DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Fue un suceso viral.

Del restaurante a todos los teléfonos y de ahí a todo el país pasaron solo unos minutos. Las imágenes llegaron a todos los rincones y fueron tema de conversación obligado en casi cuanta conversación hubiera.

Allí, en un lujoso restaurante capitalino y con la cena aún caliente el “hombre fuerte del Gobierno”, era sentado al banquillo, acusado y condenado a la vergüenza pública. Juan Ernesto Villamayor, jefe de Gabinete de la Presidencia de la República, era encarado por un grupo de ciudadanos y obligado a abandonar el lugar. Pero ante la sorpresa, Villamayor intentó dialogar con ellos, sin embargo, ninguna palabra que dijera habría de aplacar la rabia y la indignación contenidas.

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Fue una, después otra, y al final eran varias las voces que se unieron contra el funcionario.

Es que cuando las instituciones no funcionan y el poder se cierra como un puño se cierne sobre la injusticia el grito desesperado del pueblo. Y no siempre sus acciones se ciñen con las buenas costumbres. Villamayor ya lo sabe.

Pero retrocedamos un poco. El actual jefe de la Presidencia estuvo salpicado por varios casos de corrupción a lo largo de su larga carrera política e incluso fue procesado por lesión de confianza en sus tiempos de ministro secretario de la Reforma del Estado.

Aun así apareció vinculado a un nuevo escándalo.

El Washington Post publicaba un artículo en el que desnudaba el intento de acuerdo sobre la deuda de Paraguay con PDVSA que incluía una comisión de 26 millones de dólares para el abogado intermediario Sebastián Vidal, quien tiene conexiones con Mario Abdo. Entonces, se le pedía aclarar por qué no se dio participación al Ministerio de Relaciones Exteriores en las negociaciones entre ambas petroleras.

Pero su camino está repleto de piedras, perdón, sospechas.

Publicaciones periodísticas lo involucraron en supuestos pedidos de coimas para beneficiar a traficantes de drogas y se lo menciona en un “arreglo” para evitar la extradición de Darío Messer a Brasil o en el sonado caso de Ivesur por el que otros abogados pretendían repartirse un millón de dólares de los contribuyentes.

Además, por citar, fue abogado del cuestionado ex gobernador de Guairá, Rodolfo Friedmann, imputado por varios hechos punibles al confirmarse su vínculo con una empresa proveedora del almuerzo escolar.

Son los motivos del hartazgo. Pero volvamos al incidente.

El horno no estaba para bollos y, sin embargo, los acompañantes de Villamayor pusieron más leña al fuego con una actitud prepotente y hostil que no hizo más que exacerbar los ánimos. El resto lo conocemos. Es lo que debería pasar con todos los funcionarios públicos que evitan la Justicia para responder a casos de corrupción o la manipulan a su favor. Hay otra forma de juzgar y condenar. A veces la vergüenza también sirve como castigo. Exponer a los corruptos debería de servir como ejemplo, al final, los restaurantes caros y sus lujos también los pagamos nosotros, las trompadas estuvieron de más, pero bueno esa es… otra historia.

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