Aquellas personas que conocen el valor intrínseco de escuchar activamente a su interlocutor tienen mejores chances de entender y comprender lo que se dice antes de emitir su opinión o respuesta.

La capacidad de escuchar hábilmente constituye el cimiento para poder cultivar relaciones personales positivas. Muchas veces cometemos el error al comunicarnos de querer impresionar a la otra persona, pero la importancia de una buena comunicación consiste en estar siempre dispuesto a escuchar lo que los otros tienen para ofrecer.

Dale Carnegie en su libro “Como ganar amigos e influir sobre las personas” aconsejaba: “Puedes ganar más amigos en dos semanas siendo un buen oyente que los que podrías hacer en dos años tratando de que la gente se interese en ti”.

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Resulta muy común y hasta normal que muchas personas están acostumbradas solo a hablar de ellos, abordando sus inquietudes y preocupaciones, sin dimensionar en contrapartida la importancia de desarrollar relaciones fuertes con otros.

Ser un buen oyente nos da la posibilidad de poder relacionarnos mejor con otras personas y en distintos niveles, lo que nos podría llevar a desarrollar relaciones mucho más fuertes y duraderas.

Resulta increíble los beneficios de saber escuchar activamente, pues nos permite poder aprender mejor de nuestros amigos y su familia, el trabajo, la organización para la cual trabajamos y de nosotros mismos, cuando nos disponemos a escuchar atentamente a los demás sin interrumpirlos.

Resulta difícil creer que uno tiene todas las respuestas, ya que nos podría poner en una situación de peligro, puesto que no resulta fácil seguir creciendo y aprendiendo en forma simultánea. Muchas veces tenemos la creencia errónea que cuanto más alto estemos dentro de la estructura organizacional de una empresa, menos interés tenemos en escuchar a los demás, cuando que en la práctica resulta lo contrario, pues cuanto mejor posicionados estemos, más dependencia podríamos tener de otros para poder obtener una información confiable.

Uno de los éxitos primarios de muchas empresas está basamentado en saber escuchar a su gente, ya que cuanto mayor sea el torbellino de ideas más posibilidades de innovación y creatividad se podrían dar. Cuando los directivos tienen el buen hábito de escuchar a otros, es probable que casi nunca le falten ideas.

Si como directivo les das a los subordinados la posibilidad de que puedan expresar sus pensamientos e ideas, de emitir opiniones y sugerencias y se los escucha con una mente activa y abierta, siempre podrá haber un mejor flujo de ideas dentro de los equipos. La parte negativa en todo esto es que cuando las personas se den cuenta de que no haces el esfuerzo por escucharlos, que no te sorprenda que busquen a otras personas que sí los harían.

La práctica de buenas habilidades de escuchar a la gente resulta siempre atractiva, puesto que si uno se propone escuchar con constancia a los demás, valorándolos como personas es probable que desarrollen una fuerte lealtad hacia uno.

Aquí lo importante es predisponernos a querer escuchar, mirándolo fijamente y poniendo toda nuestra atención, para lo cual si tenemos una agenda recargada deberíamos buscar el momento adecuado para poder entablar la conversación.

Una regla de oro es tratar en lo posible de no interrumpir al otro, pues muchas veces podría ser tomado como una falta de respeto. En caso que tengas el hábito de interrumpir en las conversaciones, sería bueno que hagas un autoexamen a fin de determinar los motivos que te ayuden a cambiar de actitud.

No debemos concentrarnos solamente en escuchar a la otra persona, sino concentrarnos en lo que dice para poder entender, pues el escuchar en forma eficaz requiere algo más que simplemente oír las palabras que se transmiten. Para entender mejor, es necesario ser un buen oyente, lo cual ayuda a poder reunir un mayor cúmulo de información y a aumentar la comprensión de lo que la otra persona te está transmitiendo.

La mayoría de las personas tenemos la capacidad de oír, pero en contrapartida son pocos los que realmente tienen la virtud de saber escuchar, ya que entre uno y otro existe una gran diferencia.

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