No existe un individuo exitoso, que haya marcado a su entorno y a la humanidad, y que no haya sido capaz de pensar en grande. Martín Luther King soñó con una sociedad libre de discriminaciones. Gandhi imaginó una India independiente. Mandela visualizó el fin del apartheid. La nobel Leymah Gbowee soñó con el fin del conflicto armado en Liberia.

En tiempos más recientes, Juanes dejó Medellín y llegó solo y sin contactos a Los Ángeles, soñando con volverse un reconocido artista, y Elon Musk se imagina llegando a Marte. La filántropa Abigail Disney sueña un mundo con menos injusticias y con más mujeres líderes. Lady Gaga desde pequeña se imaginó siendo actriz. Todos ellos también pensaron ser capaces de realizar el sueño por el cual sienten pasión.

Pensar en grande, entonces, tiene que ver, primero que todo, con una capacidad de visión; de imaginar lo que se quiere hacer posible. Se trata de crear una imagen y unas sensaciones de cómo la vida propia y de los demás sería si aquella visión se volviese realidad. A este nivel, la visión coincide con un propósito superior al cual uno se siente profundamente conectado. Es decir, hay una alineación entre pasión y propósito. Por ejemplo, el propósito de Elon Musk para que la humanidad eleve su conciencia colectiva coincide con su pasión por la innovación y la misión de llegar a Marte.

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Segundo, pensar en grande significa también pensar que puedes. La calidad de tu diálogo interno, de tus pensamientos, de tus creencias es de la misma calidad de tu visión. Es decir, hay una alineación entre el tamaño de tu visión y la calidad de tus pensamientos. Pensar en grande, entonces, significa también tener la confianza de que tu visión se puede realizar.

La autoestima y la confianza que se requieren para lograr una meta, no son cualidades innatas. Uno no nace con este nivel de confianza o autoestima. En cambio, son el fruto de un trabajo interior, de superación de micro y macrotraumas, de romper las barreras del miedo, la duda, el autosabotaje. Se trata de transformar las creencias y de alinear los valores con tu propia misión.

En otras palabras, pensar en grande es también evolucionar tu núcleo interior. Es volverte la persona que tienes que ser para tener la confianza de poder decir: “yo puedo”. Sin esta confianza y certeza, no podrás apalancar tu talento, conocimientos y habilidades para lograr tus metas. El éxito es antes que nada un estado de ser, una mentalidad.

Tercero, lograr tu meta no es un viaje solitario. Uno no cumple sus sueños solo, sino que se deja acompañar. El camino al éxito, así como el de la vida, es un viaje colectivo. No hay atleta de alto rendimiento que haya logrado un oro sin el acompañamiento de su equipo.

Pensar en grande, entonces, es también saber elegir de quién te rodeas, porque somos el reflejo de nuestro entorno. El tamaño de tu sueño tiene que influenciar también la calidad de las personas que te acompañan. Pensar en grande, entonces, no es solamente una actividad intelectual; es un estilo de vida.

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