DE LA CABEZA

  • Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

La mímica es el arte de hablar con las manos. Para las personas que no oyen, ese pequeño recuadro en la parte inferior izquierda de la pantalla con una señora que gesticula con sus manos “como pájaros en el aire”, al decir de la música, es un medio de comunicación que los hace reír y emocionarse como si estuviesen escuchando un relato o un chiste. Y es que la mímica es un lenguaje propio con sintaxis, semántica, retórica, y hasta ironía. Su construcción se basa en los mismos principios que el lenguaje hablado; es decir, una serie de símbolos convencionales a los que se les da significado. Pero la diferencia es que aquí no existe sonido alguno.

Cuesta creer que hasta hace poco, algunos países prohibían el lenguaje mímico. Los alemanes, incluso, pusieron en boga el llamado “método alemán”: ataban las manos a la espalda de los niños que intentaban comunicarse con gestos. Esto originó una verdadera “epidemia” de jóvenes que egresaban de la escuela secundaria en Alemania, absolutamente incapaces de comunicarse con el entorno, e incluso considerados en muchos casos como infradotados cognitivamente. Esto duró, aunque pueda parecer irreal, hasta el año 2002, cuando el gobierno alemán reconoció al lenguaje de señas como un idioma. Hoy en día, gracias a Dios, tenemos desde poesía hasta coros mímicos. Sin ir más lejos, en uno de los episodios de la serie juvenil “Glee”, muy popular hasta hace unos diez años y que aún puede verse en algunas plataformas de streaming, y que cuenta la historia de un coro de una secundaria en los Estados Unidos, presenta la integración con un coro de sordomudos que interpretan muy emotivamente en lenguaje de señas, nada más y nada menos que “Imagine” de John Lennon.

Las zonas del habla comprenden el área de Broca y el área de Wernicke, que en los diestros y en la mayoría de los zurdos se encuentra en el hemisferio izquierdo. Cuando se lesiona la primera, el habla no fluye aunque la comprensión de la palabra está intacta, conformando la llamada afasia de Broca. Cuando se lesiona la segunda, la comprensión es nula, y aunque la persona pueda articular las palabras, estas no tienen sentido ni orden, y la persona experimenta algo similar a que le hablen en otro idioma, conformando la llamada afasia de Wernicke.

En el caso del lenguaje mímico, las lesiones en el área de Wernicke llamativamente no repercuten en el mismo, pudiendo los pacientes con este trastorno expresarse en el lenguaje de señas sin ningún tipo de inconvenientes. En cambio, los pacientes que presentaron afasia de Broca encuentran gran dificultad para efectuar posiciones de señas con la mano, como si sus extremidades “tartamudearan” para producir palabras por el lenguaje de señas, aunque no tuvieran ningún tipo de problemas para los movimientos finos requeridos, sino hasta el momento de expresarse con mímica, donde no eran seguros. Esto demuestra que, pese a correr por canales diferentes dentro del sistema nervioso, tanto el lenguaje hablado como el de señas, sin embargo, ambos se procesaban en el mismo lugar. No existe una zona cerebral para cada idioma, sino que existe un centro del lenguaje único, sea este verbal en cualquiera de sus orígenes, o por señas. Por lo que vemos, el lenguaje sí ocupa lugar y, obviamente, nos tiene DE LA CABEZA. Nos leemos en una semana.

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