• POR DR. MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ
  • Dr. Mime

Doctor Mime: Dentro de la vida cotidiana, hay actividades que exigen mayor atención que otras, ya que de ellas dependen no solo nuestra vida, sino la de los que amamos o de quienes somos responsables. Una de ellas es conducir vehículos, una actividad que es aprendida por el cerebro hasta hacerse automática… ¿o cuántas veces no hemos ido un lunes a la oficina en “piloto automático” pensando en lo que nos espera en la semana o escuchando las noticias en la radio?

La mitad de los accidentes de tránsito, según la OMS, se producen por algún tipo de distracción, ya sea relacionado a condiciones climáticas, falta de atención al tráfico o, simplemente, falta de concentración al manejar. Paradójicamente, se ha encontrado que en carreteras mejor iluminadas, se producían mayor cantidad de accidentes porque la gente, al ver mejor la carretera, imprimía mayor velocidad y perdía la concentración con más facilidad por los detalles más visibles por las luces. A esta nefasta estadística, también contribuye un detalle sumamente paradójico: en ensayos con simuladores de tráfico, se ha encontrado que las personas manejan más rápido cuanto menor visibilidad tienen, ya que el cerebro humano presenta una disociación entre la velocidad y el contraste manifiesto por la visión, de manera que al disminuir el contraste observado, se percibe menos la velocidad que uno lleva; de esta manera, quien conduce en una carretera neblinosa, percibe la velocidad menor de lo que realmente es.

Otra capacidad limitada que tiene el cerebro humano es la de procesar una cierta cantidad de señales por unidad de tiempo. Sabemos y leímos en este apartado, que la atención no es divisible, por tanto debe enfocarse a una sola cosa por vez. Por ello, muchas veces los interminables senderos de señales que jalonan los bordes de nuestras rutas son imposibles de comprender en su totalidad, sumándole a ello que se debe mantener la concentración en el volante, y que uno se desplaza a alta velocidad en dichas rutas. Lamentablemente, de eso parece no saber la gente que hace vialidad en nuestro país.

Estudios de los cerebros de personas dentro de un resonador magnético funcional, y sometidos a simuladores de conducción del tipo de videojuegos, mostraron, aunque parezca contradictorio, que el cerebro del copiloto es más activo que el del mismo piloto. En el cerebro de los conductores se activaron las zonas correspondientes a la percepción y el pensamiento espacial, las de la planificación de movimientos y ejecución de los mismos. Sin embargo, el cerebro del acompañante está muchísimo más activo. Esto puedo explicarlo perfectamente cuando mi esposa va conduciendo y yo voy como acompañante (cuando lea este párrafo solicitaré exilio en alguno de los domicilios de mis lectores), pero en realidad es un mecanismo que la evolución se preocupó en afinar muy bien, y que se explica sencillamente de la siguiente manera: cuando existen alertas como por ejemplo una persecución, sobrevive quien solo tiene su cerebro ocupado en huir, y no distraído en otro tipo de preocupaciones.

(…y también explico que mi esposa maneja bastante bien… aunque mi cerebro se estresa cuando yo no tengo el control…)

Al comentarles yo lo expuesto en el párrafo anterior, es entonces inevitable que los más perspicaces entre los lectores se pregunten: ¿”por qué entonces, si mi capacidad atencional y mi nivel de uso cerebral son menores cuando conduzco, se prohíbe el uso de los teléfonos celulares (en modo manos libres por supuesto) aduciendo la supuesta razón de la sobrecarga cognitiva, es decir, la distracción?” Esto se explica recordando que el uso del teléfono no es el equivalente a ir oyendo música o charlando con el copiloto, ya que en situaciones de estrés, el cerebro deja de “oír” la radio y se anula la conversación con el acompañante, mientras que quien habla con nosotros por teléfono no conoce el nivel de atención y de tensión que estamos nosotros viviendo al volante, además de no cortar la conversación por desconocer nuestra realidad en ese momento. Además, las “manos libres” producen más accidentes que el teléfono en la mano, ya que el que tiene una mano ocupada sosteniendo el teléfono es consciente de que solo tiene una mano libre para conducir, por ende, disminuirá la velocidad de manera instintiva, no así el que tiene las manos libres.

Apasionante, ¿verdad? Conducir también es una cuestión DE LA CABEZA. Nos vemos en una semana.

Dejanos tu comentario