“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Ya en noviembre y diciembre pasados las consultoras locales e internacionales dibujaban escenarios negativos para la Argentina 2023-2024 con caídas económicas, 100% de inflación, mayor devaluación (estímulo al contrabando en nuestro caso, y no por el problema de la mentalidad de los paraguayos, sino por el enorme diferencial de precios y las compresibles necesidades de hacer rendir el salario y el ingreso de muchísimos paraguayos a los que les duele el estómago y el bolsillo), el cuidado extremo de sus reservas internacionales, la elección presidencial, y el monitoreo del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se muestra muy generoso, al encontrar un interlocutor “serio” en el actual ministro de Economía, Sergio Massa. Pero ya desde mediados de febrero algunos analistas argentinos opinaban que “la Argentina salió del mapa, y que se imponía resucitar a la hora del análisis del futuro algo denominado “Conundrum”; es decir, la adivinanza.

Es que se consolidaban los perjuicios económicos y sociales de la peor sequía en casi 60 años que hacía estragos la producción de soja, maíz, trigo, entre otros rubros agrícolas, e incluso también golpeaba la actividad ganadera. En consecuencia, como señal fuerte se adelantaba que la Argentina tenía que importar unas 10 millones de toneladas de soja para sus negocios agroindustriales, que prácticamente es igual a nuestra propia cosecha esperada este año, sabiendo que en el 2022 el 80% de las exportaciones de soja nuestras en grano tuvo como destino el vecino país. El promedio de demanda anual de soja que ha registrado la Argentina es de casi 40 millones de toneladas. Hoy la oferta es de 33,5 millones de toneladas, de las cuales están realmente disponibles 29,3 millones de toneladas. Brasil está con una buena zafra de 153 millones de toneladas. Y en años anteriores Uruguay y Bolivia abastecían a la Argentina de soja en grano, cuando se daba un faltante extra. La sequía se extiende a Uruguay, por lo cual hay más posibilidades para nuestro país, con un flete más favorable. En el caso del maíz las pérdidas también son importantes con apenas 41 millones de toneladas (52 millones de toneladas en el 2022), y en el caso del trigo se ha pasado de 22,4 millones de toneladas a 12,4 millones de toneladas. La sola cosecha de soja y maíz sería la menor en 15 años.

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A la luz de estos resultados cuantitativos desfavorables, la exportación de la agroindustria o agrobussiness argentina podría experimentar (los escenarios son varios) una caída de US$ 14.000 millones en el mejor de los casos y de US$ 18.400 millones (-20%) en el último peor escenario, que no es el último (-33%). El Gobierno tiene dos preocupaciones fundamentales: 1) Cómo compensar la pérdida de divisas vía las exportaciones para sostener sus reservas internacionales, suavizar sin “escape” los mayores precios del dólar (hay más de 30 cotizaciones) y evitar otro año con inflación del 100%; y 2) Cumplir con el programa del FMI –con generosidad extendida– y mantener el ajuste de las cuentas fiscales, en un año electoral. En base a las pérdidas de dólares por el bajón de las exportaciones rápidamente se hacen cálculos sobre la disminución de la recaudación de impuestos, que podría ir de US$ 3.000 millones a US$ 6.500 millones. Por el hecho de que las exportaciones están fuertemente golpeadas por los impuestos. Con base en las pérdidas de dólares por el bajón de las exportaciones, rápidamente se hacen cálculos sobre la disminución de la recaudación de impuestos que podría ir de US$ 3.000 millones a US$ 6.500 millones. Por el hecho de que las exportaciones están fuertemente golpeadas por los impuestos.

Y en el último eslabón está el productor argentino que, pese a la sequía y a la producción, tiene que pagar más impuestos por lo que lo impone el denominado “Índice Fada”. De cada 100 pesos de renta que genera una hectárea 67,20 pesos van a impuestos. Los cortes de rutas por parte de la gente de campo ya son una realidad. Entre el 2002-2022 el valor de la agroproducción industrial en Brasil pasó de US$ 120.000 millones a US$ 500.000 millones. Equivalente al producto interno bruto (PIB) actual de la Argentina. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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