Cuántas veces nos encontramos ante directivos que dan una y mil vueltas para tomar una decisión, pensando más bien en si la misma sería o no correcta.

Son aquellos que prefieren seguir manteniendo el statu quo, y cuando por fin se deciden a tomar algún tipo de medida, que ya venía posponiéndose desde hacía tiempo debido a su indecisión, muchas veces resulta tarde.

En el siglo XX predominaban dentro de los mercados empresas con estructuras organizacionales verticalistas, en donde a pesar de mostrarnos “pomposos” organigramas, en la práctica eran casi siempre 3 o 4 directivos a lo sumo los que “cortaban el bacalao”.

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A pesar de ello, aunque parezca mentira, seguimos aún teniendo muchos directivos que cuando les toca “el turno” de tener que tomar una decisión parecerían asustados ante la situación que se les presenta y que ellos saben que para bien de la organización deben asumir como tal, pues forma parte del cúmulo de sus funciones y responsabilidades.

Muchas veces ante tanta duda para “saltar” y tomar al toro por las astas, estamos predispuestos a poder cometer errores ante la indecisión de tomar una decisión, valga el juego de palabras.

Bien sabemos que algunas veces de grandes errores aparece por el camino algo brillante, pues también de ellos uno aprende.

Este es el tipo de directivos que hoy día nuestras empresas precisan como parte de su staff, ya que dentro de la conducción directriz no siempre todo es “color de rosas” y cuando uno tiene que poner manos a la obra y actuar, deberá hacerlo, dado que muchas veces las decisiones no tomadas en tiempo y forma podrían resultar mucho más perjudiciales a posteriori.

Cuando hablamos de que es bueno ser una persona decidida, con personalidad propia y que sabe discernir muy bien cuando ha llegado el momento en que resulta necesario tomar tal o cual decisión, en modo alguno estamos hablando de que uno debería en la práctica ser precipitado o imprudente.

Es de suponer que un buen directivo antes de tomar una decisión tuvo que haberlo sopesado muy bien, haber solicitado la opinión de otros; en fin, todo lo que podría encerrar el círculo de una buena conducción directriz, si bien uno está sujeto a cometer errores, como seres humanos no somos perfectos, siempre tendríamos que tratar de apuntar a la excelencia.

Muchos dudan bastante antes de llegar al proceso final de toma de decisiones. Incluso nunca faltan aquellos indecisos de carácter que dicen que están tentados a renunciar a la empresa en caso de que la decisión tomada no resulte efectiva, correcta y eficaz.

Siempre es mejor saltar y cometer un error que el estar simplemente sentado y tieso en un sitio, asustado por hacer cualquier tipo de movimiento.

Todo esto también forma parte del espectro global de lo que encierra la palabra “coraje”.

El coraje es equivocarse alguna vez. Es asumir riesgos. El coraje de estar asustado en la mejor de sus formas (sentarse detrás de una reja porque uno está asustado es diferente a tomar una decisión importante y sentirse asustado pero exultante).

De allí que antes de tomar una decisión no debemos dudar en pedir consejos, sopesarlos bien, escuchando a tu intuición y actuar.

Ser audaz y dinámico tiene sus recompensas.

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