Murió el paraguayo más leído en la historia de la República. Para información de las autoridades: se llamaba Robin Wood y había nacido en Caazapá, el 24 de enero de 1944. Obviamente un paraguayo de su dimensión mundial fue llorado por millones de lectores, intelectuales y personas de distintos escenarios de Paraguay, Argentina, Europa y allá donde se tradujera su obra.

El presidente del Paraguay, país donde nació y eligió pasar sus últimos años este genio universal, no tuvo la idea de producir siquiera un descafeinado tuit para memorarlo, para sintonizar con la decencia de recordar a una joya de la expresión cultural, comparable con los más grandes valores que pudiéramos tener como país.

Tampoco lo recordó el Vicepresidente y lo que es peor, ni el ministro de Educación hizo algún gesto, un evento, una formalidad por lo menos desde el cumplido vacuo, para recordarlo. Para el Gobierno, el paraguayo más leído en el planeta y uno de los guionistas de cómics más importantes del mundo, jamás existió.

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Desde el 17 de octubre hasta hoy ya transcurrieron dos semanas, siquiera pues un gesto tardío. Nada de nada.

Hay un síntoma que describe a las naciones destinadas a fracasar: autoridades cuya ignorancia e incompetencia les impide activar la memoria. Es imposible construir el futuro desde otro lugar que no sea el reconocimiento a quienes hicieron que este momento tuviera razones para el orgullo como nación. Robin Wood, lo conocieran o no Marito y el “Toro” Velázquez, lo ubicara o no Brunetti, es un orgullo para la nación.

Hace pocos días estuvimos en Filadelfia, Chaco. Solo en esa ciudad de 18 mil habitantes hay cinco museos y uno más en construcción, para recordar a la gente y a las circunstancias que hicieron del lugar una inspiración para un futuro venturoso. La odisea Mennonita y las personas que la consolidaron desde la fe, la cultura, la ingeniería, la agricultura, etc., viven en la memoria de los ancianos, adultos y niños.

¿Para qué sirve eso?, nos preguntarían los señores citados más arriba: sirve para que los ciudadanos de una nación ofrezcan sus más humildes o heroicos esfuerzos, civiles o militares, en la seguridad que la patria lo consagrará en su sagrada memoria. Y capaz que pregunten de nuevo: ¿y para qué sirve la sagrada memoria?, y, pues, sirve para que en el futuro los niños de hoy sepan ser paraguayos que se inspiren en otros compatriotas que son recordados porque hicieron bien las cosas.

Y si preguntan de nuevo ¿y para qué sirve hacer bien las cosas? Allí ya podés decirles que no importa. Que hablemos mejor de Wanda Nara que da más gusto.

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