Un cambio de clima se aproxima a la Argentina. El jueves llegará el otoño. Desde la perspectiva política el verano que se va claramente ha marcado profundos cambios, intentos de cambio y ningún cambio. Desde el 10 de diciembre el presidente Javier Milei se encuentra en la Casa Rosada (sede del gobierno federal) y Victoria Villarruel, la vicepresidente, en las oficinas que ocupa en el Senado de la nación sin ser senadora y allí conduce los destinos de esa cámara en el parlamento, ordena los debates que allí se dan, organiza la agenda de temas que se habrán de abordar y, si eventualmente en algún caso hubiera un empate, debe votar para resolver la situación.
La semana que pasó, en el Senado, fue rechazado por 42 votos contra 25 el decreto de necesidad y urgencia (DNU) 70/23 con el que el señor Milei procura achicar el Estado –reformularlo– para alcanzar los estándares de eficiencia que considera imprescindibles para la recuperación económica de este país. Ahora deberá ser tratado por la Cámara Baja. No tiene plazos para hacerlo. Para que quede claro. El Senado no tiene el mismo reglamento legislativo que Diputados. Por ello, Villarruel, no pudo evitar que se tratara el DNU porque la reglamentación se lo impide, pero a Martín Menem, titular de la Cámara Baja, nada lo urge.
Cabe precisar que, en el ámbito del Poder Judicial, ese mismo proyecto –en algunos de sus tramos– también ha sido objetado por los jueces que decretaron medidas para “no innovar” y, por tanto, algunas reformas no pueden ser aplicadas. La reforma laboral, es una de ellas.
Algunos días atrás, en la Cámara de Diputados, el proyecto de ley Bases para la Argentina –sustancialmente parecido en sus contenidos al DNU rechazado– también cayó cuando el Poder Ejecutivo decidió retirarlo de la consideración parlamentaria porque el mandatario prefirió, ante la posibilidad de tener “una mala ley”, según su criterio, prefirió “no tener ninguna ley”. Si no es todo, es nada. Desde ese momento, el ministro del Interior Guillermo Francos opera intensamente para redactar un nuevo proyecto de ley Bases –“ómnibus”, como aquí lo llama– para acordar con los 24 gobernadores sobre cuáles son los temas que les interesan para reiniciar el proceso legislativo.
La relación entre el señor Milei y su segunda la señora Villarruel se asegura que está deteriorada. El oficialismo lo niegan, pero en el entorno presidencial se quejan porque dicen que “tiene juego propio”. Rechaza la acusación. “El Senado es un poder independiente”, replica. Montesquieu le da la razón con su obra “Del Espíritu de las Leyes”. Imposible objetarla. Así las cosas, el presidente Milei, desde el inicio de la gestión solo ha cosechado son derrotas políticas. Pese a ello nada evidencia que los traspiés tengan correlato en la valoración pública.
Aun así, hay preocupaciones en las oficinas del máximo poder del Estado. La grave situación económica se profundiza. La estanflación está instalada y en desarrollo creciente. Sin bien el Índice de Precios al Consumidor (IPC) –la inflación– cae (13,26 % en febrero último) no es suficiente para que la población perciba alivio en sus bolsillos.
Interrogante: ¿hasta cuándo y cuánto se puede estirar la angustia social de una población en la que 57,6 % se encuentra en situación de pobreza? “¡Hay que actuar rápido y antes que la gente deje de aguantar!”, coinciden en señalar influyentes funcionarios ante este corresponsal.
Mientras, los desacuerdos que no se observan en las calles sí es posible verlos en las redes donde a golpes de cliques se multiplican quienes adhieren al partido La Libertad Avanza que lidera Javier Milei. El ecosistema reticular no siempre es coincidente con la realidad real. Algunos años atrás, con claridad Zygmunt Bauman afirmó que “las redes son tramposas” y advirtió que en ellas “se suele escuchar (solo) la propia voz” porque con un solo clique el administrador pone fin a las discrepancias.
Por fuera de las redes la situación es diferente. Todos pertenecemos a una comunidad en la realidad real. En la vida cotidiana. Y allí, para convivir (vivir con) es preciso debatir, intercambiar y conceder (ceder con) para que acuerdos y desacuerdos sean comunitarios a partir de la diversidad de voces. Es prudente recordar que, así como es preciso construir consensos lo es también tener capacidad para gerenciar los disensos. En el ecosistema digital es bien diferente. Con cliques se suelen poner fin a las disidencias. A ello se añade la cultura de la cancelación que es estragante.
En la semana que pasó luego de que el DNU que impulsa el señor Milei cayera en el Senado, no fueron escasos –especialmente en la red X– los posteos en los que se proponía “colgarla en la Plaza de Mayo” a la señora Villarruel. La mayoría de las publicaciones eran de adherentes al gobierno del que forma parte. Grave. El expresidente norteamericano Donald Trump, el 6 de enero de 2021, proponía “colgar” a su vicepresidente Mike Pence.
Javier Milei, también por las redes y pese a que necesita alcanzar acuerdos sólidos para gobernar en las redes lanza agravios y amenazas. “Si no nos aprueban nada los vamos a exponer tantas veces como sea necesario”, dice. Confronta y se hace viral. Suelen ser tendencia sus bravuconadas.
Sin embargo, los desacuerdos y las violencias no son una exclusividad del oficialismo en la Argentina. También alcanzan a las oposiciones. El presidente de la Unión Cívica Radical (UCR), el también senador Martín Lousteau que votó en contra del DNU presidencial sus conmilitones lo acusan en las redes por “votar junto con el kirchnerismo”. Otros sostienen que es una acusación “excesiva”. Agregan que “leer el voto de Martín en términos binarios es ilusorio, inconducente o mal intencionado y no aporta nada”. Cada cual atiende su propio juego ideológico, político y personal.
La política cobra dinamismo. Quien fuera diputado nacional del PRO (Propuesta Republicana) José Luis Espert que dejó ese partido que fundara Mauricio Macri para integrarse a LLA, horas atrás, en el transcurso de una entrevista radial exhortó a la audiencia a incumplir con las obligaciones tributarias en la provincia de Buenos Aires. “No hay que pagar ningún impuesto” al gobernador Axel Kicillof, dice Espert. Horas después el presidente Javier Milei lo avala con una republicación en su cuenta de la red X (ex-Twitter). Coincide con Espert y considera esos impuestos “son un robo”. Sorprendente.
En la Argentina, la “evasión fiscal” se encuentra reprimida con penas de multa y de prisión operando la cuantía del monto defraudado como frontera de punibilidad porque ese incumplimiento causa un deterioro económico en las finanzas públicas y, con esa acción, el contribuyente incurre en el delito de “defraudación fiscal”. Por su parte, el artículo 209 del Código Penal prevé sanción para quien “públicamente instigare a cometer un delito determinado contra una persona o institución” y establece que “será reprimido, por la sola instigación, con prisión de dos a seis años”. ¿Qué proponen esos funcionarios públicos del más alto nivel y responsabilidad en tiempos de crisis y anarcocapitalismo?