- Por Eduardo “Pipó” Dios
- Columnista
El “negocio” de vender humo es ya un clásico del folclore político mundial.
Nuestro bendito país no podía estar ajeno a esta fauna de especialistas en “todo”, también conocidos como “todólogos”, cuya virtud consiste en decir lo que todos saben con palabras difíciles, hacerle escuchar al cliente ocasional lo que este quiere escuchar y, factor clave del negocio, recorrer los medios de comunicación, donde los amigotes de turno les dan cámara y micrófono de modo a promocionar, alabar y tratar de instalar con falacias y medias verdades, las teorías que le convienen a sus contratantes que generalmente son los mismos contratantes del que les presta el micrófono.
Por ello, no es raro ver que sean siempre los mismos “analistas” los que se repitan continuamente como invitados en los programas de los medios “amigos”, y que luego sus frases sesudas y profundas sean los titulares en periódicos y redes sociales del equipo.
Como si no fuera suficiente con los autóctonos, nos han aparecido por arte de magia, desgraciadamente, los “todólogos” importados. Algunos de ellos ya pululan hace tiempo por el ambiente y tienen casi siempre a los mismos clientes, por lo cual escuchamos de ellos la misma cantinela una y otra vez por más que en la mayoría de los casos termine pifiándole bien grande; pero como la regla del medio amigo es la de no repreguntar jamás, ni dudar, y menos aún, recordarle que hace tres o cinco años vaticinó las mismas pelotudeces, con el mismo análisis lleno de premisas falsas, total… no pasa nada.
Y también están los “todólogos de oportunidad”, que aparecen por nuestras tierras en períodos electorales, los famosos especialistas en campañas, “el que le hizo ganar a mengano en Tanganica”, “el que nos recomendó el equipo de perengano en Brasil” y etc., etc. Esta especie es más carera, porque tiene que dar el golpe de una y rajar a buscar otro incauto.
¿Quienes son peores? Seguramente los del “staff permanente” que se sostienen colgados de algunas oenegés truchas, haciendo “papers” llenos de obviedades, columnas en medios escritos, larguísimas y de contenido mediocre, supuestos estudios o consultorías con los que desangran, si están cercanos al Gobierno, a alguna binacional o si no, algún programa de algún organismo internacional donde nunca falta algún amigote que tira algún “trabajito” con quien luego se reparten lo cobrado, o si esta en la llanura, alguna miserable gobernación o municipio donde se puede cazar algún zoquetito para pagar las cuentas mientras surge algún golpe o aparece alguna campaña electoral nuevamente. Estos personajes tragicómicos, ya entrados en años algunos, lo que les da un aire mas de “gagá” que de intelectual, se pasan repitiendo lo que el equipo al que sirve quiere oír y esto al final es mal negocio para ese equipo, por que les hacen vivir en burbujas que no existen, cometer errores infantiles, creerse el cuento y terminar en otro fracaso. Salvo que el asesor rival sea aún más torpe y ahí puede que les vaya bien, pero no será por obra y gracia de nuestros “vendehumos”, precisamente.
Finalmente me quedo con los que vienen, picotean de una y se van, así los aguantamos cada 3 años y no todo el tiempo, opinando pelotudeces de todo lo que surja.
Y sí, es responsabilidad de nosotros, la prensa, tratar de ser objetivos a la hora de informar un hecho, lo que no necesariamente implica que seamos imparciales, pero al menos hay que admitir que uno tiene su preferencia hacia un sector, lo cual no está mal, y no hacerse el neutral, cuando se actuá descaradamente en contra o a favor de un grupo. Y más aún cuando se esconde la información, o sea se le niega al ciudadano el derecho a estar informado de las cosas, y que este decida luego, la versión de a quién creer.
Y es más grave aún que los “analistas” luego, obviando hechos graves, inventando cuestiones aún más graves, y basándose muchas veces hasta en las famosas “fake news” o noticias falsas, elaboren un informe para medios nacionales y hasta a veces internacionales, haciendo conclusiones sobre información que saben que es falsa. Esto es peor aún que una encuestrucha de Twitter o algún encuestador “de la casa” a medida.
Finalmente, creo que el 30 de este mes tendremos claro a quién decidió creerle la gente, y a quiénes, ya ni siquiera, le presta atención.