Por Juan Carlos Zárate Lázaro

MBA

jzaratelazaro@gmail.com

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Los niveles de endeudamiento provienen de varios escenarios.

Uno de ellos podría ser los hábitos familiares que los observábamos de cerca y que han pasado a formar parte del ADN de nuestras vidas.

Ante la limitación de nuestros niveles de ingresos, es obvio que muchas cosas que precisamos tenemos que hacerlo endeudándonos, pero todo ello debería estar bien direccionado y apuntando solamente a lo que sea realmente necesario, evitando así realizar las compras impulsivas o superfluas.

A veces se entra en “un círculo vicioso” en el que permanentemente estamos pensando en endeudarnos y no en ver alguna otra alternativa que nos puedan generar caminos más viables y con mejores retornos a través de autofinanciarnos con recursos genuinos.

Se suelen dar falsas creencias de que alquilar una vivienda o departamento sería “tirar nuestro dinero”, y nos hacen creer que podríamos destinar dicho monto a la compra de una vivienda propia a través de un préstamo hipotecario de largo plazo.

Muchas veces, salvo excepciones, por supuesto, terminan de alguna manera alquilando un ingreso para pagar por su propio techo, dado que trabajan en relación de dependencia y salvo que uno ya tenga cierto tipo de estabilidad laboral, nunca sabe si en algún momento podrían despedirnos de la organización y quedarnos súbitamente sin dicha fuente de ingreso.

Ahora mismo, esta pandemia sanitaria cuántos miles de desempleados ha dejado por el camino, algunos en forma definitiva y otros en “standby” con cese temporal aguardando que la empresas en las que prestan servicios vuelvan a reactivar sus actividades.

No creo que en estos momentos nadie esté en condiciones de decir: “No importa, la próxima semana ya voy a estar trabajando en otra empresa”. ¡Nada que ver!

Todas estas situaciones han creado niveles de morosidad elevados, sin que uno lo haya querido, por cierto, pero ante los factores incontrolables que se han suscitado, de la “noche a la mañana” han quedado sin ingreso alguno motivando elevados niveles de deudas impagas no por no querer pagarlo, sino porque nos hemos quedado “con los bolsillos vacíos”.

Si los ingresos que tenemos muestran la consistencia necesaria y nos damos cuenta de que estamos haciendo una buena inversión con la compra de la casa que nos podrían generar ingresos pasivos, sí se justificaría adquirir el inmueble que uno desea, con lo cual tendría sentido desbaratar las premisas mencionadas precedentemente.

También se dan casos en donde decimos entre sí, el endeudarme hace que me sienta obligado a esforzarme cada vez más para poder pagar las cuotas. Ideas que en realidad no tienen mucho sentido, pues la presión generalmente no es recomendable para el ser humano cuando viene de factores exógenos y no creo que ninguno de nosotros esté preparado para hacer “futurología”.

Alejandro Dolina decía: “La ignorancia es mucho más rápida que la inteligencia. La inteligencia se detiene cada rato a examinar; la ignorancia pasa sobre los accidentes del terreno que son las nociones a gran velocidad, y jamás hay nada que le llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte, especialmente a las conclusiones”.

El objetivo primario de un comunicador que tiene claro los principales conceptos de economía y finanzas personales es traducir el complejo lenguaje de esta disciplina, de manera tal que el “común de los mortales” lo pueda entender y comprender muy bien, sin necesidad de tener un conocimiento previo acabado del tema.

Muchas veces nos olvidamos y en vez de utilizar un lenguaje pragmático y al alcance de todos nos complicamos solos y no somos lo suficientemente persuasivos para poder convencer a la gente común sobre la importancia del buen manejo de sus finanzas, principalmente para usos contingentes en épocas de “vacas flacas” como el que venimos pasando desde hace 3 meses, pues el hábito del ahorro por más pequeño que sea no los tenemos impregnado dentro de nuestra cultura, salvo honrosas excepciones.

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