El presidente del Congreso, senador Basilio Núñez, resaltó el gran mensaje de paz que ha transmitido el nuevo líder de la Iglesia católica, el Papa León XIV, que se constituyó el día de ayer. Destacó que "todo nuevo inicio en Roma trae esperanzas", con relación a los grandes conflictos bélicos que se están dando en varias partes del mundo.
En conferencia de prensa, el presidente del Senado recordó que Paraguay es un Estado no beligerante desde la última guerra y que como nación cree en la paz. “Tanto el presidente de la República, como nosotros aquí en el Congreso, estamos para apoyar la paz en el mundo”, expresó.
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Un camino de Esperanza
El senador resaltó la importancia para los latinoamericanos de la elección de un cardenal norteamericano; que a su vez tiene arraigo hacia la Patria Grande, en relación al continente americano.
“Abre un camino de esperanza y de visibilidad nuevamente para nuestro continente, independientemente a que sea el primer papa norteamericano. Tiene raíces muy fuertes hacia Sudamérica. Esperamos que sea un éxito su labor pastoral, continuando con el legado del Papa Francisco”, remarcó.
Núñez resaltó que el Papa Francisco ha llevado adelante varios cambios trascendentales durante su pontificado. Ahora queda un compromiso de forma tácita, de que el Papa León XIV, que viene prácticamente de su misma escuela, siga con su legado, trabajando con la gente y enfocado en un diálogo entre todos los países.
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León XIV quiere seguir el camino de Francisco
El papa León XIV visitó ayer sábado la tumba de su predecesor Francisco tras pronunciar un discurso ante los cardenales, en el que se declaró “humilde siervo de Dios” y afirmó querer seguir el camino trazado por el jesuita argentino.
Durante la jornada León XIV, quien pertenece a la Orden de San Agustín, también visitó la basílica de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano, a 50 kilómetros al sureste de Roma, indicó El Vaticano.
Antes, en una reunión de cardenales en la Santa Sede, el 267.º pontífice de la Iglesia católica dio algunas pistas sobre sus prioridades y estilo. El nuevo papa fue ovacionado al entrar en la sala de conferencias vestido con una túnica papal blanca, según muestra un video difundido por el Vaticano.
Nacido en Estados Unidos y nacionalizado peruano, el pontífice explicó que la elección de su nombre papal refleja su compromiso con las causas sociales defendidas por León XIII, que durante el siglo XIX fue un decidido defensor de los derechos de los trabajadores.
“Pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial”, declaró el pontífice de 69 años.
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UNAE presenta memoria de congreso internacional
En el marco del VI Congreso de Salud Humana, Animal y Ambiental, la Universidad Autónoma de Encarnación (UNAE) publicó la memoria digital del evento. La actividad fue cofinanciada por el Conacyt a través del instrumento Eventos Científicos Emergentes.
Bajo el lema “Una sola salud para todo el mundo en la era de la globalización”, el congreso reunió a más de 300 participantes y contó con la destacada participación de expertos provenientes de los Países Bajos, Portugal, Chile, Argentina y Paraguay.
El documento incluye el detalle de 48 comunicaciones científicas, entre presentaciones orales y pósters, abordando temas como enfermedades zoonóticas, farmacovigilancia, conservación de fauna, vigilancia epidemiológica, salud ambiental y educación sanitaria.
Además, la memoria incorpora una amplia galería fotográfica que retrata los momentos más representativos del evento: la ceremonia de inauguración, los paneles de expertos nacionales e internacionales, talleres interactivos, seminarios temáticos y la conferencia magistral de apertura, todos ilustrados con imágenes que reflejan la participación activa y la diversidad del programa.
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León XIV: el flamante papa que como Francisco asume “la vida como viene”
- Ricardo Rivas
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Archivo/AFP
Los 69 años del nuevo pontífice permiten imaginar que lo será por mucho tiempo. A diferencia de los monarcas y jefes de Estado de su tiempo, sus responsabilidades irán más allá de los mandatos constitucionales. Sin duda será un arquitecto relevante de la aldea global de hoy y de mañana.
“A papa muerto, papa puesto”, dijo con calma y muy lentamente un anciano casi centenario, de misa diaria, en el atrio de una pequeña capilla ubicada en los suburbios de un pueblito bonaerense en el momento en que la única campana de ese templo comunitario católico sacudió la siesta con fuerza inusual y en una hora imprevista.
Desde el Vaticano, en la tele de un bodegón olvidable, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti (73) expresó solemnemente: “Annuntio vobis gaudium magnum: ¡Habemus papam!”.
El Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel (93), sonrió con satisfacción. “¡Un gringo!”, dijo. “Hoy mismo le voy a escribir”, agregó mi tan querido como viejo amigo y maestro que alguna vez me dijo que con Francisco “supimos construir una amistad”.
El elegido, Robert Francis Prevost (69), es un hombre joven. De la orden de los frailes agustinos. Entre 2000 y 2004 vino con frecuencia a la Argentina, visitó Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y se alojó en avenida Las Heras al 2500 cuando pernoctó en Buenos Aires.
MISIÓN
Heredero de san Agustín, como él sostiene que el hombre “tiene un corazón y un alma”. En la montaña prefiere andar a lomo de mula y no le gusta caminar en soledad. “Me habéis llamado para llevar una cruz y para ser bendecido con esta misión y quiero que vosotros caminéis conmigo”, dijo en la primera misa que celebró como pontífice el viernes en la Capilla Sixtina. Aunque, en ese mismo templo histórico, formalmente oficiará nuevamente para iniciar su pontificado el 18 de mayo próximo.
Es muy probable que para entonces regresen a la Santa Sede presidentes, monarcas, jefes y jefas de Estado, delegaciones de otros credos para acompañar a quien –desde el jueves– es León XIV.
Una clara definición ideológica. León XIII –Gioacchino Vincenzo Raffaele Luigi Pecci–, pontífice entre 1878 y 1903, nacido el 2 de marzo de 1810 y fallecido el 20 de julio de 1903, también es llamado “el papa de los obreros”.
De su encíclica “Rerum novarun” (Cosas Nuevas), se desprende la doctrina social de la Iglesia, que apunta a la dignidad humana y, en ese contexto, aboga por la justicia social. Eran aquellos los tiempos de la Revolución Industrial. El salario justo y las condiciones laborales eran los temas centrales en el debate de las organizaciones obreras. ¿Cómo hoy?
CAMINO PROBABLE
León XIII abogaba por sindicatos católicos del tipo de la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT). El probable camino de León XIV pareciera estar claramente definido por él mismo. “¡La paz esté con todos ustedes!, queridísimos hermanos y hermanas”, fueron las primeras palabras que expresó públicamente cuando con el hábito blanco se dirigió a quienes se encontraban en la plaza de San Pedro, aunque, en verdad, se expresaba “urbi et orbi”.
Fue breve y preciso. Al momento de bendecir, recordó la “voz débil pero siempre valiente del papa Francisco” cuando unas pocas horas antes de morir bendijo “al mundo entero”. Con esa perspectiva emergente de ese ejercicio de memoria reciente, León XIV fue más allá: “Permítanme dar continuidad a esa misma bendición” del pontífice que lo precedió.
En diálogo franco con el pueblo de Roma –ciudad de la que también es obispo– exhortó a la unidad “para ser un solo pueblo siempre en paz” y dio “¡gracias al papa Francisco!”.
Sabe de qué habla. Fue mediador en procura de la paz en Sudán, Somalia y Eritrea. Compenetrado con la Agenda 2030, trabaja intensamente en la promoción y defensa de los derechos humanos y el desarrollo sostenible al tiempo que aboga por la libertad religiosa.
Su palabra y acción permiten imaginar que, como Francisco, asume “la vida como viene”. En la Argentina, la Conferencia Episcopal (CEA) está reunida en la Casa de Retiros El Cenáculo-La Montonera, en la localidad bonaerense de Pilar, unos 68 kilómetros al norte de Buenos Aires.
JÚBILO
La elección de León XIV –que allí se siguió en tiempo real– fue celebrada con aplausos y vítores con reminiscencia futbolística. Hubo “abrazos de gol”, como gustaba decir Roberto Alfredo Perfumo (1942-2016), aquel enormísimo defensor del Racing Club al que también llamábamos el Mariscal.
Inglés, español, italiano son las tres lenguas en las que se ha expresado públicamente desde que dejó de lado su nombre de bautismo el que ahora es León XIV. Estadounidense nativo de Chicago y peruano por opción, extraña jugar tenis.
“Me considero un tenista aficionado. Desde que salí de Perú he tenido pocas ocasiones de practicarlo, así que tengo muchas ganas de volver a la pista. Mi nuevo trabajo (cardenal entonces) no me ha dejado mucho tiempo libre para ello hasta ahora”, reconoció poco tiempo atrás cuando fue entrevistado en augustinianorder.org, un portal de la Orden Agustiniana.
Deplora lo que percibe como un retroceso de la fe en favor de “otras certezas como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder y el placer (…) porque la falta de fe conduce a menudo a la tragedia”.
LEGADO
El papa estadounidense y peruano como receptor del legado del papa Francisco ocupará buena parte del análisis en los tiempos que corren no solo entre las y los creyentes de la fe católica. También lo será entre quienes no tienen esa creencia y hasta entre quienes no creen, una característica bien diferente de las personas que se declaran ateas.
En los Estados Unidos, el presidente Donald Trump hizo público su beneplácito por la elección de su compatriota Prevost y asegura sentirse “honrado” con el nuevo pontífice.
El padre Robert Hagan, cercano al flamante papa, sostuvo en diálogo con la CNN que León XIV “representa todo lo que es bueno de ser estadounidense, el trabajar por la libertad, la justicia y la oportunidad para todas las personas, que son los valores principales sobre los que se fundó este país. Él es un instrumento, un promotor de todas las cosas buenas que tenemos en común”.
No se conoce hasta el momento de construir este texto cuántos votos acompañaron la elección del cardenal Prevost. Aunque es claro que fueron por lo menos 89. Atrás quedaron las absurdas especulaciones sobre cómo está constituido el Colegio Cardenalicio y que algunos de sus integrantes –provenientes de 71 países– nunca se habían visto personalmente.
Al parecer, tampoco fue impedimento para alcanzar los dos tercios de las voluntades electorales en su favor que muchos de quienes participaron del cónclave no hablaran más que en sus lenguas natales. No.
COMUNICACIÓN
¿Cómo se comunican… cómo dialogan?, le pregunté a un querido amigo monseñor que desde algunas décadas se encuentra en Roma, mientras compartíamos un par de cafés ristrettos, como solo los preparan los romanos. “El Espíritu Santo”, respondió con una leve sonrisa.
La memoria me retrotrajo hasta mis días de estudiante secundario cuando en el Instituto San Román –de los agustinos asuncionistas– en mi pueblo natal, el Bajo Belgrano –unos 1.200 kilómetros al sur de mi querida Asunción– los curas nos obligaban a leer el Libro de los Hechos de los Apóstoles.
“El día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos (…). Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
¡Dale!, respondí incrédulo entonces. ¡Me arrepiento, amigo G!”. La cultura de las organizaciones –eclesiales o de cualquier tipo– son muy particulares y, en general, quienes no participan de ellas –y aun de buena fe– las incomprenden, las analizan o las ponderan con imprecisiones.
La literatura y el cine no pocas veces inducen a imaginar conspiraciones con pinceladas de tradiciones y misticismos que, como conductas humanas, claramente existen, pero no son una práctica constante.
RUMBO
Pero, una vez más, la muerte del papa Francisco, el desarrollo del cónclave y la elección de León XIV dejan claro que nada se detiene ni tampoco se pierde el rumbo en el devenir de la gestión vaticana que, técnicamente, es una monarquía teocrática soberana sobre un territorio de 44 manzanas que rodean a la que se conoce como la Colina Vaticana desde 1929, cuando se rubricó el Tratado de Letrán entre el Reino de Italia y el Vaticano.
Siempre ha sido así. Los procedimientos se cumplen y las tradiciones se respetan. Como el Tíber que, desde siempre en Ostia, a través de sus dos brazos –el Isola Sacra y el Fiumicino– incansablemente desagua en el Tirreno, la Iglesia sigue su camino.
Por ello, la elección de un papa no es un tema menor ni, mucho menos, una cuestión exclusivamente religiosa porque el pontífice lo es en su doble condición de líder de la Iglesia Universal y jefe de un Estado Vaticano, monárquico y teocrático –supérstite de los que fueran Estados Pontificios–, cuyo primer líder fue el papa Pío XI.
Es un país de 44 hectáreas de extensión ubicadas en torno de la Colina Vaticana, donde en la actualidad la población es de 500 personas, ya que en lo que corre de este año fallecieron 4 mujeres y un hombre, Francisco. En esa condición, como observador es parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde convergen 192 países, y de la Organización de los Estados Americanos (OEA), junto con 32 naciones.
Incrustado en territorio de la Unión Europea (UE), bloque regional constituido por 27 países y reinos, no es parte de él, sí es firmante del tratado que da lugar al que se conoce como Espacio Schengen y en él interactúan con el conjunto europeo en multiplicidad de cuestiones tales como migraciones, circulación de personas, emisión de documentos, fronteras, por solo mencionar algunos.
El Vaticano tiene un banco, poder judicial, un ejército de 135 efectivos, a los que conocemos como Guardia Suiza, que cumplen con esa misión desde 1506 cuando el papa era Julio II, tiene una Gendarmería Vaticana (la policía), que se ocupa de custodiar las fronteras; de investigar delitos; de ordenar el tráfico y de custodiar al pontífice, a los cardenales residentes, a la curia. Son esos “hombres de negro” que siempre caminan, trotan, corren al lado del papamóvil.
ATENCIÓN GLOBAL
Elegir un papa no es solo dirimir quién será el líder de la Iglesia Universal. No. A modo de ejemplo, para que quede claro. En la UE, el Estado Vaticano es el único que no tiene relaciones diplomáticas plenas con la República Popular China y sí las tiene con Taiwán. Pero, en los últimos años, por decisión de Francisco, en su rol de líder de la Iglesia Universal, alcanzó acuerdos religiosos –no políticos– con el presidente Xi Jinping para nombrar obispos.
Por todo esto y por la historia misma de los papas en el devenir de las naciones es que elegir un pontífice y jefe de Estado Vaticano se sigue con tanta atención global desde siempre.
Vale recordar el protagonismo del papa Juan XXIII junto con John Fitzgerald Kennedy y Nikita Kruschev, en octubre de 1962, para resolver la crisis de los misiles en Cuba, cuando el mundo estuvo cercano a una guerra nuclear.
O la activa mediación del papa san Juan Pablo II –a través del cardenal Samoré– que en diciembre de 1978 evitó que hubiera guerra entre Argentina y Chile; o cuál fue el rol de ese mismo pontífice cuando el presidente Ronald Reagan, luego de enfrentarse duramente con Mijail Gorbachov, provocó la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); y mucho más acá en el tiempo, cuando el propio Francisco interactuó con el presidente Barak Obama para reducir el bloqueo a Cuba.
Habemus papam. León XIV. Los 69 años del flamante papa permiten imaginar que lo será por mucho tiempo. Que con excepción de los y las monarcas de su tiempo, sus responsabilidades irán más allá de los mandatos constitucionales de presidentes, jefas y jefes de Estado y de Gobierno hoy en ejercicio y con los que en el futuro tenga que interactuar. Claramente, será un arquitecto relevante de la aldea global de hoy y de mañana.
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El papa de la unidad
Hace un par de semanas, cuando despedíamos al querido papa Francisco, el pontífice de la “misericordia”, decíamos también que, más allá de las interpretaciones ideológicas a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación, el nuevo vicario elegido necesariamente continuará el mismo camino, al igual que hace 2.000 años, cuando Cristo designó a Pedro como “la piedra angular”, sobre la cual se sostiene la Iglesia.
Fue imposible no conmoverse ante lo acontecido esta semana cuando el nuevo papa, el cardenal Robert Francis Prevost, quien eligió el nombre de León XIV para su pontificado en su primer discurso desde el balcón vaticano pidió paz, unidad y puentes, no muros.
En sintonía con sus primeras palabras, el lema elegido por el sucesor de Pedro es: “In Illo uno unum” (“En Él, uno solo”), una cita de San Agustín que expresa la unidad de los cristianos en Cristo.
Un dato no menor es que el nuevo pontífice también quiso rendir homenaje al legado social del papa León XIII, cuya encíclica Rerum Novarum marcó el inicio de la Doctrina Social de la Iglesia y un firme compromiso con los derechos de los trabajadores y la justicia social, precisamente en un contexto global con varios dilemas que requieren un profundo diálogo que ponga en el centro a la dignidad humana, con renovado vigor y sensibilidad pastoral.
La encíclica “Rerum novarum” cuyo título se traduce como “De las cosas nuevas”, aborda fundamentalmente las transformaciones sociales, económicas y laborales provocadas por la Revolución Industrial a finales del siglo XIX.
Ciertamente estamos ante una nueva revolución, esta vez “digital” y el gran desafío que tiene por delante el nuevo papa, es precisamente humanizar esta nueva realidad. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso