La familia fue conformada mucho antes que el Estado. Desde tiempos inmemoriales, ya existió la familia. Aunque se argumente que las familias antes no eran monogámicas y que estaban conformadas, por lo general, de un hombre con varias mujeres y varios hijos de ese hombre –diciendo, incluso, que hasta en la Biblia se ve esto– es también verdad que la familia monogámica es el concepto bíblico más básico y primigenio. Cuando ya desde tiempos antiquísimos las sociedades vivían, en su mayoría, en poligamia, Génesis 1.27 en adelante hablaba de una pareja conformada por un hombre y una mujer viviendo en exclusividad uno con el otro en una sola carne y fidelidad absoluta. Hasta que cayeron en pecado y en la degeneración natural que produce el pecado: en el capítulo cinco de Génesis se registra que un tal Lamec es el primero en tener dos mujeres (poligamia).
También la evolución natural de la sociedad nos demostró, a través de los siglos, que era mucho más ordenado, sano (emocional, social y físicamente), menos conflictivo y más barato (en términos económicos, lo que siempre es tan importante para el desarrollo de las sociedades) el matrimonio monogámico, y este se posicionó sobre otros tipos de uniones.
Con el tiempo, el Estado, para darle garantías y protección a esta unión del hombre y la mujer, por su capacidad reproductiva y por el cuidado que implica tener hijos por parte de la pareja, estableció leyes, obligaciones y derechos para resguardarla. De ahí, la misma etimología de “matrimonio” viene de la palabra “matriz”, por su potencial reproductivo.
Es por eso que solo ese tipo de unión fue legalizada. Por el contrario, nunca fue legalizado en la historia, por no ser necesaria, la unión de personas del mismo sexo, porque no tiene en sí misma el potencial reproductivo y porque esas uniones no aportaban nada a la sociedad en sí, eran uniones privadas y personales que solo le incumbía a la pareja.
En teoría, lo que buscan las parejas homosexuales es un reconocimiento social y jurídico de su unión sentimental para tener derechos de herencia y otras cuestiones; pero solo para esas cosas es innecesario llamarlo “matrimonio”. El hecho de querer llamar “matrimonio” es justamente para confrontar, chocar, igualar o desmeritar el verdadero concepto de matrimonio y su condición sagrada. Es por eso que no se conforman solo con casamientos civiles sino que buscan también casarse por lo “religioso”. Es un desafío a la religión y una búsqueda de socavar la fe y las normas morales religiosas, contrarias a las suyas, para así quitarle cada vez más el sentido de importancia y santidad que ella tiene. La meta es quitar toda esencia y santidad a esta unión.
Pero el matrimonio monogámico, mucho antes que el Estado le dé reconocimiento y protección, ya era un derecho religioso con connotaciones espirituales y con obligaciones de compromiso mutuo de la pareja. O sea, el matrimonio monogámico o la familia tradicional fue un tema espiritual mucho antes que secular; de hecho, lo sigue siendo.