DE LA CABEZA

  • Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

¿Qué es el asco? Es la sensación desagradable que nos produce algo y que incluso puede llegar a llevarnos a sentir náuseas o incluso a vomitar. Es uno de los aspectos más curiosos del ser humano el poder sentir asco por ciertas cosas que nos rodean. ¿De dónde viene esta desagradable sensación? Es una sensación que proviene de un mecanismo evolutivo para proteger al cuerpo de los patógenos infecciosos, ya que lo que huele mal probablemente sepa mal, y nuestros ancestros no tenían sofisticados análisis químicos o bacteriológicos para determinar lo que estaba en mal estado o no. Entonces, el propio cuerpo desarrollaba una forma natural de decirle “no lo comas” y... se desencadenaba el mecanismo del asco.

Sin embargo, también se compone de una forma social que creaba sus propias reglas sobre lo que es y no es asqueroso, apuntando a un sentido moral. Cuando algo provoca repugnancia, solemos tener una reacción de repulsión hacia el objeto que concentra ese rechazo. A finales del siglo XIX, el surgimiento de la teoría microbiana de la enfermedad, la cual postulaba que ciertos microorganismos pueden producir enfermedad, proporcionó una justificación científica para las respuestas de asco a patologías que ya estaban presentes en varias culturas, pero realmente fue después de la última parte de este siglo cuando se produjo una unión entre las creencias comunes que propiciaban el contagio y la teoría de los gérmenes.

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Evidentemente, nuestras sensaciones de asco no tienen un fundamento científico. Más bien responden a las emociones. Dicho de otro modo, cuando te ponen delante un plato que no te gusta y por el que sientes repulsión no es porque estás pensando en la cantidad de gérmenes que pueda tener, sino que parte de una sensación propia de incomodidad muy visceral. Lo que hace que el asco sea algo fascinante como emoción es que, aunque tiene su origen en proteger al cuerpo de la ingestión de patógenos, sus implicaciones van mucho más allá: desde una profunda desconfianza hacia las personas de otras culturas con hábitos diferentes a los nuestros, (como nos pasó hace poco más de un año cuando nos llegaban las imágenes de los animales salvajes que se venden en el mercado de Wuhan), pasando por las comidas exóticas y hasta un malestar hacia personas que tienen preferencias sexuales distintas a las nuestras (aunque duela decirlo, pero así somos!!!). El asco está en todas partes. Si bien a la gente le gusta decir que “la confianza acaba dando asco”, cuando se trata de analizar la psicología de esta misma sensación, en realidad debería ser exactamente lo contrario. Y es que, cuanto más cerca estoy emocionalmente de una persona, menos propenso soy a ver la repugnancia de sus actos o acciones cotidianas. ¿O no?

Existen dos tipos de asco: el emocional y el moral. Y ambos se relacionan entre sí hasta el punto de confundirse. Cuando algo provoca una sensación de repugnancia, solemos tener una reacción de repulsión hacia el objeto que concentra ese rechazo. De manera similar, los científicos han sugerido que cuando algo nos repugna a niveles morales, tendemos a proteger “nuestras almas” de la contaminación moral manteniéndonos alejados de dichas personas. De todas formas, más allá de esta diferenciación existe una serie de categorías para distinguir a los tipos de asco.

Se agrupa esta molesta sensación en cuatro categorías: el asco central (que viene a ser el más irracional y general, atribuido principalmente a los alimentos), el asco de naturaleza animal (cualquier elemento que nos recuerde a nuestra naturaleza animal o mortal, como los excrementos, la muerte o el sexo), asco interpersonal (cuando te sientes incómodo al llevar ropa de otra persona u objetos que han estado durante mucho tiempo próximos a ella) y el asco moral (cuando existe una afrenta de categoría moral, como viene a ser un asesino en serie o un violador).

El asco es universal, pero no todos los ascos son los mismos. Además de factores evolutivos y morales, también destacan los culturales. ¿En qué se diferencian de estos? Básicamente en que el asco no es una emoción automática o innata, sino que es algo que se aprende según pasan los años. De ahí que a veces, según sea nuestro momento vital, algunas cosas que antes nos provocaban un profundo malestar más tarde esa sensación puede desaparecer. Una de las razones por las que el asco no se desarrolla hasta que lo niños alcanzan cierta edad es que la sensibilidad a la contaminación o el rechazo de la suciedad de los adultos es realmente compleja.

Debe haber un esfuerzo en la imaginación para concebir la contaminación en algo que realmente no parece contaminado: después de todo, no podemos ver microorganismos en la comida. Los niños no pueden dar este salto tan fácilmente como los adultos, lo que podría explicar por qué las respuestas en ellos aparecen más tarde... y se llevan todo a la boca o (perdón el ejemplo), se comen los mocos.

El asco es uno de los comportamientos cerebrales que nos tiene DE LA CABEZA. El cerebro nunca deja de sorprendernos. Nos leemos el sábado que viene.

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