“Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y Él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al Señor y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos. Honra al Señor con tus riquezas y con lo mejor de todo lo que produces. Entonces Él llenará tus graneros, y tus tinajas se desbordarán del buen vino”. (Proverbios 3.5-10, NTV).

Una de las preguntas más recurrentes en los creyentes es “cómo saber la voluntad de Dios para mi vida”. Esta pregunta podría traducirse así: “Cómo puedo saber qué quiere Dios que sea o que haga”. Pero lo que está detrás de todo esto es: “Cómo tener una vida más trascendente”, “cómo sentirme más pleno”, “cómo tener éxito en mi vida”. Y la verdad que Dios nos creó para tener éxito, decir que no sería decir que Dios nos creó para ser fracasados, y no creo que eso lo crea ningún verdadero creyente. De que Dios quiere que tengamos éxito, lo quiere. Claro, éxito según su voluntad, no la nuestra. El éxito humano, por lo general, es ególatra, vanidoso y posesivo. Eso no es tener éxito para Dios (Jesús preguntó, en Mateo 16.26: “¿Qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”. Ganan el mundo, pero pierden el alma, y al perder su alma pierden el mundo que tanto se han esforzado en ganar). El éxito humano sin Dios es, a la postre, el peor de los fracasos.

El éxito es vivir una vida conforme a nuestro propósito espiritual, lo cual no implica no tener pruebas y desafíos constantes.

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Damos por hecho que, si vivimos la voluntad de Dios, será una vida satisfactoria y buena, agradable y perfecta, más allá de las circunstancias que nos podría tocar vivir. De hecho, eso dice la Biblia en Romanos 12.2.

En las Escrituras encontramos una promesa muy real, de la cual todos los creyentes tenemos que sostenernos. Es una promesa de guía. Allí encontramos la receta, la propuesta y la promesa.

Esta promesa está en muchas partes de la Biblia. El Salmo 32.8 dice: “Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes de andar, sobre ti fijaré mis ojos”.

Dios nos promete, en muchas partes, guiarnos, y tenemos que creerle. “Fíate de Jehová de todo corazón” es su primera receta. Dios nos dice que sin fe es imposible agradarlo, y la fe es confiar en Él, o sea, en su Palabra, en sus recomendaciones, mandamientos y enseñanzas, aunque muchas veces no entendamos ni confiemos en ellos por incredulidad o rebeldía.

Dios tiene un plan personal para vos. Ni la cantidad de cabellos que tenés en tu cabeza escapan de su conocimiento.

A veces nos cuesta confiar en Dios porque no lo conocemos. De manera natural, desconfiamos del desconocido, más aún si este desconocido quiere tomar las decisiones más importantes de nuestra vida. Queremos saber la voluntad de Dios para nuestros sentimientos, nuestra espiritualidad, nuestra familia, nuestra carrera, y es difícil que recibamos consejo de una persona extraña para nosotros, en quien no confiamos.

Pero Dios no solo nos conoce, Él nos hizo, Él sabe quiénes somos, más de lo que nosotros sabemos, y Él sabe aun nuestro futuro. Él sabe de qué somos capaces, tanto en lo bueno como en lo malo. A Dios no lo sorprenderemos ni con nuestros logros ni con nuestros fracasos. Además de que nos conoce, es un ser infinitamente sabio, que todo lo sabe.

Tenemos que tener esa fe: Dios sabe todo de mí, todo de todo y todos y me ama. Es imposible fracasar confiando en Él. Conocer y obedecer a Dios es ser bendecido (Jeremías 9.24). En Nahum 1.7 dice: “El Señor es bueno, un refugio seguro cuando llegan las dificultades. Él está cerca de los que confían en Él”.

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