Una inspección manual de las mamas realizada en el hogar no arroja resultados definitivos, eso claro está. Sin embargo, esta puede llevar a una mujer a encontrar cambios o alteraciones en el tejido mamario, a raíz de las cuales acudir a una consulta médica.

Al respecto, la Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS, por sus siglas en inglés) señala que “toda mujer debe familiarizarse con la manera natural en que lucen y se sienten sus senos e informar inmediatamente a su médico sobre cualquier cambio que note”.

Durante la exploración, todo aspecto diferente debe llamar la atención: si la piel de la mama se encuentra enrojecida o presenta algún tipo de color distinto al habitual, si tiene el aspecto similar al de la cáscara de una naranja o si el pezón está desviado o hundido. También es señal de alarma si se encuentra un pequeño bulto en el seno (esté o no acompañado de dolor) o si al apretar el pezón se observa la salida de un líquido anormal.

Así como el autoexamen ayuda a las mujeres a conocer su cuerpo e identificar signos de alarma, la mamografía es esencial en la detección de cáncer de seno en una etapa temprana, ya que el tratamiento es más efectivo. Si el cáncer es hallado a tiempo, existen menos posibilidades de que tratamientos agresivos como una masectomía (extirpación del seno) o una quimioterapia sean requeridos. Y lo más importante, más posibilidades de llevar una vida plena y curarse.

A mujeres con riesgo promedio, es decir aquellas que no tienen fuertes antecedentes familiares de cáncer, la ACS recomienda la realización de una mamografía cada año, a partir de los 40 y hasta los 44. Entre los 45 y 54 años, el estudio debe formar parte de forma ineludible de la rutina anual de controles. Ya a partir de los 55 años, los exámenes pueden continuar de forma anual o realizarse cada dos años.

No obstante, en mujeres con alto riesgo, las mamografías deben iniciar a los 30 años y realizarse según las indicaciones del médico.

El cáncer, en general, es una de las principales causas de muerte en el mundo y el de mama específicamente es la más común en mujeres. En 2020, alrededor de 685. 000 mujeres fallecieron como consecuencia de esta enfermedad.

Llevar una dieta balanceada, realizar ejercicios físicos de forma periódica, evitar fumar y consumir bebidas alcohólicas en exceso son medidas que indudablemente contribuyen a prevenir todos los tipos de cáncer, entre ellos, el de mama.

Según la OMS, en 2020 se registraron más de 2,2 millones de casos en el mundo, por lo que todas las medidas preventivas deben ser puestas en práctica, o al menos incorporadas de forma gradual en la vida cotidiana. Compartir información al respecto constituye también una forma de asumir un rol afectivo en la prevención de este mal.



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