En cada escrito expresado en verso existe algo especial. Reina en la palabra una fuente vigorosa de connotaciones, tantas como quienes le den vida. Al leer se produce una conexión indescriptible entre quienes acarician el sentido de esas letras que atrapan.

En la lectura hay una fiesta permanente, ¡qué lindo es sumergirse en el devenir de una novela! Se activa el secreto de las emociones… se vive aquel instante de suspenso… se crea el tiempo que fue… se siente el dolor… se vibra de felicidad.

Palabras para crecer. Surgen por doquier, en el bosque de los sueños se encuentran las ideas que construyen lo deseado. Es allí en donde la imaginación se deleita a través de una frase, dándole el toque interpretativo que caracteriza a cada cual. Decir gracias puede transformar un destino. Quizá en ese fugaz momento… esas gracias orienten el presente hacia un camino anhelado.

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¡Admirar!, mueve el corazón más allá de los latidos, une voces que se entusiasman por compartir, desliza una potente luz al cobijar con su paso, es ahí cuando se nutren los simples pasajeros. Ver el crecimiento de la otredad es ver la luna en su inmensidad.

En las hojas las marcas indican vitalidad. Sutil presencia para la humanidad, pioneras de la quietud y el movimiento. Maestras del equilibrio ante la adversidad. Una hoja, una vida. ¡Contemplar!, esa muestra natural es un arte, ¡como lo es vivir! Sus tiempos conocen la eternidad. Enseñan sin pensar, fluyen y se dan.

Hay música en las palabras. La que se siente cuando se la escucha. Oídos para entender, en ellos se habilitan los trayectos del aprendizaje. La sintonía multiplica las fortalezas, pregona la creación y respeta lo auténtico. ¡Escuchar!, el silencio tiene mucho por transmitir…

Versos por cantar. Lecturas por compartir. Palabras por aprender. Jardines por recorrer. ¡Gracias!

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