- Emilio Daniel Agüero Esgaib
- Pastor principal de la Iglesia
- Más Que Vencedores
La Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (Gn. 1.27), pero los detractores de la fe dicen que fue el hombre quien hizo a Dios a su imagen y semejanza. Esta declaración es falaz con respecto al Dios bíblico, pues su carácter dista mucho del carácter del hombre; pero sí es verdad en cuanto a los dioses paganos de la antigüedad, ya que esos dioses reflejaban las pasiones humanas más bajas y se caracterizaban por ser antropomorfos, o sea, tenían características humanas.
Esos dioses eran parte de una comunidad y tenían sexo (hombre y mujer). Al estudiar sus características, observamos actitudes egoístas, orgullosas, caprichosas, eróticas, violentas, rencorosas, intolerantes, promiscuas e intrigantes. Tenían aspectos físicos feroces, los hombres eran musculados y las mujeres voluptuosas, estaban llenos de sensualidad.
Por ejemplo, Apolos, el segundo dios más venerado después de Zeus, que era el mayor de los griegos, era, según sus adoradores, homicida, asesino, sanguinario, funesto, temible para los mortales, violento, etc.
Afrodita era tan sensual que, se dice, era irresistible tanto para los hombres como para los animales (zoofilia). Se le rendía culto con orgías. Apolo también disfrutaba de las guerras y era caprichoso e indiferente a la justicia. Actuaba por impulso y pasiones. Artemisa era extraordinariamente vengativa.
Los dioses que habitaban Canaán también tenían estas características, también se les rendía culto con orgías, y se les ofrecía excrementos como ofrendas (de ahí la expresión “dioses inmundos”), además de tener un aspecto físico que era mezcla de hombres y animales. Eran dioses que exigían ofrendas de sacrificios de niños y adultos para aplacar su ira.
Todas las características de estos dioses denotan el carácter egoísta y caído del ser humano. Es el reflejo del carácter del hombre pecador. Es por eso que, en cuanto a los dioses paganos, sí entra la frase que dice que hicieron a sus dioses a su imagen y semejanza.
Pero con el Dios de Israel no es así. Este Dios tenía características diametralmente opuestas a los dioses de su tiempo. El Dios de Israel era invisible (concepto revolucionario en su tiempo, ya que todos los dioses tenían aspectos humanos o animalescos y podían verse y tocarse). Era un Dios sin sexualidad, no era ni hombre ni mujer, era espíritu. Era un solo Dios (todas las culturas tenían un dios distinto para cada necesidad: fertilidad, guerra, cosechas, etc.). Era un Dios tanto nacional como personal (conocía a cada uno por su nombre y podían tener una relación personal con él). Era un Dios fundamentalmente misericordioso, amoroso, proveedor y lleno de gracia. Aunque vemos que Dios también se encendió en ira o ejecutó juicio, pero no era por emociones impulsivas, como los otros dioses, sino que era una manifestación de su justicia y de castigar el mal extremo luego de, muchas veces, siglos de paciencia y oportunidad.
Era un Dios suficiente en sí mismo: omnisciente, omniconsciente, omnipotente, omnipresente, eterno, santo, justo y, fundamentalmente, amoroso y misericordioso. Estas eran características absolutamente divinas que mostraban lo mejor, no lo peor, de un carácter excelso, lejos de toda pasión humana caída como la de dioses paganos.
Las demandas de este Dios eran sanas para el hombre. Cómo cuidar su cuerpo, cómo relacionarse los unos con los otros, cómo manejar la justicia, los derechos de los ciudadanos, incluso de los esclavos y extranjeros, la sexualidad, la higiene, las reglas para el matrimonio y la familia, el proceso de revelación de este Dios para con el hombre, el concepto de pecado, justicia, juicio, todas estas cosas eran beneficiosas para el hombre. Su carácter moral estaba por encima de cualquier dios o cultura y se sintetiza en los Diez Mandamientos.