Hebreos 10:38 dice: “Pero el Justo vivirá por la fe y si retrocediera no agradará a mi alma”. ¿En que está fundamentada tu vida? ¿en tus sueños, en tu dinero, en tu sabiduría, en tu salud o en Dios?

Ten cuidado en dónde fundamentas tu vida. Ten cuidado que ese fundamento sea sólido. Si tu razón de vivir es falible tarde o temprano te sentirás vacío y frustrado.

Vivir por la fe es vivir confiando en Dios, depender de Él todos los días y tener conciencia de que sin Él no podremos vivir.

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Esto es totalmente opuesto a lo que propone el mundo. El mundo propone la autosuficiencia, el disfrute sin límites, la dependencia emocional de los recursos naturales y de la sabiduría humana.

Pero si tu confianza descansa en las cosas, nuestra juventud, la salud o logros personales, en las personas o en nosotros mismos, tarde o temprano eso caerá. Estas cosas en sí mismas no son malas y nos ayudan a lograr muchas cosas, pero, si alguna vez nos faltan, ¿qué haremos? De hecho, nada de todo lo citado nos librará de la decepción ni de la frustración, y al final, tampoco de la misma muerte física y del juicio de nuestras almas.

¿Qué es lo que te mantendrá firme en toda esta vida y en el más allá? Solo Dios.

Miremos a Job, él tenía todo lo que un ser humano podría anhelar: una familia numerosa, bienes materiales en gran cantidad, inteligencia, audacia, poder, buen nombre, salud física y bienestar humano, pero todo eso en un solo día cayó. En un solo día lo perdió todo. Pero, ¿qué le sostuvo? Su fe en Dios.

Debes creer en Dios con todas tus fuerzas. La frase: “el justo por la fe vivirá” aparece en otras tres partes: Romanos 1:17, Gálatas 3:11 y Habacut 2:4.

En Habacut se nos muestra de manera clara la diferencia y un contraste de cómo vive el mundo y cómo debe vivir el creyente en Dios. Dice el 2:4: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; más el justo por su fe vivirá”. El impío vive sobre su propia fuerza, no descansa en Dios, esto lo hace orgulloso y rebelde, ¡pero el justo vive todos los días de su vida por fe!

La fe te sostiene aunque no veas un piso bajo tus pies; la fe te sostiene en los momentos más oscuros de tu vida, cuando tu visión se apaga; la fe te sostiene cuando ya nadie ni nada puede hacerlo; la fe estará a tu lado cuando ya no tengas más fuerzas; te mantendrás firme por la fe. Pases lo que pases, no abandones tu fe, deja que ella moldee tu carácter y que dependas de Dios. Todos los días de nuestras vidas vivimos por fe.

En Hebreos 11 vemos muchos hombres y mujeres que vivían por su fe. Abraham fue el primero. La Biblia lo llama el “padre de la fe”. Dejó todo aquello en lo cual el impío se fundamenta: familia, contactos, poder, dinero, seguridad, y por fe salió al desierto a buscar conquistar la promesa que Dios le dio.

Pablo entendió esto y, desde su momento más difícil, en la cárcel, golpeado, difamado, apresado y sin recursos dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4:13), y dijo más: “Mi Dios, pues, suplirá TODO LO QUE TE FALTA en sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (19). ¡Tu fe en Dios es tu mayor capital!

Tal vez te sientas como Abraham, que tiene que dar pasos a lo desconocido, a lo incierto, pero ten fe en Dios que él te va a prosperar.

Noé fue otro hombre de fe. Él decidió construir un arca para salvarse a sí mismo y a su familia, fue blanco de burlas y, aunque predicó, nadie nunca le creyó. Fue tal vez el evangelista más “fracasado” de la historia. Él vivió en medio de una sociedad impía y corrupta como en la que vivimos hoy, pero él decidió confiar en Dios y en su Palabra.

No importa que el mundo se te oponga, que nadie te escuche o admire, que te pongan a un costado, vale la pena serle fiel a Dios y su Palabra. Al final, todo habrá valido la pena.


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