EL PODER DE LA CONCIENCIA

Pasaba por el Mercado 4 cuando escuché: “ustedes, los paraguayos, tienen alma de ladrón”. Giré la cabeza y la discusión era entre un oriental y un carretillero. Este, evidentemente se mostraba indignado por esas palabras ofensivas. ¡Qué se creía este extranjero para calificar de esa manera a los hijos de la tierra guaraní! Era inconcebible, hasta inaceptable. Daba ganas de hacerle tragar sus palabras.

Me detuve para escuchar. A continuación, siguió una comparación y dijo que si en Japón alguien perdía la billetera, el que la encontraba la llevaría a una estación de Policía sin tocar lo que hubiera dentro. Y preguntó: “¿cuántos de ustedes harían eso?”. Y si lo hicieran, a los policías se “les perdería” todo el dinero que pudiera contener.

Recordó que no pasa un día sin que un motochorro deje una víctima sin celular o un comercio o estación de servicio sea asaltada.

Pasan el semáforo en rojo para ganar unos segundos en un afán de engañarle al sistema y disfrutan de ser “más vivos que los demás”, continuó. Pero eso no solo sucede acá, también en toda la región. Todos son felices engañando a sus semejantes. Tal vez alguna vez se den cuenta de que está mal, pero eso lamentablemente se logra con educación, un lujo del que carecen.

Este domingo –continuó– va a ocurrir algo grandioso, algo que nadie pensó que podría suceder. En Argentina, los ciudadanos van a tener que elegir entre el sistema de gobierno conocido y ladrón y el miedo al cambio. Si gana Massa va a ser como una persona con cáncer que muere lentamente, sufriendo mucho. Y si gana Milei va a ser como si ese paciente entrara a cirugía para que le extirpen el cáncer. No va a ser agradable, por el contrario, va a ser muy traumático. No creo que Milei gane, pero de todas maneras este candidato ya quedó en la historia porque habló de moral.

Acá, al hijo del secretario privado de un dictador, asesino y pederasta lo convierten en presidente. ¿Y qué hace este mandatario? En lugar de buscar el bienestar de la gente, deja al país con las arcas vacías y con deudas enormes. Y lo peor, no va a la cárcel. Sigue siendo un “gran señor”, explicó. ¿Dónde está la Justicia?

Yo no entiendo –indicó–. En mi país, el hijo de un ladrón preferiría el suicidio a perder el honor a causa del padre. Pero acá el hijo no se avergüenza del padre, ni la esposa. Son cómplices y juntos van a misa los domingos, como una familia perfecta.

La justicia no es justicia, aseguró. Y agregó que el sistema también es “ladrón” porque a miles de presos les roba lo más sagrado que existe, la vida, pues los mantiene encerrados sin condena. Debería cambiar todo en el Poder Judicial. Es una pirámide de acomodados y aburguesados. Todos lo saben y nadie hace nada para que cambie.

El carretillero, entre furioso y no queriendo darle la razón, escuchaba la opinión del asiático. A pesar de lo dolorosas de las afirmaciones, no era capaz de rebatir el monólogo, tal vez por su escasa capacidad intelectual o porque era su jefe. Furioso, permanecía callado apretando los puños.

Era pobre, no tonto. Tampoco iba a desafiar “mokete” a este fiel representante de Kwai Chang Caine, el famoso Kung fu, porque seguramente lo haría papilla con suma facilidad. Así que optó por lo más cuerdo y siguió escuchando sin mover un dedo.

Ahora sabía que mañana en Argentina habría un “guyryry” y estaría muy pendiente del resultado. Con amargura también reconoció que no podía hacer nada para que la Fiscalía investigue a fondo al que vació el país. Nuevamente apretó el puño con rabia. Me alejé presuroso, como manda la prudencia.

Etiquetas: #Alma#ladrón

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