• Por Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino.

Jesús pronunció estas palabras al final de la última cena, y seguramente los discípulos no la habían entendido en su profundidad. Ellos aún no sabían nada sobre el misterio de la cruz. No se imaginaban hasta qué punto Jesús estaba dispuesto a amarles.

Escuchando aquellas palabras, en aquella noche de fiesta, en el banquete de pascua, creo que habrán dicho: ¡lo haremos muy bien! ¡amaremos como tú nos has amado! Habrán recordado los tantos lindos momentos que habían vivido juntos en aquellos años. Tal vez pensaban, que también ellos debían hacer alguna fiesta para sus amigos, que debían invitarles a compartir sus alegrías.... Cuando en aquella misma noche Jesús fue preso por los soldados, los discípulos fueron tomados por el miedo, por el pánico, y huyeron todos... Y Jesús hasta les ayudó a irse... ¡Si es a mí que quieren, dejen que ellos se vayan...!

Allí recién empezaba la gran prueba de amor que Jesús les quería dar...

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Jesús estaba dispuesto a dar su vida por sus amigos.

Estaba dispuesto a permitir que le torturen...

Estaba dispuesto a llevar una cruz en sus hombros...

Estaba dispuesto a ser clavado en una cruz...

Estaba dispuesto a perdonar a todos los que le habían hecho el mal...

Estaba dispuesto a dar hasta su espíritu...

Estaba dispuesto dejar que abran su corazón con una lanza...

Estaba dispuesto a entregar hasta su última gota de sangre...

Y todo esto para decir que su amor era así, capaz de no pensar en si mismo, y darse completamente... capaz de amar hasta el extremo... hasta anularse completamente.

Los discípulos, aunque habían huido, supieron todo lo que le había sucedido. Mas en aquellos días estaban con tanto miedo, tan trastornados que seguramente ni consiguieron pensar directamente en los hechos de la cruz... Es solo cuando se encuentran con Cristo resucitado, una, dos, tres y muchas veces... despacito van perdiendo el miedo, y empiezan a recordar, reflexionar y entender muchas de aquellas palabras que Jesús les había dicho antes. La resurrección de Cristo, llenaba de luz cada palabra suya que antes había pronunciado. Ahora ellos podían comprender lo que parecía un enigma. Ahora ellos podían entender el mandamiento nuevo. El mandamiento antiguo era: ¡ama a tu próximo como a ti mismo! Este ya era un mandamiento bastante exigente, pues cada uno cree que tiene más derechos que los demás. Nuestro egoísmo nos hace muy generosos con nosotros mismos y muy exigente con los demás. Pero, de igual modo el criterio del amor en este caso, al final soy siempre yo. Ahora Jesús les había dicho: mis discípulos deben asumir un nuevo criterio para el amor. Les doy un mandamiento nuevo: que ustedes se amen unos a otros; como yo les he amado. Ahora el criterio ya no es cuanto yo me amo, debo también amar a los demás. Ahora el criterio es Jesucristo, debo amar como Él me ha amado, esto significa, hasta el extremo, dando mi vida por mis amigos.

Quien ama a los demás como se ama a sí mismo, ya hace una gran cosa, pero no será capaz de dar la vida, de aceptar hasta una injusticia, no será capaz de sacrificarse por los otros, pues el criterio será siempre el amarse a sí mismo... Pero, cuando el criterio es Jesucristo - el amor se transforma en algo mucho más exigente.

Que Cristo resucitado nos de la gracia del Espíritu Santo, y que nos enseñe a amar como Él nos ha amado....

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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