El ministro de Economía, Sergio Massa, junto con el jefe de Gabinete de Ministros, Agustín Rossi, son finalmente los candidatos de Unión por la Patria (la flamante creación del rebranding) para la oficialista coalición de gobierno Frente de Todos (FDT) –exFrente para la Victoria– que el peronismo habrá de ofrecer a la consideración ciudadana en las elecciones que vienen. Antes que ese binomio fuera aceptado por la vicepresidenta Cristina Fernández, por apenas 36 horas, esas candidaturas fueron –muy fugazmente– responsabilidad asignada al ministro del Interior, Eduardo de Pedro, y al electo vicegobernador de Tucumán, Juan Manzur, exjefe de Gabinete de la actual administración.

En las primeras horas de este lunes, la sorpresa política que explica la designación del nuevo binomio (Massa-Rossi) permite recordar que en los primeros días de marzo pasado el presidente Alberto Fernández no trepidó para asegurar en el transcurso de una entrevista que concedió a un medio periodístico afín: “Seré el que termine con 20 años de kirchnerismo”. De hecho, Sergio Massa, desde 2009, cuando renunció y se alejó de la entonces presidenta Cristina F., fue adversario de los Kirchner y los enfrentó políticamente hasta 2019. Nunca fue kirchnerista. Tampoco ahora. Pero, además Rossi, según informaciones circulantes que nadie desmiente, fue ubicado detrás de Massa por exigencia presidencial que condicionó el sí de los K para operar sobre Daniel Scioli, actual embajador argentino en Brasil, para que declinara su precandidatura presidencial.

El resultado es que por primera vez en dos décadas ningún kirchnerista integra la fórmula presidencial peronista. “Alberto cumple”, dijeron dos conspicuos veteranos militantes peronistas desde varias décadas, cuando este corresponsal los consultó sobre esta novedad.

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En la misma línea, los consultados sostuvieron que “el dedo de Cristina ya no tiene tanta importancia como hasta hace un tiempo” y estimaron que “por lo que se ve en las listas de las y los que pretenden ingresar en el Parlamento, la resistencia kirchnerista en el futuro se reagrupará en el Congreso y desde sus bancas intentarán marcar los tiempos a quienes finalmente resulten electos por la ciudadanía para gobernar”. Esta nueva historia recién comienza.

Como en toda contienda política interna, en el kirchnerismo no son pocas ni pocos los que quedaron y se sienten heridos. En las redes es sencillo de verificar ese sentimiento. “No hubo ‘jugada magistral’”, decía un posteo en la red Facebook cerca de la medianoche del pasado viernes. Debajo de ese disparador se sumaron una larga serie de posteos que, por lo menos hasta algunas horas atrás, no cesan.

Antes de ello –una decena de horas después de que por pocas horas la fórmula oficialista fue De Pedro-Manzur hasta que Cristina F. los bajó– otro posteo crítico, también en Facebook, ganó en el espacio público reticular: “Nunca en la comunicación política vi tanto desamparo y soledad. Han pasado más de 10 horas. ¿Alguien vio el tuit de CFK apoyando al candidato? ¿El de Máximo o La Cámpora? ¿El de Kiciloff?”. Ese militante, curtido en campañas políticas desde más de cuatro décadas, añadió con precisión: “El silencio de Massa atruena. Igual que el de la mayoría de los gobernadores. Sin apoyo planificado en redes y medios. Sin cobertura de ningún tipo”, se lanzó la efímera fórmula. ¿Después opinó que el lanzamiento fallido es “para (incorporar en) el manual de lo que no hay que hacer” y pregunta si acaso “solo importa la Prov. de Buenos Aires?” y va más allá: “¿Y la suerte del peronismo en todo el país?” El cierre del breve texto es claro: “A partir de ahora todo lo que hagan es tarde. La fórmula (De Pedro-Manzur) nació con pies de barro. En el peronismo la dispersión y el sálvese quien pueda ha comenzado”. Horas más tarde llegó el encumbramiento de Massa-Rossi. “El peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra”, sostiene un muy viejo refrán que siempre recuerda la militancia veterana. Como Alberto, el peronismo también cumple.

El oficialismo está en encendido y cruzado por debates inevitables. El más relevante –con números en la mano– es el que enarbolan aquellas personas que se preguntan y preguntan sobre “¿cómo vamos a hacer campaña cuando el candidato es el que en pocos meses llevó la inflación del 73 % anual hasta el 107 %?” Otros, en la misma línea, recuerdan que el dólar blue, paralelo, ilegal o cómo quieran llamarlo, “en diciembre 2019 estaba a USD 60 por unidad y hoy está por encima de USD 490″. Pero hay más: “¿Cómo haremos durante la campaña para rechazar los ajustes que exija el FMI (Fondo Monetario Internacional) si el candidato es el que firmó el acuerdo y todavía pasa la gorra en las calles de Washington?”. Crueldad.

Otro veterano “peronista de Perón y Evita”, como él mismo se categoriza, al ser consultado para esta columna, se manifestó “preocupado por lo que puede pasar desde la madrugada del 14 de agosto (luego del escrutinio de las PASO) si el peronismo pierde” porque “es probable que algunos indicadores macro y microeconómicos se muevan negativamente”. ¿Por qué? “Pasó en 2019, cuando Macri (Mauricio, presidente 2015-2019) perdió las primarias con nosotros”, respondió a modo de ejemplo.

En los próximos días se verá si en este país habrá nuevo ministro de Economía. Una norma ética clara indica que quien es candidato no debiera ser funcionario. Massa también podría viajar a Washington para reunirse con quienes conducen el FMI. Llegará arropado como candidato presidencial. ¿Será suficiente? ¿Se preguntarán en el seno de ese organismo multilateral si acaso esa candidatura garantiza que la Argentina cumpla con lo que se acuerde y que el peronismo, en el caso de ser oposición, no se aponga al cumplimiento? ¿Será de utilidad para que un puñado de dólares lleguen para reforzar las reservas que se atesoran en el Banco Central (BCRA)? Estados Unidos, Japón, China, Alemania, accionistas principales del Fondo, serán quienes tomen las decisiones.

La presidenta de la empresa estatal Agua y Saneamiento Ambiental (AYSA), Malena Galmarini, funcionaria y esposa del ministro y candidato presidencial, en abril pasado sostuvo enfáticamente –en Twitter– que “Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”. Interesante afirmación, aunque tal vez incompleta. Su permanencia será o no será lo que decida la voluntad popular.

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