- Por Emilio Daniel Agüero Esgaib
- Pastor principal de la iglesia Más que Vencedores
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Un político cristiano me dijo una vez que si él practicaba la Biblia en el ámbito político al pie de la letra estaría en desventaja con sus enemigos partidarios. Por eso, a pesar de que él era cristiano, pensaba que algunas recomendaciones de la Biblia eran impracticables en la política. Le pregunté cuál por ejemplo y me citó Mateo 5.39, que dice: “Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha…”. Me dijo que si aplicaba ese principio sus rivales políticos le pisarían la cabeza.
Sin embargo, Dios está dispuesto a bendecir aun a los que no son cristianos que anden en Su Palabra. Este político creyó que su perdición sería caminar sobre el versículo de dar la otra mejilla; sin embargo, un no cristiano tomó como lema de su movimiento ese mismo pasaje bíblico y logró liderar a 370 millones de hindúes hacia su libertad política y económica y quitarles el yugo del imperio más poderoso de su tiempo, el británico. Ese hombre fue Mahatma Gandhi.
Décadas más tarde, en los Estados Unidos, en los años 60, un carismático y joven predicador bautista de raza negra, llamado Martin Luther King, creyó que la Palabra de Dios era poderosa en sí misma y aplicó este mismo principio bíblico y logró más que ningún otro líder de color las reivindicaciones para ciudadanos afroamericanos.
Un contemporáneo de este, Malcon X, líder afroamericano musulmán, optó por la misma lucha en su misma época, pero tomó el camino del resentimiento y el racismo en contra de sus opresores blancos y, aunque fue un gran líder, su nombre quedó opacado bajo la sombra de King a quien el mundo entero conoce y reconoce. Dios honra a los que le honran.
El apóstol Pedro también lo entendió muy bien en la pesca milagrosa (Lucas 5.4-7). Pedro intentó “toda la noche” pescar algo, según sus métodos y su sabiduría humana, y no logró nada; mas cuando Jesús le pidió que vuelva a tirar las redes, lo intentó nuevamente diciendo: “Mas en Tu Palabra echaré la red”. En su palabra, las palabras de Jesús, la Palabra de Dios y sobre Su Palabra la historia fue otra.
El cristianismo no es una religión, es un estilo de vida. La religión (o más bien la religiosidad: practicar algo por mera tradición sin entenderlo ni estar ajustado a los principios bíblicos) está caracterizada por el ritualismo, la costumbre, la tradición, la rutina, falta de pasión, la doble moral (asisten a la iglesia cada tanto, se hacen llamar cristianos, pero viven según criterios mundanos y seculares. Dios está en la Iglesia y de ahí no sale), la poca practicidad (para muchos es inaplicable lo que sabemos de Dios con lo que vivimos, los que dicen eso viven una religión y no han experimentado el Espíritu Santo), una mente cerrada y no renovada, llena de dogmas que ni siquiera entienden.
Los religiosos viven un Jesús aún no resucitado, o sea, muerto. Los discípulos estaban escondidos y temerosos, encerrados en casas, en el lapso de tiempo entre que Jesús fue crucificado y resucitado, pero después de que Jesús se les apareció resucitado todo cambió, salieron a anunciar valerosamente la Palabra e impactaron el mundo. Tenían un ideal: que el mundo conozca a Jesucristo y el poder de Dios.
Nosotros tenemos que ser la Iglesia de la resurrección. Su estilo de vida era de poder e influencia.
La Palabra de Dios debe estar encarnada en nosotros, o sea, debemos vivirla, creerla, conocerla. Ese es nuestro gran desafío para poder ser coherentes con nosotros mismos y con Dios.
“Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha…”.