- Por Gonzalo Cáceres
Aleksándr Alexandrovich Bogdánov (1873-1928) fue un revolucionario comunista bielorruso de múltiples talentos: escritor, médico, economista, científico y filósofo; también se formó en psiquiatría. Fundador del Partido Bolchevique y de influencia significativa en el desarrollo de la teoría marxista en Rusia ostentó una reconocida militancia política y el estrecho contacto con Vladimir Lenin, al tiempo de evidenciar su relación con los más radicales movimientos obreros.
Pese a sus grandes aportes filosóficos, científicos y a las letras, Bogdánov no tuvo la misma repercusión en Occidente como los monstruos de la literatura rusa como León Tolstói y Fiódor Dostoievski a razón –principalmente– de las escasas traducciones de sus novelas y otros escritos. Pero hablemos de “Estrella roja”, su principal y más conocido trabajo.
MARCIANOS COMUNISTAS
“Estrella roja” aborda una serie de cuestiones políticas que reflejan los debates de la convulsa época en que fue escrita. El libro abraza el socialismo como ideal utópico, la lucha de clases y la revolución como temas de fondo, y una crítica al capitalismo y al papel del individuo en la sociedad socialista.
Precursora de la ciencia ficción soviética, “Estrella roja” se erige como una suerte de ventana por donde observar el idealismo de la entonces incipiente era de las revoluciones industriales en la lúgubre Rusia de los zares que, tras la eclosión de las revueltas incitadas por los soviets, dio lugar a la redefinición de las clases sociales, lo que concibió una nueva relación con los medios de producción, la ciencia, la tecnología y la literatura.
El libro conjuga dos rasgos fundamentales y necesarios para la literatura de su época y de nuestros días: la imaginación y la utopía porque, además de fungir de testimonio político de su autor, también es considerada por los críticos como una de las primeras novelas sobre exploración espacial.
Bogdánov plasmó su visión de un futuro basado en la concepción de la igualdad social.
La trama se desarrolla en un futuro distante en el que la humanidad pegó el salto tecnológico y emprendió la colonización de Marte. La historia sigue el viaje del ingeniero Leonid, quien llega al planeta rojo y se sumerge en la sociedad marciana, que difiere significativamente de la que continúa en la Tierra.
La civilización humana en Marte alcanzó un estadio sin división de clases, donde todos sus miembros contribuyen según su capacidad y reciben según necesiten; un sistema de características propias como ser la economía planificada, el unipartidismo y la férrea dirección de las relaciones interplanetarias, lo que en la actualidad podemos interpretar como socialismo en la más exorbitante fase.
De forma intrínseca, Bogdánov reflexiona sobre la naturaleza de los humanos y el progreso social, y expone la forma –idealista– en la que el socialismo puede transformar las relaciones y crear un mundo sin abusos de las clases dominantes, a priori más justo y equitativo, sin la odiosa brecha económica.
A través de Leonid, el lector atestigua una civilización humana harta de innovaciones con repercusión en el transporte, la generación y suministro de energía (ya trata, por ejemplo, la idea de sustituir los combustibles fósiles por fuentes renovables) y las comunicaciones, y con una medicina tan avanzada que las enfermedades graves son de extrema rareza y la longevidad es moneda corriente con novedosos procedimientos quirúrgicos y de diagnóstico.
“Estrella roja” gozó de popularidad luego de la Revolución rusa y con la llegada de las generaciones soviéticas que vivieron los insistentes intentos de la URSS por desarrollarse como potencia mundial (la afamada carrera armamentista y espacial). A Bogdánov se le reconoce explotar ideas hasta exageradas para su contexto y de ahí su importancia para la literatura universal. “Estrella roja” permeó en menor o mayor medida en grandes novelas posteriores como “Marte rojo” (1992), de Kim Stanley Robinson: “Los desposeídos” (1974), de Ursula K. Le Guin; “El hombre de Marte” (1946), de Stanislaw Lem, y hasta hay quien asegura que el mismísimo Isaac Asimov se vio influenciado para la serie de la “Fundación” (1961-1993).
TRÁGICO FINAL
Después de la revolución, Bogdánov se centró en trabajar en biología y medicina. En 1926 encabezó el primer instituto en el mundo de transfusión de sangre, lo que terminó en su trágico y evitable final.
Bogdánov falleció el 7 de abril de 1928 a raíz de una infección que contrajo tras un fallido experimento médico con transfusiones de sangre (dicen que recibió volúmenes de diferentes jóvenes en un intento de dar pie a su teoría del colectivismo fisiológico), lo que generó interés y debate a lo largo del tiempo terminando como ejemplo en las grandes universidades.
Aunque su obra literaria y científica sigue siendo relevante, aquel experimento final y su resultado fatal marcaron su legado.