DE LA CABEZA

  • Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

¿Por qué hay personas sumamente inteligentes? ¿Por qué el talento se distribuye en unas personas sí y en otras no? La respuesta no es fácil, pero el cerebro de una persona increíble nos ayudó mucho a entender acerca de esto. Sin embargo, antes hay una historia de ribetes policiacos que conocer. Y es que ese cerebro, cuyo “propietario” había fallecido de un aneurisma de aorta abdominal, fue “robado” después de la autopsia hecha al paciente en el Hospital de la Universidad de Princeton donde falleció. El paciente, en vida, había determinado ser cremado y sus cenizas arrojadas al río Delaware. Eso se cumplió... en parte. Porque el patólogo que realizó la autopsia se guardó el cerebro en un frasco de mayonesa con el loable fin de estudiarlo. El ladrón era el prestigioso patólogo Thomas Harvey y el paciente, nada más y nada menos que el mismísimo Albert Einstein.

Una vez consumado el hecho de extraer el cerebro del genio, lo pesó, descubriendo que pesaba 1.230 gramos, el límite inferior del rango normal para los hombres de la edad del físico. Posteriormente lo fotografió desde distintos ángulos y lo colocó intacto en una solución de 10 por ciento de formol. Y se lo guardó. Cuando comenzó a rumorearse que el cerebro de Einstein había sido extraído sin consentimiento del paciente ni de la familia, Harvey se las ingenió para convencer a Hans Albert Einstein, el hijo mayor del profesor, de que lo dejara conservar el cerebro de su padre, siempre y cuando lo usara solo para el estudio científico. Sin embargo, al Hospital de Princeton no le gustó el proceder de Harvey y lo despidió en el acto. Harvey, de todos modos, se llevó el cerebro de Einstein a la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia para diseccionarlo en 240 piezas y conservarlo en celoidina, una forma dura y elástica de celulosa. También creó 12 juegos de 200 diapositivas que contenían muestras de tejido indexadas a las piezas y se las envió a algunos investigadores. Luego dividió las piezas en dos jarros de dulce que contenían alcohol y se las llevó a su casa para almacenarlas en el sótano de su casa. Harvey se contactó con varios neurólogos para que examinaran el cerebro de Einstein, pero, increíblemente, nadie aceptó el ofrecimiento, quizás porque tomaron a Harvey por un lunático o quizá simplemente tenían cosas más importantes que hacer. Lo único cierto es que contando de ese momento, la vida de Harvey entró en una espiral de mala racha como si se tratara de una maldición del propio Einstein. Su mujer lo acusó de obsesionarse con el cerebro del científico y lo abandonó y el pobre de Harvey quedó arruinado económicamente y solo.

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Harvey, entonces, con hambre y sin trabajo, guardó el cerebro de Einstein en la valijera de su auto y recorrió gran parte de Estados Unidos en busca de ganarse el pan. Ejerció como médico y también como operario en una línea de montaje de una fábrica de plástico. El mundo, atento al final de la Guerra de Vietnam y el escándalo del Watergate, se olvidó por entonces del cerebro perdido de Albert Einstein. No fue sino hasta 1978 cuando el periodista Steven Levy, de la revista New Jersey Monthly, logró que Harvey le concediese una entrevista. Por esa época Harvey trabajaba como supervisor médico en un laboratorio de pruebas biológicas en Wichita, Kansas, manteniendo el cerebro de Einstein en una caja de sidra escondida debajo de un enfriador de cerveza.

La entrevista de Harvey se publicaría con el revelador título “Yo encontré el cerebro de Einstein”. A partir de ese momento, y luego de que la historia de Thomas Harvey y el cerebro perdido de Albert Einstein fueran publicados en la revista Science, comenzaron a llegar a la casa del ex patólogo peticiones de muestras de muchos investigadores. Y Harvey les enviaba pequeñas piezas del cerebro de Einstein, más pequeñas que las que ya tenía conservadas, cortándolas con un cuchillo de cocina que utilizaba para tal efecto.

Las piezas de cerebro eran enviadas por correo postal en un frasco, la mayoría de una marca de mayonesa que el patólogo ingería de manera compulsiva. La BBC realizaría más tarde un documental sobre su vida, donde se mostraba al ya octogenario Harvey vagando en el sótano de su casa con un frasco y cortando una pieza del cerebro de Einstein en una tabla de quesos con su cuchillo de cocina “especial”.

Harvey murió el 5 de abril del 2007 a los 95 años y los descubrimientos emanados del cerebro de Einstein que “robó” en aras de la ciencia arrojarían luz sobre lo que es el talento en el cerebro humano. Pero eso es motivo del artículo de la semana que viene. ¿Continuamos de la cabeza con esta historia del cerebro robado y el secreto del talento en la mente?

Etiquetas: #El cerebro

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