Puede ser un dolor físico o moral. Así es, duele, se siente hasta la médula del alma y produce impactantes estados emocionales, allí el homo patiens, expresado por el maestro Viktor E. Frankl (1905-1997), neurólogo y psiquiatra, tiene una oportunidad de abrazarse con el destino y comenzar una etapa fundacional del sentido que representa tanto sufrimiento.

Frankl, en su magistral obra titulada “Ante el vacío existencial”, en el capítulo séptimo, habla del sentido del sufrimiento. Puede leerse una vez y otra y es probable que el lector con el paso de los años lo lea muchas veces, es que las lecciones de Frankl ayudan a comprender la vida. El maestro escribió: “La capacidad de sufrimiento no es, en definitiva, otra cosa que la capacidad de realizar lo que yo llamo valores de actitud. En efecto no es solo la creación (correspondiente a la capacidad de trabajo) la que puede dar sentido a la existencia (caso en el que hablo de realización de valores creadores), ni es solo la vivencia, el encuentro y el amor (correspondientes a la capacidad de placer o bienestar) lo que puede hacer que la vida tenga sentido, sino también el sufrimiento”.

Entre las memorables lecciones del profesor Frankl se encuentra la siguiente explicación: “El homo faber es lo que solemos llamar una persona triunfante, un hombre que cosecha éxitos. Para él, solo hay dos categorías y solo en ellas piensa: triunfo o fracaso. Su vida se mueve entre estos dos extremos, en la línea de una ética del éxito. Pero para el homo patiens las cosas son diferentes: sus categorías no son éxito o fracaso, sino cumplimiento o desesperación. En virtud de este par de categorías, el homo patiens adopta una posición vertical respecto de la línea de la ética del éxito. El cumplimiento y la desesperación se insertan, efectivamente, en otra dimensión”.

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En la manera de asumir el sufrimiento se representa el despliegue de las experiencias que marcan la existencia humana. En esa disposición hacia la búsqueda de lo que quiere expresar, de lo que significa para uno, del porqué sucede de esa forma, se manifiesta la inmensidad de las simbolizaciones que estimulan la posibilidad de crecer aún en la certidumbre del sufrir. “… se trata de la actitud adecuada, del adecuado y sincero sufrimiento de un auténtico destino. Del modo de soportar un padecimiento necesario depende que se esconda en él un posible sentido”, expresó Frankl.

Esa capacidad de realizar valores de actitud permite la resiliencia del sentido, la transformación de las potencias, la libertad de las decisiones, el encuentro con las realidades, la superación de los dolores, la valoración del otro, la comprensión de la magnitud de los momentos, la transparencia de los ojos empañados de ilusión y el aprendizaje ante todo lo que se vive.

“… lo que importa es cómo se soporta el destino, cuando ya no se tiene poder para evitarlo. Dicho de otra forma: cuando ya no existe ninguna posibilidad de cambiar el destino, entonces es necesario salir al encuentro de este destino con la actitud acertada”, decía el doctor Frankl. Lo que implica un compromiso con uno mismo y un testimonio ante los demás, dando lugar al desarrollo de la voluntad puesta al servicio de la aceptación.

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