Este domingo Toni Roberto viaja a un rincón de barrio Jara, a la casa de Tata Ferreira, dibujante, arquitecto, piloto y constructor de aeropuertos, pionero de la historieta paraguaya, que hoy nos muestra su ilustración urbana con la serie “Asunción de antaño”.

Son las 18:30 de un día de intempestiva lluvia por los efec­tos de El Niño en barrio Jara, a días de la festivi­dad de Caacupé. Llego a la casa de Aníbal Ferreira Menchaca, más conocido como Tata Ferreira. Abro el portoncito, “que llegó de una demolición del centro de Asunción”, como dice él mismo y empieza mi reco­rrido por el pasado. ¿Con las palabras de Tata? No, con los objetos de la casa.

En la pared, un viejo dibujo de Juan Ignacio “Chuchín” Sorazábal, el gran vecino de su familia y de muchos de la zona de la Farmacia Americana, propiedad de su tío Arturo Alsina; un viejo moderno sofá de los años 80, un escritorio lleno de ilustraciones, un gran mural de Colombino que le cambió por una colec­ción del periódico Cabi­chuí y que hoy engrosa el acervo del Museo Para­guayo de Arte Contempo­ráneo, persianas y viejas cortinas que nos hablan de los años ochenta.

Tata Ferreira. EE. UU. y 25 de Mayo. Asunción, 1940

TATA, HOMBRE DE POCAS PALABRAS

Tata Ferreira, hombre de pocas palabras. Una pre­gunta, una mirada suya y una respuesta mía tratando de traducir sus muecas, que dicen todo como sus ilus­traciones sobre la ciudad de Asunción, que se refie­ren a una época en la que el sonido de los grillos y las aves sobresalían a cual­quier motorización en aquella época remota, allá en la década del 10 del siglo pasado.

Tata Ferreira. 14 de Mayo y Estrella. Asunción, c.1930

EL NIÑO, EL DIBUJO, LA CASONA Y EL TÍO

Dibujó desde chico –entrando en la presti­giosa Escuela Normal de los años 40, cuya foto con sus compañeros y dos ele­gantes maestras publica­mos hoy– tal vez estimu­lado por la presencia de su tío Arturo Alsina y toda la intelectualidad que rodeaba aquella casona de la esquina de Manduvirá y Chile (excalle 25 de Diciem­bre). Los recuerdos de abue­los y una zona de Asunción donde se respiraban histo­rias con viejas construccio­nes y la otrora concurrida calle Tte. Fariña, en esos años una zona de elegantes negocios por donde pasaba el tranvía.

A veces las grandes ilustra­ciones aparecen sin querer. Esto está claro en la obra de Tata cuando dibujaba su serie Asunción de antaño; las publicaba cuando por cuestiones políticas no podía presentar sus cari­caturas. Así, en esta serie podemos ver cualquier esquina de la ciudad y encon­trarnos a nosotros mismos en una época que, paradóji­camente, no la vivimos, ni él ni nosotros, teniendo en cuenta que nació en la capi­tal en 1936.

Tata Ferreira. Calle Brasil y Mcal. Estigarribia. Asunción, 1940

Alguna esquina innomi­nada de expendio de com­bustibles de inicios de siglo XX, pasando por los recuer­dos de una casa demolida hasta alguna que aún sigue en pie tratando de contar­nos su propia historia.

TATA, JULIO Y LA DISPERSIÓN

Muchas veces nos sentimos identificados con una per­sona y así me siento hoy. Tata es ilustrador, histo­rietista, aviador, dibujante, arquitecto, constructor de aeropuertos. Parafra­seando a mi amigo Julio Levy, “aprovechar la dis­persión y que se note”, Tata cumple todo esto a cabali­dad. Ahí donde le tocó estar puso alma, pasión y vida. Eso sí, con pocas palabras. A veces unas líneas hablan solas y eso se siente en este asunceno del viejo barrio de entre el centro y el barrio Gral. Díaz, que hoy a sus 86 años me recibió en la amplia recepción de su casa, llena de recuerdos que hablan en su nombre, en esta “Asun­ción de antaño” que hoy sale a la luz en estos “Cuadernos de barrio”.

Tata Ferreira. Presidente Franco y Yegros. Asunción, 1920

BESTARD, EDITH Y TATA

El diálogo llega al final. Como ya dije, Tata habló poco, palabras cortas y concisas, pero con mucha amabilidad. Esa forma de ser me recuerda a la gran Edith Jiménez, cuando me contaba sobre las cla­ses en el Ateneo Paraguayo con su gran maestro Jaime Bestard allá por 1940, que le decía cuando estaba pintando: “¡Que más le va hacer, Edith!”. En este caso, me pregunto: “¿Hay algo más hay que decir, Tata?”. Y me respondo: “Nada”. Agradecerle estas leccio­nes de síntesis de parte de este ilustrador de una Asunción del siglo pasado que hoy revive con su tinta.

Tata Ferreira. Alberdi y Palma. Asunción, 1910
Tata Ferreira, compañeros y dos maestras. Escuela Normal. Asunción, c.1946

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