“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó Dios el día séptimo de la obra que hizo”. Génesis 2:1.

El principio del día de descanso es “santificarlo”, o sea, apartarlo para cosas sagradas que importan a Dios. A Dios le importa tu descanso que va mucho más allá que solo el físico, sino tu descanso emocional y espiritual. También, este descanso nos lleva al “enfoque”. Dios quiere que un día a la semana apartemos para enfocarnos nuevamente en lo que realmente importa: nuestra comunión con él, nuestra familia y nuestra espiritualidad.

El sábado para los judíos era un día muy importante, tenía que ser un día de paz, de ahí el saludo de “shabat shalom”, sábado de paz. Para los que trabajamos y tenemos muchas responsabilidades tener un día de descanso es fundamental para el espíritu y la mente. Todo se renovaba ese día, las relaciones familiares, la fe en Dios y la renovación física y mental. Es más, había un curioso mandamiento rabínico en que el esposo y la esposa debían estar juntos sí o sí (tener relaciones) al finalizar el sábado porque así se garantizaba la reconciliación o la afirmación del amor. El punto es que ese día tenía que ser un deleite en todas las áreas.

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Si los diez mandamientos son el carácter de Dios, entonces ninguno de ellos carece de importancia. No podemos obviarlo alegremente como si nada. Así como codiciar o robar es un pecado, de la misma manera no cumplir este mandamiento también lo es.

¿Qué impide que lo guardemos? ¿El afán? ¿La ansiedad? ¿La vorágine de la semana? ¿La falta de orden? ¿La codicia? ¿La avaricia? ¿La necedad? ¿El sistema en el cual estamos inmersos? ¿La presión social que nos tiene agobiados? ¿La falta de sabiduría? ¿La incredulidad? ¿La falta de fe? ¿La rebeldía? ¿Qué realmente impide que nos organicemos como persona y familia y apartemos, de verdad, un día para descansar y enfocarnos en Dios?

Ya estoy escuchando las voces de incredulidad y están diciendo: “ojalá pudiera”, “vos no sabés mis necesidades”, “si bajo mi ritmo no llego a fin de mes”, “feliz de vos que podés hacerlo”, “eso es de haraganes o débiles, yo soy un todoterreno”, “vos no sabés mis responsabilidades” y un montón de cosas que salen de un corazón afanado.

Pero los que realmente entienden este mandamiento verán que vale la pena más allá de lo que puedan “perder”.

Mucha gente no se da cuenta que su identidad está totalmente ligada a sus actividades, si deja de hacer lo que regularmente hace se siente perdido, sin propósito, aburrido, hasta siente que pierde tiempo, si estás así es porque el sistema te ha consumido totalmente.

El día de reposo tiene como fin redirigir nuestra mente, corazón y fuerzas hacia Dios para entender que nuestra identidad y propósito debe de estar ligada a Él.

Si el trabajo que hacemos es lo que nos da identidad, cuando dejemos de hacerlo, ¿Qué haremos? Es por eso que mucha gente que se jubila entra en depresión e incluso enferma, siente que ya no tiene otro motivo más para vivir o no tiene más estimulación, visión o propósito, esto es porque nunca estuvieron realmente enfocado en Dios.

El primer mandamiento es “No tener dioses ajenos”; sin embargo, muchos cristianos usan su día de descanso en que tienen tiempo para buscar de Dios y enfocarse en Él lo utilizan para divertirse, o ver series y películas, o ir de compras, o más trabajo, pero al final del día no buscaron de Dios. Luego arrancan la semana con afanoso trabajo hasta el próximo día de descanso y volver a hacer cualquier cosa menos enfocarse en Dios y estrechar vínculos que realmente importan, después, tal vez de años, vemos las consecuencias: falta de espiritualidad, incredulidad, matrimonios o relaciones desgastadas y rotas, ansiedad, depresión, falta de propósito, ¿por qué? Porque dimos prioridad a otros dioses o cosas que a Dios.

Si los diez mandamientos son el carácter de Dios, entonces ninguno de ellos carece de importancia. No podemos obviarlo alegremente como si nada. Así como codiciar o robar es un pecado, de la misma manera no cumplir este mandamiento también lo es.

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