• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

En la estribera de las elecciones internas simultáneas de este 18 de diciembre, el oficialista proyecto Fuerza Republicana giró de nuevo hacia el principio de su discurso, reivindicando la supuesta pureza colorada de sus candidatos y precandidatos. La idea es golpear al presidencialista adversario, Santiago Peña, por su pasado en el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), con el ánimo de encasillarlo como de pensamiento liberal. Pues, bien, el Partido Colorado también está inficionado de afiliados ideológicamente neoliberales, conservadores recalcitrantes, derechistas irredentos y nostálgicos fascistas. Y haraganes oportunistas.

Empezando por el mandatario Mario Abdo Benítez Jr., quien es incapaz de descifrar la matriz doctrinaria en su contexto histórico de la Asociación Nacional Republicana (ANR). De padre simpatizante de la Concertación Revolucionaria Febrerista (CRF), luego convertida en Partido Revolucionario Febrerista (PRF), aunque murió siendo estronista. Su abuelo, el coronel Victoriano Benítez Vera, quiso destruir el coloradismo a cañonazos desde la Caballería, para fundar sobre sus escombros el Partido Obrerista, inspirado en el Justicialismo argentino.

Hasta viajó a Buenos Aires para adquirir experiencias, aprovechando la ceremonia de asunción del general Juan Domingo Perón el 4 de junio de 1946. Mientras, conocedor de sus intenciones, el teniente coronel Enrique Jiménez se apodera de la guarnición militar ubicada en Campo Grande. Informado por sus leales de lo que ocurría en el país, Benítez Vera regresa de urgencia, y tras una breve escaramuza es derrotado. El mandatario de entonces, general Higinio Morínigo, en su papel de columna del medio solo intervino para felicitar al vencedor. Todos estos antecedentes no podrían invalidar el coloradismo del que se ufana Marito si hubiera demostrado fidelidad a su ideología. Pero, no. Él decidió seguir siendo estronista, la antítesis del republicanismo, como toda dictadura. Así que…

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Hasta el presuntuoso Nicanor Duarte Frutos tiene sangre híbrida. Y él lo sabe. De Arnoldo Wiens ni hablemos. Tiene de colorado lo que yo tengo de negro en mis cabellos y barba. Es un afiliado que no conoce ni dónde queda la seccional de su barrio. Lo retrato genuflexo y oportunista. Miembro pleno de un gobierno mediocre y corrupto. Pero volvamos a nuestro recuento que, aunque corto, intenta ser preciso. En 1911, durante el breve pero intenso gobierno del coronel Albino Jara, el ilustre doctor Manuel Domínguez renunció al Partido Colorado para sumarse al proyecto del “varón meteórico”, quien no tenía ninguna intención de dejar el poder como había prometido. Derrocado Jara por un golpe militar “suave”, en julio de ese mismo año, Domínguez conoce el ostracismo. El generoso fundador de la ANR lo invita a regresar al partido, y así lo hizo.

Sigamos. En plena llanura, el imán moral de Juan León Mallorquín atrae al Partido Colorado al joven universitario Roberto L. Petit. Su padre, Gastón Luis Petit era adherente del Partido Liberal. El 14 de julio de 1946, el autor de “Mi patria soñada”, Carlos Miguel Jiménez, adjura del comunismo y solicita la inscripción de su nombre en el libro rojo, en memorable carta dirigida a Mallorquín, por entonces, presidente de la comisión directiva republicana. Natalicio González también contribuye con la incorporación de un gran intelectual que no nació en cuna colorada: don Víctor Morínigo. El autor del “Antinacionalismo liberal” era hijo de un dirigente “azul”, sobrino de don Adolfo Riquelme y ahijado de bautismo de Manuel Gondra. Tanto Roberto L. Petit como Víctor Morínigo enriquecieron la doctrina colorada con estudios y análisis que muy pocos han leído. Dentro de este gobierno, definitivamente, ninguno.

Un gran segmento de los afiliados al Partido Colorado ya no se deja seducir por quienes ofrecen cargos a cambio de lealtades. Como lo están haciendo con frenética desesperación quienes han convertido al gobierno en la cueva de los cuarenta. En abril del 2008, miles de afiliados, alentados por Luis Alberto Castiglioni y hastiados de la verborrea grosera y ordinaria de Nicanor Duarte Frutos, sufragaron a favor de Fernando Lugo, colaborando para que el ex obispo se convierta en presidente de la República. Lo que le valió a Duarte Frutos la “insigne” distinción de “mariscal de la derrota”.

Cuando a finales del 2016 el entonces ministro de Hacienda, Santiago Peña, decidió afiliarse al Partido Colorado, Duarte Frutos la consideró una actuación “vergonzosa”. Para mí, en particular, lo vergonzoso y aberrante es el estado de corrupción que degeneró la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) de la mano del ex presidente de la República.

La descomposición moral ya hizo metástasis. Este hombre, mental y socialmente alienado, no conoce de límites. Ya no se trata solo de nombrar a mises o de ascender dos veces en cuatro meses a una hermosa señorita para revalidar el orgullo masculino, al parecer muy menguado; ya no se trata solo de enviar a la ex novia de uno de sus hijos a la sede de Encarnación con un salario que supera los 64.000.000 de guaraníes; ya no se trata de conceder beca por casi 10.000 dólares a una empleada de la entidad, que no tendría objeciones si no fuera porque la niña gana más de 30.000.000 de guaraníes, mientras para los humildes ese rubro no pasa de 1.500.000; ya no se trata solo de llenar la institución de parientes políticos (no de sangre) y familiares de amigos. No, hay cuestiones más graves.

Como el botón de la muestra: Yacyretá regaló discrecionalmente víveres por más de 3.000.000.000 de guaraníes, solo este año, a un personaje disfrazado de dirigente social y que fue denunciado por múltiples estafas. Y con prohibición de salir del país. ¡Ah, claro! Repartió los víveres a quienes participarían de la caminata del precandidato Arnoldo Wiens por la ciudad de Roque Alonso. Estos son los que reclaman de labios el coloradismo que deshonran con sus actos. Como dije, apenas estoy calentando motores. Buen provecho.

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