Estimado hermano(a) en este domingo la Iglesia nos regala una de las paginas más originales y exigentes del Evangelio. En todos los tiempos estas palabras siempre sonaron muy fuertes, pues van en sentido contrario al nuestro instinto natural de supervivencia.

Jesús nos enseña que este camino sobrenatural – de pagar con el bien, el mal recibido –, es algo que debe caracterizar nuestra vida cristiana, pues quien no es capaz de perdonar, ayudar y sacrificarse por quien en la vida le hizo (y hace) daño, aun no conoció Jesucristo, ni se revertió de él.

De hecho, Jesús nos dice que amar a los amigos, intercambiar favores con las personas a quienes queremos bien es una cosa fácil, y hasta los paganos, los malos y los pecadores lo hacen. Los cristianos, con todo, deben tener alguna particularidad entre los demás, deben tener algo que les caractericen, esto es, deben entrar en la escuela del amor, aprendiendo a hacerlo sin medidas y totalmente gratuito, siendo capaz de amar hasta los enemigos.

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Sin embargo, vivimos un tiempo de gran crisis. Creo que en nuestros días hasta mismo el amor que es natural, está enfermo. Estamos viviendo en el tiempo de la tan grande supremacía del egoísmo, y entonces, hasta mismo el amor hacia los amigos está en peligro. La humanidad, y en especial el occidente, está caminando por una estrada en que todos somos formados a buscar individualmente la felicidad. Las músicas, los romances, las telenovelas, los filmes, las charlas ... exaltan el derecho absoluto que cada uno posee de buscar su propia realización. Y como es un derecho absoluto, todo que uno hace para conquistarlo es justificable. Cada uno cree que puede hacer lo que sea, si está buscando su propia felicidad.

Si está creando una ilusión de que la felicidad es una conquista únicamente individual, o sea, de que yo puedo ser feliz, aunque para esto destruya la vida de todos los que me cercan.

En esta cultura egoísta, todo está permitido desde que sea para la propia felicidad:

- quien está casado, aunque tenga hijos, puede abandonar todo y buscar ser feliz en otro modo, sin importarse con la tristeza, la dificultad o los sueños deshechos de los que se quedan;

- quien quiere realizarse profesionalmente, puede olvidarse que los demás son sus amigos, puede traicionarlos, puede hacer juego sucio, puede pisar y destrozar, pues estará solo practicando su auténtico derecho de auto-realización;

- la madre que está embarazada cree que tiene el derecho hasta de matar a su propio hijo, pues tal vez piensa que el momento es inoportuno, o que esta nueva criatura le va a descomponer sus planes de felicidad;

- la copia homosexual (que es una relación naturalmente estéril) cree que tiene el derecho de adoptar un niño para que se realicen en sus instintos maternos, sin preguntarse si este es el bien para un sano crecimiento al niño;

- quien dio la palabra y asumió un compromiso cree que tiene todo el derecho de cambiar de opinión, y simplemente abandonar lo que había dicho, sin preocuparse si había creado expectativas en otros o si ha perjudicado a terceros;

- pensando en divertirse cada uno puede hacer lo que quiera, puede ridiculizar a los demás, sus creencias, sus costumbres, pues una de las exigencias de la realización personal es la absoluta libertad de expresión, sin importarse con la verdad o con el bien.

Se podrían aun multiplicarse los casos al infinito, pero lo interesante es reconocer que todos somos hijos de esta cultura, y que muchas veces también pensamos y actuamos con esta lógica egoísta. El problema es que el egoísmo crea en nosotros muchas ilusiones, pero jamás nos podrá llevar a la felicidad. Nadie puede ser feliz aislado. Cuando pensamos solo en nuestra realización personal, y nos olvidamos de hacer feliz a quien nos cerca, solo estamos cavando más hondo nuestra propia cueva, donde el egoísmo nos sepultará.

Es verdad, que para ser cristianos auténticos necesitamos aprender a amar a nuestros enemigos, pero aun que sea una cosa que Jesús clasifica de normal, yo que creo que en nuestros tiempos es urgente reaprender también a amar a nuestros amigos, esto es, las personas que nos cercan.

Existe una regla sencilla en la vida, pero el egoísmo no nos permite de aceptarla: solo encuentra la felicidad quien es capaz de renunciarse a si mismo para, en el amor, hacer a los demás felices. Y, aun más, quien consigue vencerse profundamente a si mismo y busca que hasta su enemigo sea feliz, este si, habrá una felicidad y una paz que nada ni nadie le podrá tocar.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te de la PAZ.

Hno Mario, capuchino.

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