EL PODER DE LA CONCIENCIA

La suma de elementos que finalmente llevó a que Efraín Alegre recibiera el hartazgo y el rechazo de sus propios aliados, entre ellos, la intolerancia, la prepotencia, el egocentrismo, tardaron muchos años en echar raíces y hacerse fuertes.

Como si fuera una enfermedad, en estos días se pone más que en evidencia cómo el poder nubla la razón a los dirigentes del PLRA, al punto que la gran masa liberal ya no sabe si reír o llorar.

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Por un lado, un afiliado propone comprar todas las deudas de la organización política y pone condiciones “a su medida” para la salvación y pago de las múltiples deudas que tiene la estructura centenaria, como si el partido fuera un negocio y las voluntades de los votantes y la democracia importaran un bledo. Por otro lado, aparece “un novato” con relativo poco recorrido e ínfulas de “flautista de Hamelín” y casi ningún arrastre político que cree que tiene el apoyo de toda la legión liberal, renuncia al partido creyéndose un mesías salvador que con su melodía basta para hacer milagros y convertirse en el nuevo caudillo de la oposición. Sin embargo, apenas asumido en sus nuevas funciones se convierte en un patoterito, gritón, maleducado y bravucón, que desafía las leyes de la democracia zapateando y haciendo bochorno en el Senado.

¿Qué pueden pensar los liberales de este tipo de conductas? Solo ven lo mismo de siempre, peleas, quejas, críticas al Partido Colorado, intolerancia, arrogancia y nulas propuestas de lo que realmente se necesita para sacar al país del pozo en el que dejó el anterior gobierno.

El mal también afecta a la cabeza del partido, al propio presidente, quien no tardó décadas en aprender las mañas de su antecesor, sino que en pocos meses, de ser un dirigente abierto que escuchaba las razones de sus camaradas, ahora muestra sus primeros signos de autoritarismo, con los mismos síntomas que Efraín Alegre.

“Si van a estar del lado del Gobierno, ya no tienen nada que hacer en el partido”, amenazaba hace unos días Hugo Fleitas a los parlamentarios liberales, como un troglodita político que olvida que por más que esos afiliados sean liberales, ellos son representantes de todos los paraguayos y no piezas del ajedrez de su voluntad personal.

En su prepotencia y su certeza de ser el único salvador, hace unos días hasta amenazó a los legisladores de su partido advirtiéndoles de que si su posición es contraria a la línea partidaria, él se encargaría de establecer sanciones que podrían llegar incluso a la expulsión. Como Efraín, si no se estaba con él, lo echaban del partido. Todo, muy “democráticamente”.

Quizá alguna vez el Partido Liberal recuerde que su función no es “hacer la contra”, sino buscar el bienestar de los ciudadanos. Debería volver a usar pantalones largos y sus afiliados no comportarse como niños caprichosos, pero es difícil puesto que vivimos en la época de lo mediático y el show en el Congreso que es una forma de llamar la atención para seguir en el poder.

En lugar de usar de blanco a sus propios partidarios, deberían combatir la corrupción, como hace el actual gobierno con el desmantelamiento de la organización internacional del tráfico de armas y que le valió el reconocimiento del propio presidente brasileño Lula da Silva.

También podrían leer lo que sucede en Perú con Alberto Fujimori y el pedido de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que no se lo libere al expresidente, por más que tenga 85 años y que esté “delicado” de salud. Hubiera pensado en eso antes de cometer los delitos de lesa humanidad por los que fue condenado a 25 años.

En los últimos cinco años el PLRA fue silencioso cómplice del anterior gobierno, no realizó denuncias como corresponde para desenmascarar los malos manejos del tesoro público, y en lugar de investigar a profundidad a dónde fue a parar todo el dinero de los paraguayos y los responsables pagar por sus fechorías, “la oposición” juega a lo mismo de siempre, hacer nada, más que espectáculos y bochornos.

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