados, las facilidades que representan tenerlas cerca de nuestras casas y a sabiendas de que encontraremos lo que precisamos, siempre preferiremos seguir yendo a la despensa de nuestro barrio, donde se respira un aire de mayor familiaridad, además del trato personalizado que recibimos influyendo positivamente en nuestra inteligencia emocional y asertiva.

El modelo de negocio de estas despensas ojalá pueda seguir teniendo continuidad en el tiempo, al ser un prototipo de trabajo diferente en el que las personas se pueden surtir de forma inmediata, con buen trato y sin mucha demora, donde el factor tiempo es fundamental, ahorrando lo que nos insumiría yendo a un supermercado.

Se hace necesario que estos emprendedores puedan recibir apoyo técnico, logístico y financiero de nuestras autoridades, permitiéndoles aggiornarse a los nuevos tiempos, incorporando tecnología, puesto que los despenseros de nuestros barrios son muy apreciados por todos, donde incluso a la medianoche pulsando el timbre de sus casas sabemos que su dueño nos atenderá y tendremos la opción de reaprovisionarnos con una fría y deliciosa cervecita u otro producto que pudiéramos precisar.

También siguen teniendo vigencia las famosas “libretas de almacén”, que nos permiten “rayar” durante el mes y una vez cobrado nuestro sueldo vamos y cancelamos nuestra cuenta con don Juan o doña Teresa, dado que los propietarios conocen a sus clientes porque la mayoría son del barrio, manteniéndose en muchas de ellas inalterable la vieja costumbre de las “folclóricas ventas a crédito” que contribuyen a fortalecer sus flujos mensuales de ventas y que no devengan intereses.

Tenemos que preservarlos y potenciarlos manteniendo así viva la memoria de nuestros padres y abuelos y la imagen histórica de nuestros barrios.

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