Brasil y Nicaragua se sumieron en una crisis diplomática después de que el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva expulsara el jueves pasado a la embajadora nicaragüense en respuesta a la misma medida contra su representante diplomático por parte de la administración de Daniel Ortega. Antes de este impase, las relaciones entre ambos gobiernos se habían enfriado desde hace meses. Pero un evento reciente desató la crisis.

La ausencia del embajador brasileño, Breno de Souza, en un acto oficial reciente en Managua generó “descontento” en el gobierno nicaragüense, aunque “él no fue el único representante diplomático que faltó” a la cita, dijo a la AFP una fuente diplomática brasileña. El evento fue la conmemoración el 19 de julio del aniversario de la revolución sandinista, destacan medios opositores nicaragüenses editados en el exilio.

Ante la reacción de molestia de Managua, “Brasil respondió diciendo que ese no era un camino productivo”, que “condujera a resultados positivos”, de acuerdo con la misma fuente. Aun así, Nicaragua optó por la expulsión y Brasilia, acorde al principio de “reciprocidad”, pidió la salida de la embajadora Fulvia Castro.

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“Ningún embajador de ningún país está obligado a estar presente en los eventos”, dijo a periodistas el jefe de gabinete del gobierno brasileño, Rui Costa. “Es una agresión” al “estándar internacional de respeto a las embajadas y embajadores”, agregó.

La vicepresidenta de Nicaragua y esposa de Ortega, Rosario Murillo, por su parte, señaló que ambos diplomáticos ya habían dejado los respectivos países, sin dar más detalles. El representante diplomático de Brasil “ha salido de nuestro país, de nuestra Nicaragua, e igualmente nuestra embajadora (...) está en ruta hacia nuestra patria”, dijo el jueves Murillo a medios oficialistas.

Enfriamiento

La relación entre Brasilia y Managua se deterioró meses atrás, después de que Ortega ignorara los intentos de Lula para mediar, a pedido del papa Francisco, en la liberación de un obispo encarcelado. “Daniel Ortega no atendió el teléfono y no quiso hablar conmigo. Entonces nunca más hablé con él”, dijo Lula el 22 de julio en una conferencia de prensa con agencias internacionales, entre ellas la AFP.

El gobierno de Nicaragua excarceló en enero a dos obispos católicos, entre ellos monseñor Rolando Álvarez, y a otros religiosos y los envió a Roma, según medios y opositores nicaragüenses en el exilio. Ortega, que gobernó en la década de 1980 tras el triunfo de la revolución sandinista, volvió al poder en 2007 y es acusado por opositores y críticos de instaurar un régimen autoritario.

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En 2018, masivas protestas antigubernamentales en las que se registraron más de 300 muertos, según la ONU, fueron calificadas por las autoridades nicaragüenses como un intento de golpe de Estado patrocinado por Washington.

La crisis con Brasilia “es un duro golpe para la dictadura de Nicaragua porque se va quedando más aislada y sola en América Latina, pero sobre todo aislada y solitaria dentro de este grupo de la izquierda latinoamericana”, dijo a la AFP Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), quien se exilió en Estados Unidos tras abandonar el gobierno de Ortega.

Fuente: AFP.

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