En esta serie de artículos exploramos la novedad FinTech, con atención a cómo amplía la oferta tradicional de productos financieros y el peculiar reto regulatorio que supone. Veremos también la utilidad social de FinTech como herramienta de extensión e inclusión financiera y arriesgaremos un pronóstico sobre la convivencia entre los nuevos actores tecnológicos y la banca en el futuro.

Comenzamos.

Aires de cambio. Actores advenedizos y ofertas basadas en la tecnología y la innovación irrumpen en el escenario financiero global y se respira un aire de cambio… Tanto que, al repensar el rol de la banca central tras tal irrupción, madame Lagarde, del FMI, evoca “Un mundo feliz”, la insólita novela futurista de Aldous Huxley1.

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¿De qué hablamos? Ejemplo del buzzword de los estadounidenses o la palabra de moda, FinTech impregna el diálogo del mundo financiero en todos sus niveles, desde simposios académicos hasta charlas en las cafeterías de los bancos, usualmente asociada a las ideas de tendencia, futuro y oportunidad, pero…, ¿qué es?

El acrónimo formado a partir de los vocablos ingleses financial technology (tecnología financiera) y refiere, en general, a la aplicación de la tecnología a las finanzas (acepción 1).

Aunque también designa (aquí está lo interesante) a los desarrollos de última generación que han venido transformando la actividad financiera a partir de la crisis global del 2008 (acepción 2), y a las empresas FinTech: aquellas que proveen servicios financieros mediante plataformas tecnológicas innovadoras dedicadas a mejorar la experiencia de consumo del cliente, sin ser bancos o entidades financieras tradicionales (acepción 3).

A partir de la crisis. La evolución vertiginosa se dio a partir del 2008, de la mano de compañías y plataformas exógenas a los bancos, que prestan servicios accesibles y eficientes a la par, en competencia o en asociación con ellos. Dinero, pagos, transferencias, préstamos, inversiones son solo algunos de los productos que ya existen en versión FinTech y se distinguen por su bajo costo, la facilidad de utilizarlos y/o la buena experiencia de consumo, entre otras cualidades.

Donde los más conservadores perciben una evolución, en el sentido de algo nuevo y mejor que no desecha lo anterior, los progresistas ven una revolución que cambiará el sistema financiero en esencia y para siempre.

Ciertamente, los bancos apuestan a la tecnología y desarrollan plataformas modernas que han redefinido la banca digital y móvil en la última década. Pero la evolución, o revolución, no se detiene en los bancos, sino que permea y hasta parece liderada por aquellas compañías ajenas al sector financiero tradicional que entran a disputar segmentos de mercado a los bancos, con una presión regulatoria diferente, usualmente atenuada.

Y el cambio se acelera. Según el reporte bianual The Pulse of Fintech de KPMG (31/07/18), la inversión global en empresas FinTech durante el primer semestre del 2018 ya ha superado la inversión total del 2017, llegando a US$ 57,9 mil millones.

Días atrás el Banco Mundial anunciaba su primera emisión de bonos (bond-i) mediante la tecnología de cadena de bloques (Blockchain) en Australia. Un voto de confianza con efecto réplica inconmensurable.

En suma, el mundo está pendiente de saber si FinTech es solo un paso más (un salto diríamos) en la aplicación de la tecnología a la actividad financiera o es una disrupción estructural que transformará la esencia de la actividad, pudiendo en algún punto marginar a los bancos tradicionales. ¿Será? Es temprano para una respuesta definitiva. Lo que ya se hizo evidente es la enorme ventana de oportunidades que nos abre FinTech.

Próxima entrega: FinTech: Los nuevos jugadores.

Nota disponible en:https://www.imf.org/en/News/Articles/2017/09/28/sp092917-central-banking-and-fintech-a-brave-new-world.

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