Es una ciudad con mucha historia y se destaca por tener, dentro de su territorio, lugares históricos, turísticos y otras actividades que permiten ser atractivos para los visitantes del lugar. Foto: Gentileza.
Destino LN: Villeta, un polo industrial en crecimiento y con mucha historia
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Villeta es la ciudad con mayor superficie dentro del departamento Central. Limita al norte con la ciudad de Ypané, al este con Guarambaré e Itá, al sureste con Nueva Italia, al sur con el departamento de Ñeembucú y en el oeste el río Paraguay, que lo separa de la provincia de Formosa, Argentina.
Es una ciudad con mucha historia y se destaca por tener, dentro de su territorio, lugares históricos, turísticos y otras actividades que permiten ser atractivos para los visitantes del lugar.
Economía
Hasta los años treinta, fue famosa por la exportación de naranjas desde su puerto. Actualmente es multipropósito: a partir de este puerto se distribuyen muchos productos con destino al mundo entero.
Favorecido por su costa del río Paraguay, sus espacios disponibles y su proximidad a la capital del país, a lo largo de los años se han ido instalando grandes industrias tanto nacionales como multinacionales, lo cual ayudó al desarrollo de la comunidad. En la ciudad está situada la planta de la Industria Nacional del Cemento (INC), así como otras grandes fábricas de varillas de hierro, cables eléctricos, agroquímicos, entre otras.
La ciudad de Villeta alberga una gran cantidad de industrias. Foto. Archivo
Las diferentes fábricas se distribuyen en diferentes zonas, pero la gran mayoría se aglomeran alrededor del centro de la ciudad, que entre todas alcanzan casi un centenar instaladas.
La agricultura, la ganadería y la pesca también son actividades en las que muchas familias se dedican y que tuvieron gran importancia desde los inicios de la ciudad. El sector terciario también ha tenido un aumentado considerable en los últimos años acompañando al incremento poblacional y el movimiento urbano generado.
Entre los sitios históricos para visitar, se encuentran los monumentos erigidos en los lugares donde se libraron las batallas de Avay e Itá Ybaté durante la Guerra contra la Triple Alianza.
Un paseo por el río Paraguay en canoa, una tarde de pesca, recorrer el casco colonial o disfrutar de esta ciudad apacible son algunas de las opciones para quien visita Villeta.
La pesca en el río Paraguay es uno de los atractivos de los visitantes de Villeta. foto: Archivo.
Historia
Fundada el 5 de marzo de 1714 por el entonces gobernador de la Provincia del Paraguay, Juan Gregorio Bazán de Pedraza, con el nombre San Felipe Borbón en el Valle de Baztán con el objetivo de la expansión territorial española desde Asunción y protección de los intereses ante los indígenas que llegaban desde el Chaco. Durante el gobierno del Dr. Francia se constituyó en un importante puesto de guardia y un canal de comunicaciones con el exterior posibilitando así el desarrollo en el distrito.
En el año 1864 se instalaba la primera estación telegráfica en la ciudad y un domingo 16 de octubre de ese año el Paraguay festejaba la prueba del primer telégrafo eléctrico con un remitido desde la estación de telégrafo en Villeta a la estación de Asunción con el mensaje de congratulaciones por el segundo aniversario como presidente de Francisco Solano López, el cual estuvo a cargo del ingeniero alemán Robert Von Fisher Treuenfeld, motivo por el que se celebra esta fecha como el Día Nacional de las Telecomunicaciones.
Durante la Guerra contra la Triple Alianza (1865-1870), luego de desocupar la defensa sobre el río Tebicuary, en 1868 se instaló en la compañía Cumbarity de Villeta y se formó el cuartel general a lado norte del arroyo Pikysyry.
En la zona donde hoy es conocida como Villeta se desataron grandes batallas de la Guerra contra la Triple Alianza como las de Avay e Itá Ibaté, esta última también conocida como Lomas Valentinas, en el marco de la llamada Campaña del Pikysyry, en la cuarta etapa de la Guerra Guasu.
Dorothea Barron (centro) en un servicio para conmemorar el Día de la Victoria en la Abadía de Westminster en Londres, el 8 de mayo. Foto: Jordan Pettitt/AFP
Segunda Guerra Mundial: Dorothea Barron, veterana de 100 años enseña yoga
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Harlow, Reino Unido. AFP.
La británica Dorothea Barron recuerda su inmenso alivio en mayo de 1945. “Gracias a Dios”, la Segunda Guerra Mundial había terminado, relata esta veterana de la Marina, que contribuyó al desembarco de Normandía y que con 100 años es profesora de yoga. Cuando Europa conmemora el 80º aniversario de la victoria de las fuerzas aliadas sobre la Alemania nazi, el 8 de mayo, ella forma parte del número cada vez más reducido de veteranos que pueden compartir su experiencia del conflicto.
"Nos dijeron: ‘pueden quedarse con su uniforme. Aquí tienen cupones para comprar ropa, comida. Pueden regresar a casa’“, recuerda Dorothea, al evocar su desmovilización. Tenía apenas 20 años, ningún lugar al que ir, y no se daba cuenta de que la posguerra aún estaría marcada por la privación en un Reino Unido “arruinado”.
La mujer habla de “años terriblemente difíciles”. “No diría que éramos infelices, pero era una época llena de incertidumbre”, explica. Ochenta años después, Dorothea Barron relata con orgullo, en escuelas y medios de comunicación, esos años de guerra y reconstrucción. Además, cada lunes por la mañana, Dorothea Barron da una clase de yoga en su pueblo, cerca de Harlow, al norte de Londres.
Mientras da instrucciones, su estado de forma es la envidia de sus diez alumnos, de edades comprendidas entre 20 y 95 años. Hace 60 años que enseña yoga. “Me siento bien, relajada”, dice Dorothea. “Le encanta conocer gente y podría vivir aún varios años”, cuenta Suzy, una de sus alumnas. Dorothea celebró sus 100 años en octubre de 2024 volando en un Spitfire, avión de la Royal Air Force que desempeñó un papel crucial en la batalla de Inglaterra, en 1940, contra la Luftwaffe alemana.
“Fue maravillosamente emocionante”, dice, entre carcajadas, la mujer centenaria. Con ese nivel de energía habiendo superado los 100 años, es fácil imaginar su determinación a los 18, cuando decidió unirse a la Marina, como había hecho su hermana antes que ella. “Ni hablar de que los nazis se apoderaran de nuestro país”, suelta, con firmeza, Dorothea.
Pero su estatura le impedía ingresar en la Marina. Era demasiado baja. “Hice trampa”, confiesa, sin ocultar su alegría. Dorothea se puso plantillas de cartón en los zapatos y extendió su cabello encima de su frente para parecer más alta. Entre los cometidos que se le adjudicaron en la Marina estaba enseñar a las tropas a comunicarse con señales ópticas y en código morse con los barcos.
Otra de sus misiones era ayudar a probar las plataformas Mulberry, puertos artificiales temporales construidos por los aliados, específicamente para el desembarco de Normandía, compuestos de elementos prefabricados en Reino Unido y transportados a las costas francesas.
Pero Dorothea no sabía en ese momento para qué se utilizarían las estructuras. “Estaba estipulado que no podíamos hacer preguntas. Solo podíamos decir ‘Buenos días’”, explica. Solo después de la guerra se dio cuenta de que esas plataformas habían sido usadas en el desembarco de Normandía. “Me encantó. Pensé que había hecho algo útil”, afirma. Durante la guerra conoció a su marido Andrew, que estaba en la Royal Air Force, con el que tuvo dos hijas.
Dorothea, que es abuela y bisabuela, fue profesora de arte en una escuela primaria hasta su jubilación en los años 80. Andrew falleció en 2021, pero Dorothea no deja de hablar de él, todavía profundamente enamorada. Pocas cosas hacen borrar la sonrisa de la boca de Dorothea y una de ellas es la actualidad. “Nadie gana nunca una guerra”, dice, preocupada por el conflicto en Ucrania y por las tensiones en otras partes del mundo.
Segunda Guerra Mundial: mujeres de la resistencia francesa se reúnen 80 años después
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Washington, Estados Unidos. AFP.
Apoyaron la resistencia francesa contra la ocupación nazi en sus años mozos y 80 años después de ser liberadas de un campo de concentración rememoraron viejos tiempos. “Me hace gracia verte”, dice Renée por videoconferencia a su amiga del otro lado del Atlántico. Renée Guette tiene 98 años. Su amiga, Andree Dupont, a la que llama Dédée, uno menos.
La última vez que se vieron fue en abril de 1945, durante la liberación de un centro de trabajo anexo al campo de concentración de Buchenwald, en Alemania, a donde habían sido deportadas en junio de 1944 por actos de resistencia contra el ocupante alemán. La primera vez que hablaron fue en abril.
“Renée, me conmueve mucho volver a verte”, dijo Dédée con voz temblorosa. “Te envío un fuerte beso, mi niña”, añadió lanzando un beso con la mano. “¿A ti también te vuelven (a la mente) los recuerdos?, preguntó Dédée a Renée, que vive en Estados Unidos desde los años 70. “¡Ay sí! Y eso que estoy lejos; no me lo quito de la cabeza. Hay demasiadas cosas que no podemos expresar”, contestó.
Días antes de la celebración del 80º aniversario del Día de la Victoria en Europa, que marca el final de la Segunda Guerra Mundial en el continente, las mujeres compartieron su emotiva historia de sacrificio y sufrimiento. Ambas nacieron en 1927 y se criaron en pueblos franceses separados por unos 350 kilómetros.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Francia por la Alemania nazi, las adolescentes de apenas 16 años se unieron a las redes de resistencia de sus pueblos en 1943. Dédée se convirtió en “oficial de enlace” transmitiendo mensajes -y a veces armas- a través de la región de la Sarthe (oeste) con su bicicleta. Era guapa y rubia, dos condiciones que se creían ideales para la labor.
Un día, recuerda, “llevaba una toalla con un revólver desmontado dentro, y sonreía al pasar junto a los alemanes”. Renée era una empleada de correos que pasaba de contrabando cupones de racionamiento y mensajes a los combatientes de la resistencia.
Deportadas
En abril de 1944, Dédée fue detenida junto con otros resistentes: 16 en total, incluidos su padre y su tía. “Estaba doblando la ropa hacia las 10 de la noche. Oí golpes en las puertas y supe enseguida lo que estaba pasando”, relató. Renée fue detenida cuatro días después por un agente francés de la Gestapo, la policía secreta de la Alemania nazi.
“Me dijo: ‘Así que una jovencita de buena familia se extravió’”, recuerda. “Y yo le contesté, para hacerle entender, que él también se extravió. Me dio una bofetada”. Las dos adolescentes se conocieron en una prisión de Romainville, cerca de París, donde se enteraron del desembarco. “¡Pensábamos que estábamos salvadas! Pero los alemanes nos necesitaban para trabajar en las fábricas de guerra”, explica Renée.
El 25 de junio de 1944, Renée Guette, con el número de prisionera 43.133, llegó al campo de trabajo “kommando HASAG-Leipzig”, en el mismo bloque que Dédée -número 41.129-, donde casi 5.000 mujeres habían sido deportadas para fabricar armas.
Recuerdan cómo trabajaban de noche, cómo usaban papel de periódico entre la ropa y la piel para protegerse del frío, del cabello infestado de piojos, de las palizas que daban los alemanes, de los cuerpos desnudos apilados de aquellas que no sobrevivían. “Realmente nos hicieron muchas maldades”, dice Renée. De su deportación conserva objetos fabricados en secreto: un broche de alambre y horquillas para el pelo.
A mediados de abril de 1945, los nazis evacuaron el campo de Leipzig. Los deportados comenzaron las “marchas de la muerte”. Renée recuerda haber caminado durante días y noches, con los pies sangrando. Se alimentaba de semillas y patatas. Recuerda el Elba, en el que se lavó por primera vez en meses, y el silbido de una bala cerca de su oreja izquierda durante los enfrentamientos entre los “Boches”, término despectivo para los alemanes, y los estadounidenses.
Cuando llegó al hotel Lutetia, convertido en un centro de acogida en París para los exiliados de guerra, Dédée se reunió con su madre. Su padre, también deportado, sobrevivió, pero su tía murió gaseada. Renée tomó el tren de vuelta a Beffes. “Había soldados franceses, tenía miedo”, recuerda.
“Sabes, Dédée, cuando llegué, no estaba segura de estar en casa. ¿A ti también te pasó?” “Yo supe que había vuelto cuando vi el campanario de mi pueblo”, le respondió su amiga. Renée ya no viaja a Francia, pero le encantaría volver a ver a Dédée. “Un beso, Dédée, quizá nos veamos allí arriba”, dijo antes de colgar.
Posibilidad de protectorado portugués en Paraguay aceleró la revolución independentista
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Por Lourdes Torres - Periodista - lourdes.torres@nacionmedia.com
A principios del siglo XIX, Paraguay formaba parte del Virreinato del Río de la Plata que estaba bajo el dominio del reino español. Sin embargo, la situación política en España y la influencia de los movimientos independentistas en América Latina motivaron a los paraguayos a tomar acción; sobre todo, por el descontento hacia el dominio español que comenzó a aumentar en la región.
En ese tiempo, gobernaba en la Provincia de Paraguay el gobernador español Bernardo de Velazco, quien preocupado por el levantamiento en las colonias pidió auxilio al imperio portugués por su familiaridad con la corona española, con el fin de instalar en la provincia un Protectorado portugués.
Es así que llega a tierras paraguayas el Tte. de Dragones José de Abreu, emisario portugués que puso en alerta a los patriotas que llevaban adelante un plan para el derrocamiento del gobierno español, pero a la vez, la liberación de la influencia de los porteños del Virreinato de Buenos Aires.
La presencia del emisario portugués que llegó a Asunción el 9 de mayo de 1811, puso en alarma a los patriotas que vieron peligrar el movimiento y deciden adelantar los planes del levantamiento independentista para la noche del 14 de mayo de ese mismo año.
Para conocer más acerca de este emisario portugués La Nación/Nación Media realizó un imaginario viaje en el tiempo para entrevistar, en primera persona, al emisario portugués, con la ayuda del profesor e investigador Eduardo Ortiz Mereles.
El profesor Ortiz, basado en reseñas bibliográficas, cada año en fechas de las Fiestas Patrias personifica al Tte. de Dragones José Abreu, durante la recreación de la gesta de la independencia que lleva adelante la Asociación Cultural Mandu’ara.
Respetado señor, ¿nos podría señalar quién fue usted a principio de 1811 para la corona de Portugal?
Soy el teniente de Dragones y emisario portugués José de Abreu Mena Barreto y llegué a Asunción el 9 de mayo de 1811 en una misión especial (secreta).
¿Cuál fue la misión secreta que lo trajo a la colonia española-paraguaya?
Me encomendaron entrevistarme con el Gobernador de la Provincia del Paraguay, don Bernardo de Velasco, quien había solicitado la ayuda a don Diego de Souza, representante de la Corte portuguesa, que como usted sabe, se encuentra desde 1808 en la ciudad de Río de Janeiro, a consecuencia de la invasión de Napoleón Bonaparte en la península ibérica.
El objetivo de la misión es el de establecer una alianza con el Paraguay, y que, una vez instalado el Protectorado, los Ejércitos paraguayo y portugués marchen de manera conjunta para poner en orden en las provincias “rebeldes” de Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires.
¿Por orden de quién fue enviado a estas tierras?
Fui enviado por el comandante de la Corona Portuguesa en Río Grande do Sul, el Capitán General don Diego de Souza, quien representa a la Princesa Carlota Joaquina de Borbón, hija de Carlos IV de España y hermano de Fernando VII, Rey de España.
¿Desde dónde partió, cuánto tiempo le llevó llegar a destino, quien o quienes lo acompañaron y, dónde quedó alojado?
Partimos desde el pueblo de Itapúa, luego de haber estado detenido 15 días por orden del Tte. Cnel. Fulgencio Yegros, quien me liberó luego de que recibiera la carta del gobernador Velasco, donde decía que yo debía continuar la marcha otorgándome así el permiso correspondiente.
En la primera parte de mi viaje, y luego de 9 días de travesía, llego a 9 leguas (43,5 Km aprox.) de la ciudad de Asunción, fui recibido por un ayudante a las órdenes de Velasco acompañado de un sargento y cuatro soldados. Quedamos en una casa donde llegamos al mediodía y luego de una gran cena, nos quedamos a pernoctar en la misma.
Al día siguiente, vinieron a saludarme un clérigo y dos oficiales, enviados por el Tte. Cnel. Juan Manuel Gamarra y luego partimos de vuelta rumbo a Asunción.
Al llegar a la Recoleta, (donde empieza la ciudad), distante a una legua de la casa de gobierno, llegaron tres oficiales de artillería más quienes se acoplaron a la delegación.
Fui recibido por el propio gobernador Bernardo de Velasco que; acompañándome el mismo me lleva hasta una habitación de su misma residencia en donde finalmente quedé alojado.
¿Cómo se sintió al llegar a Asunción, cómo fue recibido por las autoridades de la Provincia?
En realidad, quedé gratamente sorprendido por la hospitalidad de los paraguayos. Tres mil personas de ambos sexos me recibieron en la casa de gobierno junto al propio gobernador.
Entre los días 12, 13 y 14 de mayo de 1811 me ocupé de retribuir innumerables atenciones de las personas que me visitaron, intercambiamos regalos y luego de un gran baile oficial, también imitado en otros lugares, quedaba demostrada la alianza entre los portugueses y los paraguayos.
¿Qué sabía usted de lo que ocurría en Paraguay poco antes de su llegada y qué consecuencias trajo su llegada a Asunción?
Yo como emisario manejaba en principio la información del pedido de ayuda solicitado por el gobernador Velasco.
Luego; y con el correr de esos intensos días de actividades diplomáticas y reuniones oficiales me enteré de que existía un grupo de paraguayos que tenían la idea de instalar un nuevo gobierno, y es por ello que confirmé las sospechas y preocupación del gobernador Velasco, quien pedía 200 soldados al Capitán General Diego de Souza para protegerse de posibles ataques externos al gobierno de la Provincia del Paraguay y por qué no, de ataques internos que podrían poner en peligro su gobierno.
Grande fue mi impresión que esa noche del 14 de mayo, hubo movimientos militares acompañados por muchos habitantes de la población, y que luego de una larga y ajetreada noche, con mucho intercambio de correspondencias entre los revolucionarios y Velasco, éste entrega el poder a manos de los paraguayos, sin haberse derramado una sola gota de sangre que era la principal preocupación de todos; y más aún de quien fuera el último gobernador español en la provincia del Paraguay, don Bernardo de Velasco y Huidobro.
Eduardo Ortiz, se basó en la investigación que llevó adelante el Lic. Alberto del Pino Menck en su libro “Areve. Retazos del Ayer. Proyecto Uniforme Teniente José de Abreu Mena Barreto; que junto con Aida Raquel Bareiro diseñó y confeccionó el uniforme del militar portugués. Foto: Gentileza
¿Cuánto tiempo se quedó en el país, y posterior a los hechos de la noche del 14 de mayo de 1811, que hicieron usted y su delegación?
Luego de la rendición de Velasco, me presenté el 16 de mayo ante el Capitán Pedro Juan Caballero con el fin de preguntarle el motivo de mi demora para abandonar Asunción, por lo que el mismo me responde que aguardaban el arribo a la ciudad del teniente Fulgencio Yegros para tomar una decisión sobre mi persona.
No niego que tuve miedo al principio ya que corrían rumores de que yo iba a ser enviado preso a Buenos Aires o incluso fusilado; pero todo cambió cuando llegó el Tte. Yegros quien me conocía en persona y finalmente me ofreció las garantías para mi pacífica salida y retorno al Brasil, el día 23 de mayo de ese año de 1811.
Antes de mi partida el gobernador Velasco lloró sobre mis hombros suplicándome que intercediera por él para llevarlo ante Diego de Souza y así poder ponerse a los pies o a las órdenes de doña Carlota Joaquina considerándola a ésta como legítima sucesora de Fernando VII, y rogando al mismo Souza que pusiese los ojos sobre esta Provincia (por el Paraguay) “aunque él (Velasco) ya no estuviese”, terminando su súplica diciendo que yo, sería el testigo de que sus firmas en la reciente Revolución fueron forzadas y no voluntarias, por lo que así; tuvo que dejar el poder.
Familia real británica celebra los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial
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Londres, Reino Unido. AFP.
Con un desfile militar, que contó con la presencia de la familia real, y fiestas populares, Reino Unido celebra desde ayer lunes los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, en un claro homenaje a los pocos veteranos supervivientes, que van desapareciendo. El desfile, con unos 1.300 miembros de las fuerzas armadas británicas, que sirvió de arranque a unas celebraciones que durarán cuatro días, contó con once soldados ucranianos y medio centenar de militares la OTAN.
Las celebraciones comenzaron con la lectura, por parte del actor Timothy Spall, de extractos de un discurso del entonces primer ministro británico, Winston Churchill, el 8 de mayo de 1945, día de la victoria. El rey Carlos III y su esposa Camila, además de los príncipes de Gales, Guillermo y Catalina, acompañados de sus tres hijos, siguieron el desfile desde una tribuna instalada cerca del Palacio de Buckingham.
Carlos III y su hijo Guillermo, heredero de la corona, vestían uniformes militares, en una tribuna en la que también estaban el primer ministro, Keir Starmer, los príncipes Ana y Eduardo, hermanos del rey, y una veintena de excombatientes de la Segunda Guerra Mundial, muchos centenarios. Miles de personas se dieron cita para ver el desfile, que comenzó junto al Parlamento, para recorrer las calles colindantes al Palacio de Buckingham y Trafalgar Square.
“Ochenta años de paz y tranquilidad. No sé si entendemos lo que significa ese logro. ¿Dónde estaríamos sin ellos?”, afirmó a AFP Patrick Beacon, de 76 años, frente al Palacio de Buckingham, tras viajar desde Coventry (centro de Inglaterra). El monarca, de 76 años, que trata de recuperarse de un cáncer, apareció después, junto al resto de la familia real, en el balcón del Palacio de Buckingham, para observar el vuelo de aviones antiguos y modernos.
El 8 de mayo de 1945, desde ese balcón, el rey Jorge VI y la reina Isabel, saludaron junto a sus hijas Isabel y Margarita a miles de londinenses celebrando la victoria. Aquella noche, las dos princesas, de 19 y 14 años, se unirían, de incógnito, a la multitud. Isabel II, que sirvió durante la guerra como conductora y mecánica voluntaria, siendo ya reina describiría aquella noche como “una de las más memorables” de su vida.
Después de la polémica entrevista del príncipe Enrique el viernes en BBC, en la que mostraba su deseo de reconciliarse con su padre, Carlos III, el Palacio de Buckingham hizo saber, según la prensa británica, que espera “que nada impida celebrar con entusiasmo esta valiosa victoria y esas almas valientes” que participaron en ella.
“Tenemos una deuda de gratitud con aquellos que estuvieron dispuestos a hacer un último sacrificio por nuestro país”, destacó Keir Starmer en X. El primer ministro se unió a las celebraciones organizando una fiesta en la calle, frente a su residencia oficial de Downing Street, en Londres, sirviendo comida y té a los invitados.
En otra recepción, en el Palacio de Buckingham, el rey homenajeó a unos cincuenta veteranos de guerra. El HMS Belfast, un buque de la Segunda Guerra Mundial, amarrado a orillas del Támesis, fue escenario de otra recepción. Los británicos también han sido invitados a participar en cientos de fiestas, picnics, exposiciones y conmemoraciones en todo el país.
“Es importante recordar a algunos de esos pobres diablos que no lograron salir con vida”, declaró Dennis Bishop, de 99 años, veterano de la Real Fuerza Aérea. El martes, la reina Camila irá a visitar en la Torre de Londres una instalación de unas 30.000 amapolas de cerámica, un símbolo en Reino Unido de las víctimas de las guerras.
Las celebraciones en Reino Unido concluirán el jueves con un acto en la abadía de Westminster, en presencia de la familia real, antes de un concierto en la gran plaza de Horse Guards Parade en Londres. Las celebraciones de este año toman una mayor dimensión porque “probablemente sea la última ocasión en que aún haya sobrevivientes” de esa época, estima el historiador Robert Hazell, del University College London.