En un espeluznante relato la víctima de un asalto en la colonia japonesa dio su versión de lo ocurrido cuando los delincuentes ingresaron al establecimiento ubicado en Tavapy, distrito de Alto Paraná. Contó que lo apuñalaron en el rostro y además fue sometida sexualmente, pero tras cometer su fechoría su atacante “le pidió disculpas”.
La mujer con nombre ficticio María manifestó que fue sorprendida por los asaltantes en momento en que se encontraba lavando los cubiertos en la casa. “Llegaron a las 21:15, yo estaba lavando los cubiertos. Mi marido salió, lo maltrataron, lo pegaron y lo amarraron. Yo cerré la puerta, la abrieron y me amarraron. La casa era peor que una carnicería. A mi marido lo tiraron en la cama totalmente ensangrentado”, señaló entre sollozos a la 1080 AM.
Manifestó que le amenazaron diciéndole que tenía que acceder a todo lo que ellos pedían “si no quería que toquen a su nieto de 4 años, la iban a abusar”. “Me estiraron del pelo. Tuve que ir al hospital para consultar. Me apuñalaron en el rostro, a mi marido también lo golpearon. La casa parecía una carnicería”, expresó.
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Lo más dramático de la historia es que la señora reveló que tras ser abusada sexualmente por uno de los integrantes del grupo criminal le predicó la palabra de Dios y este le pidió disculpas. “Me dijo que no puede salir de esa mafia. Antes de salir puso su mano sobre mi espalda y me pidió disculpas”, refirió.
En su afán de apaciguar los ánimos y atenuar los golpes, la mujer empezó a invocar pasajes de la Biblia ante su victimario. “Yo le hablé de Jesús al señor, en la Biblia dice el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Y él me miraba y ahí empezó a silenciarse y quedó escuchándome hablar. Entonces, me dijo yo no puedo más salir de esto porque tengo jefe y si yo salgo, no puedo más. Y yo entendí que si él sale de esta mafia, le van a matar. Pero ahí él ya calmó y quedó sentado”, indicó.
En todo momento la entrevistada demostró su extraordinaria fe a la que atribuyó haber salvado su vida durante el dramático episodio que sobrellevó. “Nosotros oramos mucho para que esa gente sea agarrada. Estaba totalmente consciente de lo que estaba haciendo y antes de salir él puso su mano sobre mi espalda y me miró diciéndome: señora vos podés perdonarme por todo lo que hice en tu casa. Y yo le mire y le dije: sí te puedo perdonar porque Jesús perdonó nuestros pecados y nosotros no somos más que Jesús”, significó.
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