Se cumplen 35 años de la histórica visita del papa Juan Pablo II a Paraguay
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Fue un lunes 16 de mayo de 1988, hace exactamente 35 años, cuando el papa Juan Pablo II pisó tierras paraguayas por primera y única ocasión, marcando un hecho histórico para el país y la fe católica. La visita de tres días incluyó su paso por Asunción, Caacupé, Encarnación, Villarrica y Chaco, donde una multitud de feligreses se dieron cita para recibir su bendición y escuchar su mensaje de esperanza.
Cuando el reloj marcaba las 13:00 de aquel tercer lunes de mayo, el santo padre Karol Józef Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II, llegaba a Paraguay en medio de una torrencial lluvia para comenzar una breve pero esperada visita, que iniciaba con la canonización de San Roque González de Santa Cruz y de sus compañeros mártires Juan del Castillo y Alfonso Rodríguez en el campo Ñu Guasu de Luque. La primera misa celebrada por el pontífice convocó a unas 400.000 personas.
Sus discursos durante su visita no eludieron ningún tema de aquellos tiempos, aun los más conflictivos como la dictadura de Alfredo Stroessner. Sin embargo, a pesar de sus duras críticas hacia el tirano opresor y su séquito, mantuvo una línea pastoral teológica y evangélica, y entregó mensajes de paz y esperanza al pueblo paraguayo.
“No se puede arrinconar a la Iglesia en sus templos, como no se puede arrinconar a Dios en la conciencia de los hombres”, fueron las palabras expresadas por el papa polaco ante las autoridades paraguayas, en el Palacio de Gobierno. También en un momento de su visita se dirigió a los jóvenes, a quienes pidió “construir un nuevo Paraguay”.
Un hecho que marcó a Paraguay
Una semana antes de la llegada del pontífice, Alfredo Stroessner habría intentado suspender una reunión del papa con“los constructores de la sociedad”, que incluía a sindicatos, estudiantes, campesinos y defensores de los Derechos Humanos. Por presión del Vaticano y de la sociedad, finalmente este encuentro se celebró el 18 de mayo en el Consejo Nacional de Deportes, en Asunción, bajo una multitudinaria presencia de las fuerzas de seguridad.
La visita a Paraguay de Juan Pablo II fue un hecho histórico sin precedentes, que impactó desde un contexto político y social al pueblo paraguayo. De hecho, las personas que estuvieron presentes en los diferentes encuentros religiosos, recuerdan sus discursos como un bálsamo de esperanza, para un país sumido en el miedo y la ambición de poder. Antes de que se conmemorara el primer aniversario de su llegada a nuestro país, el dictador Alfredo Stroessner fue derrocado en la noche entre el 2 y 3 de febrero de 1989.
El pontificado de Juan Pablo II fue uno de los más significativos, extensos y sobre todo crucial para la Iglesia católica. Tras su muerte, pronto se extendió el rumor de santidad, en especial entre los religiosos que comenzaron a pedir su mediación ante Dios. Fue beatificado por el papa emérito Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011 y canonizado por el papa Francisco el 27 de abril de 2014.
Los discursos de Juan Pablo II durante su visita no eludieron ningún tema de aquellos tiempos, aun los más conflictivos como la dictadura de Alfredo Stroessner. Foto: AFP
Visita confirmada 13 meses antes
El periodista Miguel Noto comentó al diario La Nación que fue él quien trajo la primicia. “En abril del 1987, en Noticias El Diario nosotros publicamos en tapa que el papa Juan Pablo II visitaría Paraguay en la segunda quincena de mayo de 1988″, recordó.
Miguel Noto, por entonces periodista de Noticias El Diario. Foto: Archivo
Varios periodistas paraguayos fueron a cubrir la llegada del santo padre en Corrientes, Argentina, entre ellos estaba Noto, quien en un encuentro fortuito con el ministro de Educación, Carlos Ortiz Ramírez, se enteró de una importante reunión entre el nuncio apostólico y el funcionario del Estado paraguayo.
“Le dije a la gente que me quedaría y me iría de cualquier forma. Yo trabajaba en el Diario Noticias y me quedé en el Obispado de Corrientes. Era abril del ‘87. Allí cuando Ortiz Ramírez salió de la reunión nos dijo ‘el año que viene, el Papa estará por el Paraguay, en la segunda quincena de mayo’”, recordó.
Luego de ocho meses, específicamente el 8 de diciembre de 1987, durante la festividad de la virgen de Caacupé, los obispos anunciaron la visita del papa Juan Pablo II. La feligresía reunida en la capital espiritual del Paraguay recibió con júbilo la noticia y los preparativos no se hicieron esperar.
El programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a la cineasta paraguaya residente en España Cris Arana. Foto: Emilio Bazán
Cris Arana: “Hay que tener memoria para construir un país”
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Fotos: Emilio Bazán
En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a la cineasta paraguaya residente en España Cris Arana, quien estrenó recientemente el cortometraje documental “Emilio Barreto: ángeles y demonios”, que cuenta la vida del actor y perseguido político durante la dictadura. Además de compartir la experiencia del rodaje de esta y otras producciones, Arana hace un llamado a no olvidar el pasado como clave para construir el futuro de nuestro país.
–Te quiero agradecer primero por este importante aporte a la memoria en un país desmemoriado.
–La verdad es que estamos rescatando la memoria de una persona que vivió una etapa muy oscura de Paraguay, 35 años de dictadura tuvimos y 35 años de democracia se cumplen ahora. Me puse a reflexionar sobre esto y hay que tener memoria porque de eso se trata construir un país entero.
–Cuéntanos cómo empezó esto de contar la historia de Emilio Barreto.
–Yo vivo en España desde los 17 años. En plena pandemia, en 2020, vine para acá y entonces en ese momento me puse a buscar historias que contar. Me reuní con mi amiga Tana Schémbori y hablando así de cosas me dice “¿conoces a Soledad Barrett?”. Entonces empiezo a investigar digo “qué pasada de historia”. Entonces, hicimos ese ejercicio de hacerle entrevistas a personas que conocían la historia en concreto de Soledad. Y entonces me dice Tana “te tengo que presentar a Emilio Barreto porque él conoció a Soledad y él es un actor muy conocido”. Llegamos a su casa y él empieza a decir “cuando mataron a Soledad, creo que yo ya estaba en la cárcel”. Entonces fue como el punto de partida.
–Era puro testimonio.
–Sin parar contó todo lo que le habían hecho, el día que lo secuestraron, el día que secuestraron a su mujer. Yo le pregunté “¿por qué estuviste en la cárcel?”. Y él no sabía contestar. Una persona que pensaba diferente y por eso estuvo 13 años de su vida en la cárcel.
RECONEXIÓN CON PARAGUAY
–Antes de sumergirnos en el documental sobre Emilio, ¿puedes hablarnos un poquito de “Y”, tu trabajo anterior?
–Ese trabajo fue muy bonito porque fue inesperado totalmente. Gracias a York volví a conectar con Paraguay. Vine para aquí y York trabajaba en el mundo de la moda. Entonces él me dice “yo quiero hacer un corto contigo”. Yo tenía en la cabeza “yo quiero hacer esto”. En plena pandemia vine y hacía un calor de morirte, pero a las cinco de la tarde cortaban el agua. Y digo ¿pero por qué cortan el agua? Yo estaba obsesionada todo el rato con el tema del agua y venga bidones y venga botellas y venga cualquier cantidad de cacerola. Estábamos en la pandemia, necesitamos lavarnos todo el rato. Yo preguntaba a la gente y entonces me decían “no pasa nada con el agua”. Y luego empecé a entender. Se acostumbraron a vivir de esta manera. Nos acostumbramos a vivir de una forma precaria. No se puede vivir de esta manera.
–¿Cuál fue el siguiente paso?
–El director de fotografía Diego Benítez me dice “vamos a hacerlo ya”. Cuando eso ya habíamos conocido a Emilio y entonces yo estaba visualizando rodarlo en casa de Emilio y qué loco que Diego también me dice lo mismo. Esa conexión entre director y director de fotografía tiene que haber. Si no te lee la otra persona es muy complicado.
–¿Y en ese tiempo Emilio ya sabía que iba a ser centro de una película?
–No. Ya habíamos grabado el testimonio de Emilio, pero yo todavía no había vuelto a España. Veo todo el material que habíamos rodado con Emilio y me acuerdo que me dice mi editor y “¿qué hacemos con esto?”. Qué increíble su historia. Una hora y media un señor sentado contándote todo sobre su vida. Ves los brutos y no te levantas de la pantalla.
DUALIDAD
–Hay una frase emblemática del avance de la película donde habla de ángeles y demonios. ¿Qué ángeles y demonios existen al interior de esa película?
–Pobrecito. Él mismo lo dice: “Dentro mío hay un ángel y también hay un demonio”. O sea, entre el perdón y el no perdonar. Ese hombre tendrá un montón de cosas en la cabeza. Él dice en el documental “perdono a mis torturadores, pero no perdono a la gente que ordenaba hacer esto”.
–¿Qué te dejó esta historia?
–Ha sido un proceso de cuatro años y yo recién ahora me estoy dando cuenta también de la importancia de recuperar y de haber hecho este trabajo. Es importantísimo lo que hemos hecho, pero recién ahora soy conciente de ello.
En un momento dado yo lo veía también veía como guionista, como directora y como productora. Ahora cuando me estoy empezando a dar cuenta de la importancia que tiene todo esto, estamos recuperando la memoria de un señor de un pasado bastante oscuro. Y además, esta es la historia de amor de Emilio. Y 13 años de su vida estuvo en la cárcel sin haber sido juzgado. Entonces, es recuperar la historia de un país. Y creo que deberíamos hacer este ejercicio de reflexión. Bueno, ¿cómo estamos ahora?
–¿Te parece que está bastante ausente en la sociedad la mirada crítica sobre el pasado?
–Claro, es que no se habla del tema. Esto es un puente que se convierte en dos mundos. Es como una oda a la memoria y la historia, pero luego veo gente que dice “ojalá vuelva el general”. Digo entonces “creo que no se sabe mucho sobre esto”. Yo me acuerdo que cuando era pequeña decían “cuando estaba Stroessner se vivía mejor”.
–¿Ya conocías a Emilio como actor? ¿Cómo te impactó como persona?
–Pues no lo conocía. Me lo presentaron y empecé a investigar sobre él y después de haberme contado su historia, veo todo lo que aparece en internet, la información que hay es que él es actor. Había alguno que otro documento por ahí de que efectivamente él había estado en la cárcel, pero no solamente Emilio, un montón de gente desapareció, desapareció el padre de Emilio, el hermano de Emilio.
OLVIDO
–Eran desapariciones familiares.
–Hay un olvido permanente, aquí de esto no se habla. Y creo que es muy importante hablar de esto. En España le mostré a un amigo mío documentalista y me dice “tienes que ver esto, esto y esto. Madre mía, lo que le pasó a este hombre, pero que sepas que en España esto ha ocurrido cantidad de veces”. Empecé a ver documentales uno detrás de otro y luego digo “habrá que hacer este documental”.
La cineasta paraguaya Cris Arana
–Muy impactante también esta experiencia porque Emilio, después de relatar a través de de su actoría a miles de personajes, un día se encuentra con el desafío de relatarse él mismo.
–A esto es lo que iba. Le llamo por teléfono y le digo “oye, Emilio, ¿a ti te gustaría hacer un documental sobre tu vida”. Y me dice “por favor, yo necesito contar esto”. Entonces, fíjate lo que es la magia del cine, ¿no? O sea, si no hubiéramos llegado a conocer a Emilio, si no hubiéramos hecho ese trabajo de investigación sobre otra persona, el testimonio de Emilio se hubiera quedado allí. Y nadie más hubiera hablado de ello, excepto esos familiares, esos hijos, ¿no? Pero tener esto es muy importante, es recuperar la memoria, que es una forma también cultural y educacional. Cuando veas la película te darás cuenta.
–¿Que se trate de un profesional de la comunicación desde su condición de actor dio un plus para el relato de su vida?
–Él es actor, pero no está actuando esto que nos está contando. O sea, él vivió todo eso. A él lo secuestraron, lo torturaron. A su mujer también la secuestraron, perdió lo que podría haber sido su primer hijo. Le pasaron muchas cosas y todavía se sigue acordando. El otro día él me dice “Cris, te tengo que decir una cosa. El otro día me llamó un periodista de Argentina y esto no te lo he contado porque tenía muchísima vergüenza. A mi esposa le enviaban trocitos de mi oreja, pero que sepas que le he contado a este periodista, pero no te lo he contado a ti. Lo siento mucho”. Este hombre pidiéndome perdón porque no me había contado que le habían cortado la oreja. O sea, Emilio, ¡perdóname tú!
–¿Qué es lo que puedes contar de la peli?, ¿cómo está organizada?, ¿la locación?
–Empezamos a rodar en su casa. Fue cuatro años de rodaje entre que yo iba y venía. Y él siempre esperando. Cuando él acepta hacer el documental yo empiezo a hacer un cuestionario, una especie de escaleta. Para mí fue una escuela también, un aprendizaje. Es mi primer cortometraje documental. Y entonces empiezo a hacer ese trabajo de preguntas y llego a su casa. Entonces le digo “para romper un poco todo esto, ¿te importa que vayamos recorriendo lugares por donde habías estado?”. Entonces fuimos al río, fuimos a Emboscada, fuimos al Museo de las Memorias. Allí él iba relatando poco a poco, pero era complicado porque yo tenía tanta presión en el cuerpo.
–Y que no pareciera la búsqueda del dolor por el dolor, sino por la transmisión de la memoria.
–Exacto. De repente te cuento esto. Una anécdota que dice... Bueno, mejor habría que ver la película (risas).
HISTORIA DE AMOR
–Y supongo que el tratamiento de la peli tiene todo un cuidado especial.
–El otro día fue el preestreno. Emilio no lo había visto nunca y me dice “¿entonces ya me puedes enviar la película? Le digo no “Emilio, lo tengo que ver contigo”. El otro día lo vimos y fue muy emocionante. Tuvimos dos proyecciones. En la primera proyección, llegó un momento en que me agarra la mano y no me suelta hasta el final. La segunda proyección se rompe y llora. En la primera proyección estaba mirando los detalles, porque claro, él sabe toda su historia, él se acuerda de todo lo que habíamos grabado, entonces quería ver cómo estaba hecha la película, y efectivamente es que es una historia de amor que desborda emoción, simbolismo. Al terminar de rodar se lo envío a amigos míos que son programadores, que son distribuidores, y me dicen “Cris, es muy complejo este formato, tienes un mediometraje. Acuérdate que en los festivales o son largometrajes o cortometrajes. Ya me costó la primera vez el corte.
–Y cuál era tu disyuntiva, ¿alargarla o acortarla?
–Es que ya no teníamos dinero y no sabíamos qué cortar en la película. Vaya sufrimiento, rodar, editarlo. Ahora estoy feliz porque ya la hemos estrenado, ya se ve la peli, es maravillosa. Emilio lo quiere a su película y el equipo también está orgulloso del trabajo que hemos hecho.
–En gran medida para las diferentes formas de relato histórico en Paraguay, los grandes momentos son las guerras. Después empiezan los momentos oscuros que no salieron a la luz y creo que ese es un aspecto fundamental de tu película.
–Lo que no se cuenta no existe y como esto es un documental estamos contando algo que ha ocurrido, que es real y creo que aquí es donde tenemos que reflexionar al ver la película. Paraguay tiene algo pendiente con todo esto que ocurrió en aquel entonces. Hay víctimas, familiares. Creo que esto es como una grieta abierta y contándolo se sana. Esto es como cuando tú vas al psicólogo porque quieres sanar algo o porque quieres que te ayude en algo.
–Y también en 30 años, aunque ya no estuvieran las víctimas, la memoria es lo que tendría que ayudar para que los errores no se repitan.
–Se supone, pero eso es algo muy fantasioso. Se vuelve a repetir. Mira cómo está el mundo.
Cris Arana
LA REALIDAD COMO INSUMO
–A propósito del mundo, ¿cómo vive una realizadora paraguaya en España?
–Ahora mismo estoy centrada en la escritura, estoy escribiendo la película que quiero rodar aquí en Paraguay. Es ficción inspirada en hechos reales. O sea, cosas que me han ocurrido. A mí me gusta contar historias que en realidad ocurrieron o que han ocurrido o me han inspirado por una fotografía, o una historia que me han contado o una historia que haya visto. Y luego tengo otro proyecto, que es sobre el confinamiento. Esto lo empecé con un periódico en España. Lo que pasa es que nadie quiere hablar del confinamiento todavía. Entonces es un tema complejo. No sobre el covid, sino sobre el encierro.
–Tenés razón, se ha hablado muy poco de ese fenómeno social del confinamiento.
–Exacto, hubo un antes y un después de todo esto que vivimos.
–¿Cómo es el cine en Paraguay hoy?
–Pues creo que se están haciendo cosas muy chulas, ¿no? Bueno, poco a poco. Esto es como todo.
–Es una industria nueva, es un país nuevo.
–Exacto. Paraguay es un país muy joven. Entonces hay mucho por hacer, hay gente con muchísimas ganas. Mira todas las películas que se han hecho. Enfocados en calidad realmente.
Las torturas no doblegaron a Pablo Herken: “Yo vencí al estronismo”
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Publicado por Hoy.com.py
Fotos: Archivo
El reconocido economista y analista político Pablo Herken, quien falleció el pasado 1 de setiembre a la edad de 70 años, fue una de las tantas víctimas de la nefasta dictadura impuesta por Alfredo Stroessner. En su juventud fue torturado, pero nunca demostró un atisbo de derrota ante quienes lo sometieron a los más bárbaros métodos de castigo.
La muerte de Pablo Alfredo Herken Krauer, por complicaciones de una patología intestinal, tomó de sorpresa a toda la sociedad paraguaya. Fue uno de los profesionales más respetados en el ámbito económico, reconocido por la sociedad por su célebre frase “duele decirlo, pero hay que decirlo”. Además, fue periodista, comunicador social, consultor, docente y analista político.
El país estuvo bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner por casi 35 años y en ese periodo Pablo sufrió en carne propia las medidas represivas del régimen autoritario.
Detenido por la dictadura por expresar sus ideas pintando murallas, fue torturado, pero nunca gritó. Así lo recordó en el documental “Los 35 años del stronismo”, emitido el 13 de diciembre de 2011 en la TV Pública Paraguay.
Ficha del detenido entonces por la dictadura estronista, Pablo Alfredo Herkan Krauer
En julio de 1972, cuando aún era menor de edad y estudiante, fue detenido por la Policía porque su hermano había sido fichado anteriormente. “Buscaban a mi hermano, pero no lo encontraban. En mi ficha figuraba que yo había estado en Cuba, Argentina, Uruguay y Chile, y que era un líder de extrema izquierda sumamente peligroso, pero nunca había ido a Cuba y con mis padres había ido de vacaciones a Argentina”, recordó.
Estando en el calabozo incluso se despidió de sus padres, creyendo que nunca más los iba a ver de vuelta. Allí estuvo dos semanas y luego fue soltado.
NUEVA DETENCIÓN
El 31 de enero de 1974, siendo cabo de infantería, fue nuevamente detenido en su vivienda. A bordo de la Caperucita, aquel temido vehículo de color rojo utilizado durante la dictadura estronista para detener y secuestrar personas, Pablo fue llevado a la Comisaría 3.ª Metropolitana. En esa misma sede policial desaparecieron varias personas y otras estuvieron privadas de libertad injustamente durante años sufriendo los peores vejámenes.
Allí estaba junto con otros “enemigos del régimen”, muchos de ellos jóvenes, sus amigos y conocidos. “Al primero que llaman es a mí. Me dicen ‘desvístase’ y quedo en calzoncillos. Al entrar a una habitación me agarra un tremendo pánico porque veo una pileta y cables eléctricos, además de un palo especial para pegar”, rememoró.
Lo peor estaba por llegar. Sus captores lo ataron de pies y manos para manejarlo a su antojo. Le pegaron en la planta de los pies hasta el punto de infligirle un dolor terrible que luego le impidió caminar pisando con toda la planta del pie. “Como no gritaba, me pegaban muchísimo más. Eso me di cuenta luego cuando les tocó a mis compañeros (la sesión de tortura). Teníamos toda deformada la planta del pie”, comentó.
Como si esto no fuera poco, luego le metieron a la tina con agua sucia y excremento. Así lo tuvieron por mucho tiempo. Su pecado: haber pintado murallas.
ANHELOS DE LIBERTAD
“Lo que tiene el terror y la tortura es que una vez que te tocó, ese toque te queda toda la vida.
Todo por pintar paredes, que es lo que hoy se hace hasta por divertirse. Queríamos ser libres, expresar nuestras ideas, queríamos conquistar el mundo y conseguir la paz, que hoy son los ideales. Nosotros nos expresamos y fuimos castigados”, contó durante esa entrevista.
Su familia intentó verlo durante su detención en esa sede policial, pero el régimen nunca lo permitió.
Tras esas sesiones de tortura, vino la orden de que él, junto con otro cabo y un sargento que también estaban en carácter de detenidos en la comisaría, sean entregados a la Policía Militar. Así, los tres fueron enviados al Chaco, donde estuvieron durante dos años como castigo.
Según mencionó Herken, durante aproximadamente siete años no pudo dormir sin tener pesadillas sobre su lugar de tortura. En este mal sueño le venía a la mente una imagen reiterativa: siendo llevado nuevamente por la Policía a la Comisaría 3.ª Metropolitana y él rogando que no lo hagan porque ya había estado allí antes.
ORGULLO
Durante la entrevista expresó que tenía muchas ganas de llorar al rememorar su paso por esa dependencia policial, pero a la vez le reconfortaba poder decir “yo vencí al estronismo, nunca grité y me siento orgulloso de nunca haber gritado”.
Así también, en otra entrevista con “Expresso”, del canal GEN, detalló que su detención del 74 fue por una protesta (casi infantil) que se hizo contra la suba de los precios de los combustibles y alimentos. Como era cabo de infantería, según comentó, fue considerado por el régimen como un peligro al tener, supuestamente, cierta influencia sobre los demás uniformados.
“Me llevaron a la comisaría, pensé que iba a ser una cosa fácil de pasar, pero allí experimenté mi primer y último caso de tortura violenta, desagradable, dolorosa, humillante, que te encierren y te jueguen como si fueras una porquería, era humillante. Para ellos tu vida no valía nada. Cuando me metieron a la habitación lo primero que pensé fue ‘no les voy a dar el gusto de llorar, gritar o decir basta’. Ese fue mi grave error: me hicieron de todo, pero no lloré y eso les puso más fieras. Al final yo me iba, sentí como que a ellos se les iba la mano y me desvanecía. Me despertaba al día siguiente y decía ‘no morí’”, relató sobre ese episodio.
Como cierre de la nota, Herken instó entonces a la ciudadanía a pelear y defender la libertad a muerte, porque sin ella una persona no es humana ni digna.
Carlos Casco, sobreviviente de la dictadura de Alfredo Stroessner, testificó como víctima de torturas por parte del excomisario Eusebio Torres. Foto: AFP
Dos víctimas de la dictadura paraguaya de Alfredo Stroessner (1954-1989) visitaron ayer viernes la sede policial en Asunción donde relataron al juez las torturas a las que fueron sometidos por el entonces comisario Eusebio Torres, ahora de 87 años y conocido entonces por interrogar a sus detenidos con un látigo.
“Estamos activando la memoria y al mismo tiempo el estrés del shock post traumático. Venir aquí es una forma de revictimizarnos, pero es una obligación pasar por esto”, dijo entre lágrimas Carlos Casco, de 69 años. Lo acompañaba su hermano Luis, de 72, el otro querellante en este caso sobre hechos que datan de 1976 y en el que han comparecido cerca de unos 20 testigos.
Al reconocer el lugar, otros testigos relataron su vivencia a periodistas. “Eusebio Torres me torturó a mí y a muchos compañeros de las facultades que estábamos presos; éramos cerca de 400, 500 personas”, aseguró Raúl Monte Domecq. En las audiencias que comenzaron la semana pasada, Torres -quien niega las acusaciones- asistió sin palabras a través de una computadora desde su casa debido al arresto domiciliario que cumple.
La historia era distinta hace 47 años. “Con un látigo trenzado de cuero, comienza a castigarme, así con rabia, con mucha rabia, como si yo le hubiera pateado a su madre, y uno de esos latigazos se va a mi ojo y me revienta el cristalino”, dijo en su testimonio Carlos Arestivo, quien lleva un ojo de cristal.
Son testigos hoy ancianos y frágiles, pero para quienes este juicio “es un hecho muy importante; muy pocos policías y exjerarcas de la dictadura de Stroessner han sido procesados y recibieron condena”, aseguró a la AFP uno de ellos, Antonio Valenzuela Pecci. “Estamos movidos por un deseo de justicia, no de venganza”, afirmó. La fiscalía pide 15 años de prisión para Torres y la defensa su absolución. Se espera que el juez Manuel Aguirre dé a conocer la sentencia el martes.
Operación Cóndor
La dictadura de 35 años del general Stroessner dejó 59 ejecuciones extrajudiciales, 336 desaparecidos, cerca de 20.000 detenciones ilegales y casi 19.000 casos de tortura. En su informe de 2008, la Comisión Verdad y Justicia señaló que “una de cada 133 personas fue torturada” en Paraguay. Sin embargo, los procesos judiciales posteriores a la dictadura fueron pocos. Una decena de policías resultaron procesados por casos de tortura y Stroessner murió impune en 2006 a sus 93 años, sin haber sido extraditado nunca de su exilio dorado en Brasil.
“La justicia no es justicia. El ‘stronismo’ nunca salió de este país. Toda esta gente que ha cometido crímenes de lesa humanidad está a salvo”, reclamó Guillermina Kanonnikoff, otra de las víctimas, de 70 años. Y añadió: “Le puedo asegurar que este tipo (Torres) sabe exactamente qué hicieron con los desaparecidos en 1976″, cuando ocurría la “Operación Cóndor”, un pacto secreto de las dictaduras del cono sur de la década de 1970 para perseguir y eliminar a disidentes más allá de las fronteras nacionales.
El nombre de Torres o “Tejuruguai” (látigo en guaraní), como lo llamaban los detenidos, evoca terror. Como comisario y abogado, era él quien tomaba las llamadas “declaraciones” de los jóvenes sospechosos de subversión. “Mi hijo tenía 8 meses cuando él me latigaba”, contó Kanonnikoff. “Yo he visto compañeros destrozados en Investigaciones. ‘¡Este no amanece vivo!’, decía”.
Su marido, Mario, murió en “Investigaciones” y ella amamantó en cautiverio a su bebé y a otros dos hijos de presas. Otros, como Constantino Coronel, de 92 años, recordaron cómo le hacían beber sangre de sus propias heridas, le sumergían la cabeza en un inodoro lleno de materia fecal y las interminables sesiones de “picana” eléctrica. La defensa de Torres alegó que los delitos habían prescrito, y que los actos de tortura debían recalificarse como lesiones, para reducir la pena. Esto fue rechazado por el tribunal.
Eusebio Torres, un expolicía que actuó durante la dictadura del general Alfredo Stroessner, fue presentado el viernes pasado en un tribunal en Asunción para afrontar un juicio por torturas infligidas a opositores al régimen que reinó 35 años en Paraguay, constató la AFP. El acusado, de 87 años, es sometido a juicio por vía telemática desde su residencia en la capital paraguaya por dos casos de torturas que se registraron en abril de 1976.
Una veintena de perseguidos políticos durante la dictadura de Stroessner (1954-1989) acudieron en grupo a la sala judicial para prestar su testimonio en el proceso. La defensa había solicitado la prescripción y el cambio de calificación de los hechos para que Torres no sea condenado a más de 5 años de cárcel. La petición fue rechazada.
Según la Constitución, los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles. La Fiscalía acusa a Torres de someter a tormentos diversos a Carlos Ernesto Casco y su hermano Luis Alberto Casco, quienes lo denunciaron en 2011. Constantino Coronel, uno de los testigos, declaró a los magistrados que Torres, cuya sola mención causaba terror entre los perseguidos del régimen, irrumpió un día en su domicilio portando una metralleta: “Echó abajo la puerta de mi casa rociandola a balazos…”, dijo.
Constantino Coronel (de espaldas) testificó el viernes pasado ante el tribunal y su presunto torturador conectado vía Zoom. Foto: AFP
Por su parte, Carlos Arestivo, quien estuvo preso en la repartición de “Investigaciones”, relató que el torturador “me ordenó que me desvista y con su látigo trenzado en cuero comenzó a castigarme con fuerza, con rabia, como si yo le hubiera pateado a su madre. Uno de los impactos me reventó uno de los ojos”, enfatizó.
La activista de derechos humanos Olga Kannonikof, una exvíctima de apremios y cuya pareja murió en 1976 por torturas, fue una de las promotoras del juicio. Sostuvo que en Paraguay “necesitamos conservar la memoria y no retroceder nunca en la lucha contra la impunidad”.
En este país sudamericano fueron muy contados los exponentes del régimen militar sentenciados a largas penas de prisión por los abusos cometidos. El dictador Alfredo Stroessner murió en un “exilio dorado” en la capital brasileña, Brasilia, en 2006, con 93 años.
Mario Abdo Benítez, sobrino nieto del exdictador, fue presidente paraguayo (2018-2023). Según datos de la Comisión de Verdad y Justicia, unas 20.000 personas fueron víctimas directas de violaciones de derechos humanos durante ese periodo.
Hubo 19.862 detenidos en forma arbitraria o ilegal; 18.772 ciudadanos torturados, 59 ejecutados extrajudicialmente y 336 están desaparecidos. Torres era conocido con el apodo “Teyuruguái” (látigo, en lengua guaraní) y era conocido por practicar torturas con látigo en mano.