Sabrá disculpar el lector el exceso de sentimentalismo: me he volcado a escribir sobre mi primera vez con el hombre de mis sueños. Inserte aquí un suspiro de tele­novela. Se trata del primer libro que leí de Pérez-Reverte, ese escritor que, si se le diera por escribir autoayuda o “mommy porn”, igual no lograría perderme. Aunque todos sabemos que “Él”, nunca me haría eso. Lo compré en una librería un verano y la primera página de mi edición, donde tengo la costumbre de poner mi firma y la fecha en que lo leí da testimonio del inicio de nuestro romance: enero de 1997. Después vinieron más de treinta libros suyos; pero ese novelón siempre será nuestra primera cita.

Julia es restauradora de arte y le encomiendan el trabajo de recuperar un viejo retablo del siglo XIX, de un maestro de la escuela flamenca. La escena reproduce a dos hombres terminando una partida de ajedrez, mientras una mujer observa desde una distancia prudencial. El ganador extiende una mano en señal de triunfal con­cordia a quien acaba de vencer en la partida, sosteniendo en la otra a su reina. El perdedor observa desconfiado, sin decidirse a acep­tar el gesto amigable. El piso de la estancia está dibujado también como un tablero. Con la restauración y el removido de pin­turas, Julia descubre una enigmática inscripción en latín: “Quis necavit equitem”. ¿Quién se comió al caballo? O, ¿quién mató al caballero? Lo que lleva a deducir dos cosas: Una, que el caballero que aparece en el retablo murió asesinado. Y que el pintor insertó en la partida de ajedrez de su cuadro la clave para descubrir quién lo mató. Quizás, hasta el porqué. En la vida y en el ajedrez, todo se cobra, hasta el amor: “La vida es una especie de restaurante caro donde siempre terminan pasando la factura, sin que por ello sea forzoso renegar de lo que se ha saboreado con felicidad o placer”.

Solo hace falta jugar la partida al revés, y descubrir qué pieza se comió al caballo. Esa misma pieza, mató al caballero. Junto con un viejo anticuario y un obsesivo jugador de ajedrez, la res­tauradora une fuerzas para resolver el misterio, porque jugar esa partida al revés –algo que el libro hace ilustrando cada avance en la historia con una movida del tablero, como viejo amante del ajedrez que es su autor–, no es tan simple como parece. Los movimientos del juego irán abriendo las puertas de un misterio que terminará envolviendo a todos, incluyendo al lector, que, aún sin saber jota de ajedrez, termina fascinado por esa partida en marcha atrás, en el cual el jaque mate es la diferencia entre la vida y la muerte.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

“La vida es una aventura incierta en un paisaje difuso, de límites en continuo movimiento, donde las fronteras son artificiales; donde todo puede acabar y empezar de nuevo a cada instante, o terminar de golpe, como un hachazo inesperado, para siempre jamás. Donde la única realidad absoluta, compacta, indiscutible y definitiva, es la muerte. Donde solo somos un pequeño relámpago entre dos noches eternas y donde tenemos muy poco tiempo”.

Déjanos tus comentarios en Voiz