Por Juan Carlos Zárate Lázaro

MBA

jzaratelazaro@gmail.com

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A pesar de encontrarnos en pleno siglo XXI, en donde los cambios fluyen vertiginosamente en métodos y flujos de procesos dentro de nuestras organizaciones, seguimos teniendo a muchas personas y empresas temerosas al cambio.

Tratan de escapar a lo desconocido, resistiéndose a probar algo nuevo, a pesar de que están viendo y son conscientes de que lo viejo ya no funciona dentro de un mundo en donde la tecnología está presente minuto a minuto, y aquel que no se actualiza, no hay vueltas que dar: quedará rezagado inexorablemente.

Dentro de un planeta cambiante y vertiginoso que nos toca vivir, nos limitan nuestros pensamientos, tornando difícil poder aceptar de parte de otros nuevas ideas, o sugerencias, tolerando las diferencias que siempre existen y que son parte de nuestras vidas, pues sabemos que como seres humanos somos imperfectos, pero cada uno es capaz de apuntar a la excelencia si se lo propone.

Cuántas veces pecamos de una excesiva rigidez, haciendo que tengamos pensamientos erróneos al creer que ante diversas situaciones, siempre existiría una sola respuesta correcta.

Nuestro sistema educativo en varios aspectos sigue mostrando rigidez, manteniendo su obsesión por la única respuesta correcta. Nos enseñan a memorizar antes que a entender lo que estamos leyendo y a partir de allí poder explicarlo con nuestras propias palabras, y dejar de estar “repitiendo de memoria como loritos” y al día siguiente ya lo olvidamos.

Esa estrechez mental y de pensamiento en el curso de nuestra historia ha llevado a la bancarrota a muchas empresas por tener al frente de la dirección ejecutiva a personas con una rigidez increíble, quienes no barajan otras alternativas como válidas que permitan mejorar y darle mayor eficacia a los flujos de procesos que puedan permitirnos ser mucho más competitivos y rentables.

No es pecado tener solo una respuesta a diversas situaciones siempre y cuando lo podamos utilizar de manera consistente, pero debe estar abierta “una ventanita” para dar lugar a otras alternativas que se nos puedan presentar y que podrían ser de aplicabilidad práctica tanto en lo personal como en lo profesional.

Se siguen dando casos de muchas empresas de diverso porte y ramos de negocios que llaman a convocatoria de acreedores y quiebran en el peor escenario, o relaciones personales que se deterioran, por nuestra rigidez de pensamientos y forma de actuar, pues muchas veces nos autodeclaramos miopes al no saber visualizar y aprovechar que cuanto más alternativas de solución se puedan ir barajando ante diversas situaciones, mejores chances de encontrar una respuesta que se acerque a lo correcto podremos tener.

Si mantenemos la creencia que toda pregunta tiene una sola respuesta válida, tenderemos a ver solamente esa única y a juzgarnos a nosotros mismos y a los demás según nuestros conocimientos y aceptación que puedan tener.

Qué bueno sería ver a nuestros maestros enseñando a los niños y jóvenes desde el primer día de clase, de que todo sistema de pensamiento es un emprendimiento creativo y que si bien existen respuestas correctas a diversos problemas y situaciones, siempre es positivo poder tener la ductilidad necesaria para estar abiertos a otras alternativas que incluso podrían darnos mejores resultados en función a las características y complejidad de cada problema.

No dudamos de que los maestros deben enseñar a sus alumnos lo fundamental, pero sin olvidar de que dichos fundamentos están basados en una única respuesta, y aceptando que no constituye el único camino viable, y por ende es dable esperar que cada uno dé rienda suelta a sus pensamientos creativos e innovativos.

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