• Por Jorge Torres Romero
  • Columnista

Hace unos años, en épocas de elecciones estudiantiles universitarias, recuerdo que con un grupo de amigos nos reuníamos para “conspirar”, porque no nos sentíamos representados por los que estaban al frente del Centro de Estudiantes. Más allá de las cuestiones “ideológicas” y posiciones políticas que asumían, lo que más reclamábamos era que nuestros dirigentes habían dejado de lado las necesidades concretas de la comunidad estudiantil, por lo que habíamos planeado crear un movimiento de oposición. Sin embargo, a pesar de que todos los compañeros estaban de acuerdo en lo que no nos gustaba y lo que estaba mal, nadie aportaba una idea o una propuesta concreta para cambiar la situación. Fue así como, llegado el momento, volvieron a ganar los de siempre, los que ya tenían una estructura sólida y un electorado duro al que no logramos convencer de la necesidad de un cambio.

Luego de la catastrófica derrota nos habíamos encontrado con un viejo profesor que nos dejó una lección, diciendo: “El que propone se opone”. Esto significa que, si queríamos ganar un espacio en la política, debíamos comenzar por proponer algo y salir de la simple queja o reclamos permanentes que no conducen a nada y menos aún convencen a nadie.

Algo parecido vemos actualmente en la oposición paraguaya, que luego de una aplastante derrota el 30 de abril pasado, todavía no se recupera y sigue victimizándose, creyendo que de esta manera van a conseguir el acompañamiento de la ciudadanía. Lo único que han hecho en todos estos meses, desde la asunción del nuevo gobierno, es lamentarse y acusar al oficialismo de un supuesto “copamiento”.

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A partir de esto, con el guiño de la “prensa amiga”, han intentado poner obstáculos y trancar cuantos proyectos o propuestas haya presentado el Poder Ejecutivo, sin pensar en ningún momento en el bienestar de la mayoría del pueblo, sino solo en sus intereses mezquinos. Así lo hicieron con el proyecto de creación de la Superintendencia de Pensiones y ahora también con la propuesta “Hambre cero”.

A nadie escapa que una oposición seria es fundamental en cualquier sistema democrático, pero, sobre todo, es necesaria una que sea propositiva y efectiva, no oponerse por oponerse y nada más. Es importante una profunda autocrítica de los dirigentes de la oposición, de modo de presentar propuestas concretas y viables que aborden las necesidades y preocupaciones de la población.

La existencia de una oposición fuerte y seria asegura un equilibrio de poder dentro del Gobierno, puesto que, de cierta manera, representa los intereses y preocupaciones de una parte significativa de la población que no tiene acceso a las instancias del poder. Esto garantiza además que se consideren una variedad de perspectivas y opiniones en el proceso político y legislativo, lo que evita la concentración excesiva de poder, lo que podría conducir a abusos o prácticas antidemocráticas.

En resumen, una oposición seria es esencial para promover la transparencia, la rendición de cuentas, el debate público y el buen gobierno en una democracia. Su papel crítico ayuda a fortalecer el sistema democrático en su conjunto y a proteger los derechos e intereses de los ciudadanos.

Claro que nuestros principales dramas siguen siendo la corrupción y la impunidad, pero, la principal responsable no es precisamente la ciudadanía por su indiferencia o el electorado “que no sabe votar”, sino son los actores políticos que deberían despertar y movilizar a las masas antes que asumir simplemente posiciones testimoniales para portadas de diarios o en busca de espacios y apariciones frente a las cámaras de televisión. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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