“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

En marzo pasado nuestra economía pegó un salto significativo en la producción y el consumo (o ventas minoristas) con respecto a igual mes del año pasado, un marzo entonces mucho más pandémico que el actual. Lo que se debe tener en cuenta para una visión más realista: el piso del 2020 era muy bajo (a partir del 10 de marzo del 2020 casi todo se enfrió), y el techo de hoy es más alto, por lo muy bajo del pasado, pero también porque hubo un aumento real, no suficiente quizás en muchos campos, pero aumento al fin, lo que no debe ser minimizado. En marzo pasado la producción creció 0,8% y el consumo subió 21,7% con respecto al nivel correspondiente a marzo del año pasado. Aunque usted no lo crea. Siempre la variación se hace en términos interanuales o en doce meses (un mes actual contra mismo mes del año pasado). Ojo: ambas actividades habían caído en enero y febrero del 2021. Por ello la sorpresa del salto en marzo. Así lo indica el Banco Central del Paraguay (BCP) en dos informes referentes al monitoreo mensual que realiza de la actividad económica en su marcha o por el camino de la producción o la oferta por un lado, y por el del consumo o de la demanda, por el otro lado. Para ello usa el denominado Indicador Mensual de la Actividad Económica del Paraguay (Imaep) –mide el comportamiento de la producción– y el llamado Estimador Cifras de Negocios (ECN) –mide las ventas minoristas de las casas de negocios–, que implica la demanda o el consumo de la gente.

Ambos indicadores, que se utilizan prácticamente en todos los países de la región, son una suerte de anticipo del indicador o agregado principal para saber con más exactitud si una economía desde el punto de vista global está creciendo –produciendo más que igual período del año pasado, fundamentalmente– o si no lo está haciendo, habiendo caído en un estancamiento o empantanamiento, o si incluso, y sería lo peor, está cayendo, retrocediendo, con marcha atrás, hablándose de retroceso económico, o de recesión, una palabra o un término que asusta y preocupa en todo país. En el 2016 y el 2017 nuestra economía creció 4,3% y 4,8%, respectivamente, para aplaudir; en el 2018 el avance fue del 3,2%, también para aplaudir, pero con menos fuerza y entusiasmo; en el 2019 caímos -0,4% (recesión) y en el 2020 volvimos a retroceder -0,6%. Para este año el BCP y otras consultoras miraban la posibilidad de un crecimiento del 4%. Por el feroz recrudecimiento de la pandemia, colapso sanitario, masivo contagio y muchos muertos, y la poca claridad y seguridad con respecto a la llegada de las vacunas, y en consecuencia una inmunización masiva, ya hicieron en abril recortes de las primeras estimaciones y ahora se habla de un 3,5% con tendencia a la baja.

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Algunos son muy generosos en sus análisis despectivos con respecto a nuestra economía y la caracterizan como una economía en crisis. Evidentemente la nuestra puede no estar ni andar bien como uno quisiera, pero no está en crisis. Puede incluso tener problemas serios e importantes, pero ante lo que está bien, no estamos en crisis. ¿Dos años de recesión? Sí. Mal para muchos. Pero desde el 2002 nunca más entramos en crisis. Y no lo estamos hoy. En economía la palabra crisis es sinónimo de destrucción masiva, profunda depresión, alarmante inestabilidad en precios, desabastecimiento, incapacidad de pagar compromisos externos, fuga de dinero al exterior, un Banco Central sin reservas, desempleo desbocado, convulsión social y guerra política. En marzo la economía se movió. Veremos su continuidad, sin crisis, pero en y con problemas. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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