• Por Hno. Mariosvaldo Florentino
  • capuchino.

Más que nunca estas palabras de Jesús nos llegan muy fuerte. Creo que casi todos nosotros nacimos en una cultura cristiana. Siempre escuchamos hablar de lo que es bueno y justo, de la fe, de la Iglesia y de Cristo. Por eso, muchas veces cuando escuchamos la invitación de Jesús: “conviértanse”, nos da la impresión que él está hablando para otras personas, y no para nosotros que desde pequeñitos hacemos la señal de la Cruz, y hasta decimos algunas oraciones.

Sin embargo, cada día más nos damos cuenta que la realidad es otra. La actualidad de las palabras de Jesús es asustadora. Parece que ellas fueran dichas pensando exactamente en nosotros: “Cambien su vida y su corazón”. Nuestro cristianismo, sin darnos cuenta, está cada día más superficial y frágil. Nuestra fe cada vez más está perdiendo expresividad. Despacito están cortando nuestras raíces.

Existe hoy en el mundo occidental una fuerte ideología anticristiana. En algunos países es aun discreta, trabaja por debajo de los paños, en otros es abierta, violenta e inescrupulosa.

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Esta ideología está siendo asimilada en las escuelas, en los medios de comunicación, en las músicas, en las literaturas, en las modas... desde hace mucho tiempo, y ahora cada vez más podemos reconocer sus frutos. Tiene un sutil poder de convencimiento que nos atrapa. Muchas veces ya tenemos vergüenza de asumir nuestra identidad religiosa.

“Conviertan su corazón a la verdad” – Infelizmente son muchos los cristianos que ya piensan que todo es relativo. Piensan que la verdad real, segura y coherente no existe. Creen que todas las cosas no pasan de opiniones. Nos estamos habituando a la media verdad y también a la mentira, como si tuvieran el mismo valor. Está naciendo una cultura que prefiere evitar cualquier discusión, que prefiere mantener la paz, aunque sea mediocre. Esto es un problema gravísimo. Pues sin reconocer que en la vida existe lo que es verdadero y lo que es falso, y que esto no depende de mi estado mental, sino de criterios objetivos, nosotros estamos destruyendo la propia posibilidad de convivencia. Las consecuencias las podemos encontrar en todos los niveles: son los matrimonios que no consiguen más llegar a un acuerdo; son los hijos que no aceptan la autoridad de los padres, pues dicen yo pienso diferente; son los alumnos que no obedecen a los profesores; son las organizaciones que nacen y desaparecen por falta de dialogo; los fieles que no quieren ni saber lo que piensan sus pastores...

Al principio, parece una cosa buena, hasta parece una real promoción de cada uno de nosotros el decir que cada uno hace “su verdad”, pero mirando las consecuencias, vemos que es nuestra destrucción, pues esta ideología es la consagración del egoísmo.

La propuesta de Jesús no puede ser otra que una sincera conversión a la verdad. Nosotros creemos que la verdad existe y que ella debe ser conocida, pues “solamente la verdad nos hace libres.”

También la libertad es otra idea manipulada en nuestros tiempos. Nos hacen creer que ser libre es decidir según los antojos del momento, sin preocuparnos con las consecuencias, sin tener en cuenta que cosa sea buena o justa. Consecuencia del relativismo es también creer que la libertad no está orientada al bien, sino que es andar en cualquier dirección. Es así que encontramos hoy muchas personas esclavas de las modas, del consumismo, de los vicios, de su egoísmo, de su ignorancia, de las apariencias, del sexo... y que se creen libres, están convencidas que están siguiendo su libertad, cuando en verdad no pasan de marionetas en las manos de un sistema comercial.

Es en esta realidad que Jesús nos dice: “Conviertan su corazón” a la libertad que solo puede nacer de la verdad. La propuesta de Jesús es seria, o nosotros entramos realmente en un proceso de conversión o seremos tragados por esta ideología anticristiana. No basta buena intención. No basta tener algunas prácticas religiosas superficiales. Es necesario un camino de conversión. Es fundamental buscar la verdad si queremos ser realmente libres. ¡Coraje! ¡Con él, nosotros venceremos!

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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