Texto: Jazmín Ruiz Díaz
¿Qué tienen los cementerios para enseñarnos sobre la vida? Todo. De mi pasión por París ya escribí y seguiré escribiendo. Pero antes de que fuera una posibilidad conocerla, en mi lista imaginaria de cosas por hacer en la Ville Lumière se encontraba un cementerio: el Père Lachaise, y al igual que con Versailles, el Louvre o el Hôtel de Ville, el impulso nació del arte; en este caso, de un documental.
La historia empieza una siesta de sábado, con la visita de mi amigo Riccardo para ver películas. Aquella vez no trajo ficción. La selección del día era un documental titulado Forever. Primero tuve mis dudas -gran error desconfiar del criterio de Riccardo-; sin embargo, la sutileza de este filme marcaría el comienzo de mi afición por el género documental. El audiovisual plantea una pregunta: ¿Cuál es la trascendencia del arte en la vida de las personas? Los realizadores fueron a buscar la respuesta fuera de los museos o las galerías; en vez de eso, eligieron el único sitio que podría reunir en un solo lugar a figuras emblemáticas en la historia del arte en todos sus géneros… El cementerio.
El Père Lachaise es descrito como la “necrópolis más prestigiosa y más visitada de París”. Entre sus más ilustres residentes se encuentran el mítico vocalista de The Doors Jim Morrison, el escritor Oscar Wilde, el compositor de piano Frédéric Chopin y la legendaria cantante francesa Édith Piaf. Allí se desarrolla el documental, donde los realizadores conversan con las personas que visitan las tumbas y ante una pregunta tan simple como “¿por qué están allí?” recorremos las historias íntimas de los visitantes y su relación con estos artistas, reflejando cómo lo cotidiano se entreteje con el arte, tan necesario como la vida y trascendente más allá de la muerte.
Años después de ver Forever, tuve la oportunidad de conocer París. Con Juan Ángel, mi compañero en aquella aventura, no tuvimos que hablar mucho para coincidir que nuestro último día de recorrido lo dedicaríamos al Pére Lachaise. El cementerio es tan visitado por los turistas que al llegar te dan un mapa para ubicar al gran número de “celebridades” que alberga. A quiénes uno elige visitar, dice más de uno mismo que del que allí yace. Para nosotros, fue un día de consagración de la amistad, en el que alternábamos corridas (por el temor de que el lugar cerrara antes de terminar el recorrido) con momentos de silencio ceremonial en sintonía. Irónicamente, fueron las grandes divas quienes nos dieron mayor trabajo de encontrar. Pero desde entonces, siempre que pienso en María Callas o Isadora Duncan, mi mente se transporta inevitablemente a aquella tarde en el 20e arrondissement de París.