• POR EMILIO DANIEL AGÜERO ESGAIB
  • Pastor Principal de la Iglesia
  • Más Que Vencedores
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Un primer error que pode­mos cometer a la hora de tomar una decisión es enfocarnos en el momento y no mirar el panorama completo.

Respóndeme con sinceri­dad: ¿te enfocas en suce­sos o miras las consecuen­cias de tus actos más allá del momento que estás viviendo? Tu respuesta sin­cera te dirá si actúas sabia­mente o neciamente, si eres un inmaduro o maduro, si eres o no un egoísta.

Un ejemplo de enfocarse en el suceso y no en el pano­rama completo lo podemos ver en el matrimonio. Nos peleamos por nimiedades que no son resueltas y, a la larga, la bola de nieve va cre­ciendo hasta terminar en un divorcio. O nos divorciamos por un acontecimiento pun­tual, sin mirar el panorama completo, que es: el pacto, la historia que tienen jun­tos como pareja, los hijos, los bienes, el impacto que ten­drá en los hijos un divorcio, la soledad que nos espera (o en otros casos una vida de pareja en pareja), el no pen­sar que la siguiente pareja tendrá también defectos, el llamado de Dios que tenían juntos, etc.

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Pocas cosas son tan costosas como las malas decisiones.

¿Tomas tus decisiones con base en tus emociones o en lo que Dios te pide que hagas? ¿Te preguntas antes de tomar una decisión qué debes hacer, cómo debes hacer y cuándo lo debes hacer, según lo que Dios te pide en su Palabra?

Muchas veces, tomamos decisiones en ira. Aclaro que la Biblia nos da permiso de enojarnos, pero no de pecar. Son cosas distintas. El enojo es una emoción humana nor­mal y cumple una función, pero si nuestro enojo nos lleva a dañar a otros o hacer una cosa injusta, a vengar­nos, matar u ofender, eso es un pecado y siempre nos aca­rreará mucho dolor.

¿Quieres andar en armonía con el plan de Dios o vivir tu vida sin tener en cuenta a Dios? Si tu respuesta es que quieres andar en armonía con Dios, tienes que saber que Él suplirá todas tus necesidades y que Él tiene el control de todo y sabe todo, y todo lo que hagamos debe ser conforme a su Palabra para andar en su voluntad y no sufrir consecuencias de malas decisiones.

La mayoría de las decisiones que tomamos son persona­les, no de grupo, no tenemos excusas, pero siempre afec­tan para bien o mal a noso­tros y a otros.

Dios quiere darnos ins­trucciones específicas. Todas nuestras necesidades encuentran respuestas en su Palabra. No podemos hacer ninguna pregunta de esta vida para la cual no haya res­puesta en este libro, la Biblia.

Es imposible vivir la volun­tad de Dios o hacer lo que Dios quiera que hagamos con la Biblia cerrada.

Por ejemplo, si me encuentro afanoso y ansioso, busco en la Biblia todo lo que ella dice del afán y la ansiedad, leo los ver­sículos, las promesas, estudio los pasajes y medito en ellos para encontrar sabiduría y fortaleza.

Si me quiero casar, miro en la Biblia qué tipo de persona es la que necesito para mi vida: que sea una persona verda­deramente cristiana, que no sea rencillosa, que sea trabaja­dora, fiel, etc., y sigo los conse­jos divinos por encima de mis caprichos. Eso es madurez.

Si me siento triste, solo, ira­cundo, feliz, entusiasmado o cualquier otra emoción que está dominando mi vida, voy a la Biblia, busco esas pala­bras y pasajes, medito en ellas y oro a Dios pidiéndole poder estar a la altura de esos con­sejos. ORO A DIOS PIDIÉN­DOLE AMAR A CRISTO PARA CUMPLIR SU PALA­BRA, porque Jesús dijo: “SI ME AMÁIS, guardad mis mandamientos”(Jn 14.15). Es más fácil obedecer a Cristo cuando lo amamos y lo ama­mos cuando lo conocemos y lo conocemos cuando leemos lo que la Biblia dice de Él.

Todos en la vida tendremos que tomar decisiones, y no tomar una decisión ya es una decisión.

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