- Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
- Dr. Mime
En realidad hoy iba a escribir sobre otro tema, pero a pedido de una amiga muy especial, traigo a consideración uno de los capítulos más discutidos de mi segundo libro “Cerebra la sexualidad” (actualmente agotado, ¡prometo que el año que viene sale otra edición!). Cualquier problema que pueda causar lo que expondré en las líneas a continuación será derivado exclusivamente a su correspondencia para que se haga cargo como debe ser. Porque si de temas “espinosos” hablamos, este es uno de los que se lleva las palmas sin lugar a dudas: ¿qué pasa en el cerebro de una persona para que sea infiel? Y ya aviso que mucho de lo que diré aquí puede ser “fuerte”, pero es lo que la neurociencia dice sin intentar siquiera hacer un juicio moralista. Quedan avisados...
La infidelidad es un hecho que sucede cuando la pareja ya lleva cierto tiempo de convivencia, sin importar la existencia de un vínculo de hecho o de derecho, sino que simplemente en convivencia. Sin embargo, muchas infidelidades se producen ya en el primer año de la pareja sin necesidad de que pase el tiempo. Este hecho hace que el cerebro rompa la rutina del día a día con un acto alocado que hace que pase por una serie de etapas que se hallan perfectamente descritas desde la psicología y desde la funcionalidad misma del órgano.
¿Por qué se produce la infidelidad en el cerebro? Son varias las razones y las neurociencias nos lo cuentan. Generalmente, una infidelidad no se planea sino que sucede porque existen factores emocionales que conducen a esta situación. En el caso de las mujeres, la infidelidad se produce por un deseo de mayor satisfacción sexual, la necesidad de sentirse amada, deseada y hermosa, tener una relación emocional, íntima y romántica con otra persona, o bien por venganza hacia la pareja masculina. En el caso de los hombres, la infidelidad está causada principalmente por la necesidad de tener una mayor excitación, una necesidad biológica, una sensación de posesión de la otra persona, o simplemente por lo novedoso del hecho.
Pero, ¿por qué hablo de una necesidad biológica? Simplemente porque la especie humana es, naturalmente, polígama. Y no me arrojen piedras antes de leer por qué: simplemente porque la reproducción y mantenimiento de la especie pasa por una cópula con fines reproductivos de manera instintiva. Dicho esto, que fue como una bofetada para muchos, aclaro lo siguiente: la fidelidad (en ambos sexos) puede no sonar “biológicamente aceptable” porque conspira contra la “reproducción de la especie”, pero es un mecanismo evolutivo por el cual la especie humana no solo garantiza la perpetuación de la especie, sino su crianza, mantenimiento y desarrollo. Dicho de otra forma: si cediésemos a los impulsos biológicos de ser infieles, llenaríamos de hijos el mundo tantos hombres como mujeres, pero nadie los mantendría, criaría o educaría. Es por eso que la fidelidad es la base del núcleo social que mantiene a la especie humana en funcionamiento sobre esta tierra: la familia. O sea, la fidelidad es un mecanismo evolutivo de la mente humana.
Ya está, no me mataron si leyeron todo el párrafo anterior.
La infidelidad en el cerebro pasa por varias etapas donde se segregan diferentes sustancias que explican las conductas que se presentan en los individuos. La primera etapa se conoce como “infatuation” o infatuación, un término que en español conocemos poco, pero que es definido exactamente como un estado emocional motivado por una pasión absolutamente irracional causada por un amor adictivo hacia otra persona, donde hay una gran urgencia emocional, una intensidad extrema en la relación, un gran deseo sexual altamente exacerbado, lo cual produce un gran pico de estrés y ansiedad. En este caso, existe una gran liberación del neurotransmisor dopamina, el mismo que se libera cuando deseamos algo y lo buscamos con persistencia.
Esta sustancia aumenta de manera exponencial la energía y la emoción, y la sensación de deleite es mayor. La persona infiel en esta etapa puede cambiar incluso sus preconceptos y valores, mostrando conductas más cercanas a un TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), ya que también aumentan los niveles del neurotransmisor serotonina, el responsable de la felicidad, pero lo hacen a niveles de personas con TOC. A la par se liberan también las endorfinas, las mismas sustancias que hacen que uno esté en un estado de “letargo emocional”, con “pajaritos en la cabeza”. Y sí, la respuesta es “sí” si me preguntan si el infiel está enamorado. Lo está. Al menos en esta fase.
La segunda fase es la de “vinculación”, en la que la oxitocina desempeña un papel fundamental. Esta sustancia, relacionada al apego, que se libera en gran cantidad cuando la madre da de mamar a su pequeño bebé, es la que se libera cuando recibimos una caricia amorosa o nos tocan el pelo (sí, es esa sensación “electrizante” y relajante del masaje capilar). Es esta sustancia la que hace que los infieles se sientan atraídos y apegados constantemente. Incluso, en esta fase y por causa del apego, es donde ambos o uno de los infieles piensa en dejar a su pareja estable y establecerse con la nueva pareja para formar un nuevo hogar basado en el “apego oxitocínico” de esta segunda fase.
Por último, está la fase del “secreto”, esa donde los infieles acuerdan guardar silencio sobre su relación y no comentar nada al respecto. Esta acción es absolutamente nociva para el cerebro, ya que la corteza orbitofrontal (la “voz de la conciencia” del individuo) que normalmente se involucra en la toma de decisiones, el pensamiento complejo y la elaboración de la mentira y el engaño, nos recuerda permanentemente la causa del silencio y el motivo de la mentira constante.
Cuando esta zona del cerebro decide mantener el secreto, dispara los mecanismos del estrés que conllevan el saber que se miente y el mantenimiento de la mentira con el temor de ser descubiertos, motivando el aumento de la secreción de cortisol, la sustancia por excelencia de los estados de estrés. El cortisol nos produce trastornos alimentarios, del sueño, del estado de ánimo, de la memoria, de la tensión arterial, de la secreción de ácido gástrico, de los ciclos funcionales del intestino, en síntesis, nos puede arruinar la vida. La infidelidad estresa y el estrés daña. Y no solo ser infieles nos puede tener DE LA CABEZA, sino que hasta nos puede matar de estrés.